La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Siempre me han parecido patéticas las formas en las que ejercen la política —o bueno, eso que entienden por política— las personas que buscan y detentan el poder en México, en particular la práctica generalizada de asumirse infalibles, repelentes al autocrítica y alérgicos al disenso. No importa el color del membrete: rojos, azules, guindas, amarillos, verdes, naranjas, todos son iguales: una vez que asumen el cargo, la piel se les vuelve de papel de china.
Para ejemplificar esto, basta revisar el actuar del gobierno federal en los últimos siete años: bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, quienes integran el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se adueñaron de la voluntad del pueblo, esa masa amorfa y etérea que les tenía como voceros infalibles para hacer escuchar su voz. Cuando ellas y ellos eran quienes señalaban, salían a la calle, denunciaban, etcétera, constituía un acto legítimo y democrático porque ellos y ellas habían sido elegidas por el pueblo para movilizarse y externar su inconformidad por la mala marcha del país. Ahora que son gobierno, no puede concebir que haya alguien que quiera tocarlos con el pétalo de una crítica por la muy criticable, y denunciable, gestión que están haciendo del país. Según su punto de vista, cegado al disenso, no hay razones para quejarse porque, según ellas y ellos, todo está bien.
Pero no lo está.
Desde la cúpula del poder, el gobierno de López Obrador primero, y el de Claudia Sheinbaum ahora, han buscado desacreditar cualquier protesta y movilización que critique sus administraciones. Lo hizo el primero, por ejemplo, con las marchas para “defender” al Instituto Nacional Electoral, y lo hace ahora la segunda con las movilizaciones anunciadas para mañana. No han tenido empacho en movilizar toda la estructura y los recursos gubernamentales para desacreditar y buscar anular las protestas. En sus cabezas, impedidas para la autocrítica, las movilizaciones no tienen razón de ser porque todo está de maravilla. Por eso pierden cualquier tipo de escrúpulo: hay que minimizar las protestas aunque sean porque no hay medicinas y quienes se organizan para alzar la voz sean padres y madres de menores con cáncer. Seguro alguien les manipula.
La aversión que este gobierno “de izquierda” le tiene a la movilización social se parece mucho a la aversión que los gobiernos de derecha le tienen a la movilización social.
Ahora bien, señalar la delgada y delicada piel de la gente en el poder no significa que esté a favor de la gente de la ¿oposición? que ha estado articulando diferentes movilizaciones en contra del gobierno. La fugaz existencia del Frente Nacional Antiamlo (que tenía el acrónimo más pendejo de la historia: ¿a quién se le ocurrió un movimiento cuyo nombre era Frena?) me pareció tan ridícula como hipócrita me parece una buena parte de la gente que está tomando como pretexto el asesinato de Carlos Manzo para revolver el río.
El primer paso para que eso que se hace llamar “la oposición” pueda irse consolidando debería ser un ejercicio de autocrítica. ¿A las y los priístas ya se les olvidó que ellos ya estuvieron en el poder y seguimos pagando las consecuencias de la maquinaria de burocracia y corrupción que armaron y pulieron, misma que ha venido siendo retomada y perfeccionada por Morena desde su llegada al poder? ¿A la gente del PAN ya se le olvidó que ya tuvieron su oportunidad en el poder y la dejaron ir y no sólo eso, sino que nos dejaron una cuenta de sangre y violencia que seguimos pagando porque los gobiernos posteriores no han podido con el saldo? Al PRD poco o nada se le pude reclamar: se les olvidó que alguna vez existieron y quienes alguna vez fueron sus militantes ya hasta cambiaron de ideales y principios. Movimiento Ciudadano es una pesadilla gentrificadora. Y, al igual que Morena, ellos también se asumen infalibles e inmunes a la autocrítica. Oh posición.
Qué bueno que salgan a marchar, a más de alguno le va a hacer bien para que vean lo que se siente gastar la suela de los zapatos bajo los rayos del sol. Qué lamentable que lo hagan colgándose de un hartazgo que no es suyo y de una inconformidad que les resulta ajena porque en realidad es en contra de lo que ellos mismos representan. Hipócritas: denuncian en el orden federal lo que sus gobiernos realizan en los órdenes estatal y municipal.
Y entre todas estas incongruencias, la más patética y ridícula es la del “empresario” que hoy se dice víctima de una injusticia. Él, el especulador, el usurero, el evasor fiscal, busca liderar un movimiento sólo para perpetuar el muro de impunidad que ha construido sobre la explotación de la población más vulnerable. Ahora que va a tener que pagar los impuestos que debe, bien haría en voltear el sombrero ese que andaba usando y pasarlo entre sus amistades, si las tiene, a ver quién quiere cooperar para su causa. En una de esas hasta consigue que le financien la deuda en abonitos semanales. Eso sí: lamento informarles que la revolución ya no va a ser patrocinada.


