En Nahuatzen, las abejas también son defensoras del territorio

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Esta comunidad de Michoacán lucha desde hace una década por el autogobierno, mientras enfrenta a talamontes y grupos criminales que deforestan sus bosques para cultivar aguacates. Sembrando apiarios en las laderas de los cerros, el colectivo Api Nahu ha logrado detener su avance. Cosecha la miel como un acto de resistencia

Por Patricia Monreal y Sara Martínez Ayala / Periodismo de lo Posible

El humo inundaba el horizonte, debido a las llamas que devoraban el hogar de las abejas. Como pudo, Lilia Prado se puso la chamarra y el velo antes de adentrarse en la densa nube para rescatar las colmenas, que ya habían comenzado a arder.

Ese enero de 2024, una llamada de su prima Tita le advirtió del incendio. Se lanzó en bicicleta hacia el apiario, bajo un sol quemante; cuando llegó, empezó a arrojar tierra para combatir las llamas. “Comencé a apagar caja por caja”, recuerda la psicóloga e historiadora. “No me acuerdo qué tan rápido lo hice, pero después de un rato comencé a escuchar mi nombre, me gritaban”.

Eran su prima y sus hermanas, que llegaron para ayudarla a controlar el fuego. Pero unos meses después, en mayo, volvieron de noche a quemar el apiario. Llegaron a tiempo para impedir su destrucción, pero no pudieron salvar algunas cajas con abejas. 

Los incendios de los apiarios son provocados, afirma Nubia Lizet Capiz, defensora del territorio, por quienes se oponen al proyecto de autogobierno impulsado por integrantes de la comunidad de Nahuatzen que promueven también la defensa del bosque y del agua en un territorio que abarca 304.35 kilómetros cuadrados.

Nahuatzen está enclavado en la meseta purépecha, en Michoacán, a un centenar de kilómetros de la capital del estado, Morelia. En el municipio y en su cabecera, del mismo nombre, se libra desde hace una década una lucha para lograr el autogobierno, alejado de los partidos políticos, y comandado por un Consejo Ciudadano Indígena que busca regirse por el ejercicio de la libre determinación, crear su propio cuerpo de seguridad integrado por ciudadanos, y manejar la parte que les corresponde del presupuesto municipal. 

De las 10 poblaciones que integran Nahuatzen, ya cuentan con autonomía reconocida oficialmente Arantepacua, Santa María Sevina, Comachuén y Turícuaro.

La instalación de apiarios en los cerros Uaxan, el Pilón y el Capén por las mujeres del colectivo Api Nahu forma parte de un movimiento de resistencia que busca frenar la deforestación y la invasión de huertos de aguacate y papa, y con ello ahuyentar a los talamontes y grupos criminales. 

Imagen del apiario que fue incendiado en mayo de 2024. (Facebook de Api Nahu)

La devastación del “oro verde”

“Los cerros eran un bosque muy nutrido en todos los aspectos: en variedad de árboles, pinos, pinabetes, oyameles”, recuerda Lulú, hermana gemela de Lilia, al hablar de su niñez, alrededor del año 2002. 

El paisaje ha sufrido un cambio radical. Después de que Estados Unidos levantó el veto a la importación del aguacate en 1997, se disparó la fiebre del “oro verde” en Michoacán. De sembrarse casi 65 mil hectáreas de aguacate (637 mil 631 toneladas), este año la superficie aumentó a cerca de 184 mil hectáreas —un incremento del 183%—, y la producción superó en 2024 los dos millones de toneladas, que dejaron ganancias de 3 mil 525 millones de dólares.

Las autoridades han promovido el negocio; actualmente, 61 municipios de Michoacán, incluido Nahuatzen, cuentan con el reconocimiento oficial para producir y exportar aguacate. 

“Casi toda la región, de ser boscosa se ha transformado hasta convertirse en una inacabable huerta de aguacate. Ese ‘oro verde’, como le dicen, ha reducido nuestros bosques y manantiales de forma considerable”, lamenta Nubia. 

Desde 2010, esta licenciada de 24 años escuchó que a los talamontes se unieron los aguacateros del colindante municipio de Uruapan, que, movidos por las exigencias del mercado, comenzaron a apropiarse de los terrenos de manera violenta.

“Si alguno de los comuneros no quería vender sus tierras… las tomaban por la fuerza, amenazándolos o desapareciéndolos”, le contaron los pobladores. También detectaron tomas clandestinas de agua para regar sus cultivos.

Los grandes huertos de aguacates muchas veces surgen después de incendiar los bosques. Solo entre 2015 y 2021, la Comisión Nacional Forestal reportó 75 incendios en Nahuatzen que arrasaron con 383 hectáreas. El 42.67% fue causado por actividades ilícitas, y el 25.33% por agrícolas. 

Ana Prado, dedicada al comercio y hermana mayor de Lilia y Lulú, que ha documentado estos hechos, califica como un “gran desastre ecológico” lo sucedido con los bosques.

La creciente deforestación y la violencia política llevaron a que las mujeres de la comunidad idearan proyectos que permitieran revertir el daño ambiental, y así fue como comenzaron a sembrarse de apiarios las laderas de los cerros.

Nahuatzen significa “lugar donde hiela”, debido a sus bajas temperaturas. (Colectivo Api Nahu)

La pérdida de la libertad

“Nahuatzen era muy bonito porque teníamos la libertad de andar sin que nadie nos agrediera”, afirma la maestra y activista América Huerta Espino, quien también identifica el 2010 como el año en que la tranquilidad se alejó del pueblo. 

Cuatro años antes, el presidente Felipe Calderón puso en marcha el Operativo Conjunto Michoacán, a petición del entonces gobernador Lázaro Cárdenas Batel, que dio inicio a la llamada “guerra contra el narcotráfico”.

Así como en otros poblados, en Nahuatzen se empezó a saber sobre el “cobro de piso”. “Era un pago que se tenía que hacer mes con mes y siempre iba en aumento, pedían más y más. Había mucha gente que tenía miedo”, cuenta Lulú, cuya familia sufrió también las extorsiones. Comenzaron entonces los secuestros y “levantones”. “Y los políticos que gobernaban no hacían nada”, dice Nubia.

Mientras la inseguridad aumentaba en el pueblo, a cinco kilómetros de distancia, en el municipio purépecha de Cherán comenzó a germinar un movimiento que abriría las puertas para el reconocimiento de la autonomía de las comunidades indígenas de Michoacán. 

En abril de 2011, las mujeres de Cherán, junto con un grupo de jóvenes, llamaron a la autodefensa de la comunidad para detener a los talamontes y terminar con las desapariciones de guardabosques, lo que culminó en un movimiento de resistencia que logró la expulsión de las autoridades municipales y el veto a los partidos políticos, junto con el reconocimiento federal para que pudieran regirse por el sistema normativo indígena: contar con su propia forma de gobierno, una guardia comunitaria (en vez de policías), y administrar el presupuesto asignado al municipio. Actualmente, suman 40 poblaciones indígenas autónomas en el estado.

Esa lucha fue semejante a la emprendida por Nahuatzen e inspiró a personas como América, a quien le gusta hablar de dos épocas distintas en su comunidad, una antes y otra después de Cherán. Esta última inició en 2015, cuando el perredista Miguel Prado Morales ganó la alcaldía y la gente se rebeló contra el nombramiento de Silviano Murguía González como director de Seguridad Pública, porque era señalado de participar en extorsiones y secuestros. La comunidad tomó la presidencia municipal y los expulsó del pueblo, a la vez que instalaba barricadas por temor a represalias de la delincuencia organizada.

“De repente, los maestros nos llamaron a nuestro salón de clases, nos pidieron que fuéramos directo a casa y que no anduviéramos en la calle”, cuenta Nubia, entonces estudiante de secundaria. “Aquel día, mi papá fue por mí. En el aire se respiraba miedo, incertidumbre; fue un sentimiento raro que aún no puedo olvidar”.

En las semanas siguientes se formó un Consejo Ciudadano Indígena, integrado por dos hombres y dos mujeres de cada uno de los cuatro barrios de Nahuatzen. Nubia asistía con su familia a las asambleas que se organizaban en La Pérgola, en la plaza central. “Me sorprendía ver participar a mujeres que, cuando decían su palabra, se les escuchaba porque expresaban lo que todos queríamos: tranquilidad para nuestra comunidad”.

Aunque el gobernador perredista Silvano Aureoles apoyó la permanencia del alcalde Prado, Nahuatzen operó como una comunidad autónoma de 2015 a 2017, asegura América. “¿Autónoma por qué? Porque con cooperaciones se daban los servicios básicos a la comunidad”. Había recolección de basura, agua potable y seguridad. 

Fue en noviembre de 2017 cuando Nahuatzen tuvo el primer triunfo legal: la resolución del juicio TEEM-JDC-035/2017 ordenó al Instituto Electoral de Michoacán que, en cooperación con representantes del ayuntamiento y del consejo, organizara una consulta para definir cómo transferir los recursos públicos a las autoridades tradicionales. 

“La sentencia nos reconoció como comunidad indígena, nos otorgó el recurso de manera directa en base al índice de población, y nos reconoció como autoridad de la comunidad”, narra un exvocero del consejo.

Al año siguiente, también en noviembre, la comunidad fue golpeada cuando la fiscalía estatal ordenó encarcelar a dos integrantes del consejo, José Antonio Arreola y José Luis Jiménez, falsamente acusados de robo y sabotaje, en lo que se consideró un acto de represalia contra quienes buscaban la autonomía. Permanecieron en prisión hasta febrero de 2022, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó su liberación.

Apiarios instalados en el cerro del Capén.  (Colectivo Api Nahu)

En 2018 fue electo el perredista David Otlica Avilés como presidente municipal. Unos meses después, el 23 de abril de 2019, su cuerpo fue hallado en Coeneo con huellas de tortura e impactos de bala.

El consejo fue señalado por el asesinato por quienes apoyaban a los partidos políticos y sufrió ataques. Fueron tiempos de muchos enfrentamientos, pero en 2021 se estableció como causa del homicidio un conflicto familiar, tras la detención de la pareja y el suegro de Otlica. 

“Relájense, hablen con ellas”

Fue en medio de esa disputa y de un ataque a la Casa Comunal donde se reunía el consejo, que las mujeres de Nahuatzen que luchaban por el autogobierno comenzaron a reflexionar sobre cómo hacer una lucha distinta, que rescatara su cultura y revirtiera el daño causado al territorio, como recuerda la ingeniera agrónoma Gloria Herrera. Así surgió el proyecto de Api Nahu.

En 2018, Lilia invitó a sus hermanas Lulú y Ana, y a la enfermera Marta Erandi Vázquez a formar un colectivo, al que posteriormente se integraron otras mujeres del movimiento, como Gloria y la concejal y ama de casa Patricia Irepan. En busca de alternativas aplicaron a una convocatoria del Gobierno federal sobre proyectos productivos en comunidades indígenas, y ganaron con una propuesta de criar abejas para producir miel. 

Pero no sabían nada del tema. “A mí lo único que me dijeron es que no era nada difícil”, recuerda Lulú, junto con el impacto que les causó ver morir a sus colmenas completas y darse cuenta de las dificultades de la labor. 

Solicitaron asesoría a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, que les envió un biólogo. Las mujeres hacían todo lo que les sugería, pero las abejas seguían muriendo. Hasta que descubrieron el porqué. “Querían que fracasáramos”, dice Gloria. Pronto se enterarían de que les enseñaban todo lo contrario a las buenas prácticas en los apiarios.

Buscaron otras opciones y descubrieron que en la organización Serapaz (Servicios y Asesoría para la Paz) había alguien que sabía de abejas: León Pérez Manzanera, quien acompañaba casos de defensa del territorio. A principios de 2020, aceptó revisar uno de los apiarios. Se adentraron en el monte, y les empezó a dar indicaciones que nunca habían escuchado.

Les pidió que, al llegar, no tocaran a las abejas, porque eso causaba una vibración que les provocaba enojo. “Nos dijo: relájense, hablen con ellas, pídanles permiso de lo que van a hacer, y que ellas también las conozcan a ustedes”, recuerda Lilia. Y una por una, estas mujeres comenzaron también a vencer sus miedos, y a sentir su propio poder.

Fue así como las abejas se volvieron aliadas en la defensa del territorio, dice Nubia. “En el pueblo nos empezamos a dar cuenta de que en los lugares donde se instalaron las cajas con abejas, había cambio, se veían verdes, la vida florecía”.

Tiempo de la cosecha de miel en Nahuatzen. (Facebook de Api Nahu)

Las cosas no han sido fáciles. Durante años, la comunidad buscó, como un paso hacia el autogobierno, ser reconocida como una comunidad purépecha, lo que logró en 2017 con su registro en el Catálogo Nacional de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas. Actualmente, Nahuatzen tiene un presidente municipal perredista, Sergio Puntos, que obtuvo la mayoría en 2024 con el voto “indebido” de poblaciones que tienen autoridades comunales y ejercen sus propios recursos, no con el de los habitantes de la comunidad, aclara el Consejo Ciudadano Indígena, que continúa operando. 

La población sigue enfrentando a grupos de talamontes que buscan acabar con el monte para convertirlo en huertas de aguacate, como sucedió a mediados de 2021 en el cerro Uaxan, donde llegó la Guardia Nacional para alejarlos. En los lugares en que las abejas fueron quemadas, se instalaron nuevos apiarios. 

Como en enero de 2024, cuando intentaron terminar con las abejas de Lilia, los incendios continúan, junto con las fumigaciones en los huertos, que han matado a colmenas enteras. 

Pero las mujeres de Api Nahu, al igual que Nahuatzen, siguen en pie, “con el coraje para seguir luchando”, afirma Nubia, “para seguir resistiendo con sabor a miel”. 

***
Esta historia es una versión escrita basada en el pódcast “Michoacán: Resistencia con sabor a miel”, cuya investigación y guion fueron realizados por Ana Lilia Prado, Mayte Ibargüengoitia, y el colectivo Api Nahu. Forma parte de la serie “Periodismo de lo Posible: Historias desde los territorios” —proyecto de Quinto Elemento Lab, Redes A. C., Ojo de Agua Comunicación y La Sandía Digital—, que también puede ser escuchada aquí: https://periodismodeloposible.com/.

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