El terror que da vivir 

#ZonaDeOpinión

Por Anashely Elizondo / @Anashely_Elizondo (IG)

De niña nunca le temí a la oscuridad y era algo que me enorgullecía. 

Era capaz de bajar las escaleras más oscuras de la casa grande de mi bisabuela, totalmente a ciegas, sin ninguna luz que me acompañase, con tal de ir por la pelota, ganar las escondidas o demostrarle a mi hermano menor que no había nada que temer. Sin embargo, le temía a otras cosas; los hospitales, las inyecciones, IT, el payaso, fantasmas que nunca había visto y monstruos de novelas de ficción.

¿Cómo se crean los miedos? ¿Qué los almacena en nuestro cerebro? ¿Es algo evolutivo, heredado, congénito, aprendido? ¿Podemos vencerlos con autodeterminación y un poco de luz?

En la adolescencia le seguía temiendo a las inyecciones y apareció un peculiar terror a no ser percibida lo suficiente. Nunca fui la más guapa y tampoco era destacablemente inteligente. No logré desarrollarme físicamente como las demás, no fui, jamás, del gusto de muchachos populares, guapos y esbeltos. Me asustaba la soledad, no ser elegida, poder ser desplazada. Decidí esconder el miedo en el sarcasmo y me convertí en una engreída, siempre enojada e incomprendida. Triste pero activa, sociable pero selectiva. Yo controlaba el no ser aceptada y así se sentía mejor. 

¿El miedo puede mutar? ¿Transformarnos con tal de protegernos? ¿Podemos esconderlo debajo de la almohada, rezar para que no salga y nos ponga de rodillas contra el piso? ¿Cuánto tiempo se puede ocultar el terror? ¿Se alimenta de todo lo que pasa, se hace más grande? 

Creo que nunca fui tan miedosa como en mi edad adulta. 

Después de los 21 años comenzó a asustarme el tiempo y la rapidez con la que avanza, lo bueno que es para dejar marcas. Las enfermedades, el dolor, la decadencia social. Comenzó a darme terror el dinero, el cómo se consigue, lo poco que dura, lo mucho que pega cuando hace falta. Me asusta ahora mi intensidad, mi arrogancia, lo poco astuta que en realidad soy y lo mucho que se me nota. Me da miedo perder a quienes amo, nunca más encontrarlos.

Dejé de temerle a las inyecciones y ahora desearía tenerle miedo a la oscuridad, a los fantasmas y a los monstruos poco probables. Quisiera no temer a lo que se ve a diario y recordar la absurdidad del miedo. El terror que da vivir, seguir, estar. El terror que da y aún así, lo mejor es seguir bajando las escaleras, sin ninguna luz prendida y decir: “no tengo miedo”. 

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Anashely Elizondo
Anashely Elizondo
Licenciada en Artes Visuales para la Expresión Fotográfica y becada en taller de fotoperiodismo de National Geographic. Colaboradora de la Gaceta y el Área de Prensa de la Universidad de Guadalajara. Enfoca su visión en temas relacionados con derechos humanos, feminismo y arte/cultura.

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