La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Querida Feria Internacional del Libro de Guadalajara:
¡Qué gusto saludarte! Estoy seguro de que mañana, cuando llegues, esta carta te encontrará en buena forma. El sábado cumples 38 años y 39 ediciones —aunque no lo creas, hay gente que confunde los unos con las otras— y creo que estamos de acuerdo en algo: vas a llegar a tus 40, años y ediciones, mejor de lo que llegamos muches de nosotres. Me alegro por ello.
Como cada año, he venido esperando el último fin de semana de noviembre con emoción: ya quiero estar otra vez caminando sin rumbo fijo por las avenidas Cuentistas y Novelistas y Cronistas y Poetas, perderme por las calles con letras y revisar una y otra y otra vez los estands. Chocar con la gente, ver cómo hacen filas para obtener una firma, ver a las personas hojear los libros y olisquearlos.
Gente aquí y allá y también acullá. ¿Te acuerdas cómo poco a poco Expo Guadalajara se fue volviendo insuficiente y había días que ya no cabíamos? Un día de pronto ya no hubo áreas de descanso porque había muchos expositores y también muchas personas visitando los estands. Y entonces vino la expansión del recinto ferial y ahora además pudimos caminar por las avenidas Ensayistas, Traductores, Editores e Ilustradores y perdernos por las calles nuevas y llenar los nuevos salones. Hoy, de nueva cuenta, comienzan a verse saturados los pasillos. Pero todavía tenemos suficientes espacios para descansar entre una presentación y otra, entre una conferencia y otra, entre una compra y otra. Por ahora.
¿Te acuerdas, también, como un día el recinto ferial quedó solo y oscuro, con sus altas columnas desnudas y lleno todo de silencio? Qué lejanos se sienten ya el 2020 y el encierro y la edición en línea. Porque ese año se llevó muchas cosas, pero también tuvo un último fin de semana de noviembre y ahí estuviste, y ahí estuvimos. Como estuvimos también en 2021, con horarios restringidos y aforos reducidos. Muy reducidos. Qué bonito ha sido atestiguar cómo la gente ha ido regresando de nueva cuenta y de forma generosa a encontrarse contigo. ¡El año pasado otra vez ya casi no cabíamos!
Debo confesarte que a veces me cansas. Pero no lo digo como queja, sino como admiración: repasar tu programa cada año genera, al mismo tiempo, emoción y frustración: emoción, por la cantidad de presentaciones y encuentros y momentos y actividades que se suceden una después de otra; frustración, porque es imposible estar en todas partes al mismo tiempo. Eso sin considerar esa otra vida que ha surgido casi como generación espontánea y que ocurre en los estands, muchos de los cuales llegan con su propia batería de actividades. A veces no sé de dónde saco —sacamos, quienes ahí nos encontramos— fuerza para recorrerte tantas veces. Seguro del hipnotizante olor a chocolate que flota en la avenida Mariano Otero por la mañana y por la tarde.
Sabes que nuestra relación empezó tarde. Nos conocimos ya entrados en años. En casa nunca me llevaron a visitarte, pero desde que fui por primera vez, ya ni recuerdo en qué año, no he dejado de hacerlo, porque es imposible no ir a verte. Estuve sentado por horas esperando a Silvio Rodríguez en la explanada —¡la explanada!—, estreché la mano de Salman Rushdie, entrevisté a Fernando del Paso, hablé con Sergio González Rodríguez, canté con Los Tres, forcejeé con el estado mayor, entrevisté a muchas autoras, cubrí muchas actividades, presenté un libro ajeno, ¡presenté un libro propio! Han sido muchos años y hemos podido conocernos de maneras diversas y eso es algo que siempre agradezco: la oportunidad de verte desde fuera, y también desde dentro.
Como cada año y cada vez que me preguntan, lo repito: celebro tu carácter festivo. Ese carnaval que tiene lugar cada año con los libros como pretexto, y para el que tienes como cómplice a tu país —región o ciudad— invitado de honor, hace que seas una actividad como pocas: los libros y las letras son protagonistas, sí, pero también lo son la música y el teatro y el cine. El arte y la cultura en sus múltiples manifestaciones que han ido cambiando con el paso de los años, y tú con ellas: abriéndole la puerta, siempre, a la diversidad.
Querida FIL: no te distraigo más. Debes estar ocupada dándote los últimos retoques para recibirnos mañana. Sólo me queda celebrar que otra vez se acabó noviembre, mañana es sábado, el último del mes y el primero del encuentro librero que otra vez nos congrega y a cuyo llamado, respondemos.
Allá nos vemos.
¡Buena feria!


