Todos los días entre ocho y nueve de la noche Melanie Castañeda pasa por el puente peatonal que le permite cruzar López Mateos a la altura de Avenida Camino al ITESO, en la salida sur del Área Metropolitana de Guadalajara. Dice que siempre que está por llegar al lugar siente que se activa en ella el “modo alerta”, aunque nunca le ha pasado nada. ¿Por qué siente miedo entonces?

“Siento que no está demás estar al pendiente por todo lo que sucede. Por las noticias que se escuchan todos los días de lo que pasa y las situaciones que se conocen de acoso y violencia y todo eso, ¿no?” dice ella para responder. 

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Resulta que Melanie no sólo califica sus experiencias al andar por la calle por lo fácil que es desplazarse o por lo rápido que puede llegar a sus destinos, sino también por lo que le hace sentir cada lugar. La simple posibilidad de ser víctima de un delito, sobre todo en un contexto tan violento como el mexicano, es suficiente para pensar dos veces antes de salir. 

A eso se refiere Paula Soto Villagrán, doctora en Ciencias Antropológicas, cuando dice que la violencia y el miedo a la violencia por sí mismo limitan la movilidad en la calle, sobre todo la de las mujeres. La autora se extiende hasta el sentimiento de temor porque también lo considera violencia. Una de tipo simbólica, que no se ve ni deja marcas físicas, pero aún así perjudica la vida de las personas. 

En el peor de los casos la consecuencia del miedo es recluirse en casa, pero también lo es evitar algunos caminos, dejar de usar algunas prendas de ropa, depender de la hora o de tener a alguien que las acompañe para andar por la ciudad. 

Paola Martínez es una mujer de 21 años que vive en Jardínes de Santa María, en San Pedro Tlaquepaque. La plaza comercial Centro Sur le queda a menos de un kilómetro de distancia, pero cuando quiere ir sola tiene que tomar el camino largo. Por el camino directo tendría que cruzar Periférico a través del túnel peatonal de la Calle Comonfort y eso le parece muy arriesgado. 

Melanie Castañeda coincide. Si un día quiere salir a correr a su ruta usual –en la que atraviesa el puente peatonal de Camino al ITESO– pero sus amigos no pueden, no se animaría a ir sola. 

La pérdida de autonomía provoca que se restrinjan sus “oportunidades laborales, de ocio, de relaciones sociales. Es decir, se limita la vida”, dice la urbanista española Inés Sánchez de Madariaga en entrevista. 

Hay características físicas del espacio que provocan y aumentan el miedo a la violencia. La suciedad, la falta de vigilancia, la oscuridad, las calles estrechas y las zonas despobladas son algunos de ellos según las investigaciones de la antropóloga Paula Soto. Por eso las personas destacan la noche y madrugada como las horas más peligrosas. 

“El puesto lo quitamos como a las 9:30 de la noche. A las 10 ya no hay luz, ni en la mañana. Aquí han asaltado a mucha gente. Está oscuro y pasan señoras solas, se presta para que los abusivos se pongan a robar” cuenta Mary, una de las tres personas que atienden el puesto en una de las entradas del túnel de Comonfort y Periférico. Los focos que ella y sus compañeras ponen son la única fuente de luz en el lugar. La luminaria protegida por barrotes que las autoridades pusieron hace más seis años se la robaron a los 15 días. 

 En el túnel los y las comerciantes colocaron las llantas en la alcantarilla abierta para que las personas no se caigan. Los mototaxistas le dan mantenimiento al mural de la virgen y fueron quienes gestionaron los topes para reducir la velocidad de las motos.

En el contexto tapatío el miedo que las personas tienen a ser víctimas de violencia está justificado por el altísimo número de crímenes cometidos: 25 de cada 100 personas en Jalisco sufrieron un delito en 2021 según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). A eso hay que sumar que 93% de las personas decidieron ni siquiera denunciar lo sucedido. 

Carolina Ibarra, ex estudiante de la Universidad ITESO y vecina de las fuentes, fue una de las víctimas justo cuando cruzaba el puente de Camino al ITESO. “Iba a mi clase de las ocho am. En eso veo a lo lejos a un chavo con una capucha. Sutilmente se me va acercando y en eso me dice ‘dame tu celular’. Mi respuesta en automático fue un “no”. Fue muy tonto de mi parte, hasta peligroso pero simplemente me salió esa respuesta. Traía unos 50 pesos, y se me ocurrió decirle que se los podía dar. Probablemente era de las primeras veces que robaba, porque los aceptó y se fue”.

Don Silvino, quien también trabaja en el puesto del túnel de Comonfort y es papá de Mary ha sido testigo de otros asaltos. “Llegó un cliente en moto, como a las 6:30 de la mañana y le pusieron una pistola en la cabeza. Le quitaron todo, le dejaron el puro casco”. 

Por eso en las noches no dejan nada de su mercancía. Ni una bolsa de duritos, ni sus bancos, ni el pizarrón que los mototaxistas usan para organizarse y el tambo de la basura lo aseguraron con cadena y candado. Corren el riesgo de que les roben sus cosas como se robaron las alcantarillas. 

Las notas periodísticas muestran un panorama similar. En mayo de 2021, se reportó que dos hombres fueron atacados a cuchilladas en la dirección del túnel. Uno de ellos falleció tras lo sucedido. Meses después, en el interior de un motel que se encuentra por la zona se cometió un feminicidio contra una mujer de 35 años. Luego, en agosto de 2022 se encontraron los cuerpos de cuatro personas asesinadas y abandonadas dentro de una camioneta justo a la entrada del cruce del lado de Jardines de Santa María. 

Las autoridades son indiferentes a las denuncias. Ni siquiera porque la Comisaría de San Pedro Tlaquepaque Sector IV está a 350 metros del túnel. Las veces en las que las personas fueron a pedir auxilio, les dijeron que no podían atenderles. 

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Son las personas que habitan la zona, como vecinos y comerciantes, quienes han hecho lo que está en sus posibilidades para mejorar el espacio. Mary, la vendedora, cuenta que en julio de 2020 el Gobierno de Tlaquepaque arregló el pavimento de la calle Comonfort para “evitar daños en los vehículos” durante la temporada de lluvia. La obra se terminaba justo en la entrada del túnel. Fueron los mototaxistas quienes negociaron con las cuadrillas del ayuntamiento para que pusieran topes a lo largo del cruce con el material sobrante, a cambio de unos refrescos. 

Débora Samadeni, activista de movilidad y líder vecinal, explica que una alianza entre la asociación de colonos de Las Fuentes y el colegio Guadalajara Escuela del Futuro fue lo que hizo posible instalar luces en la banqueta al bajar el puente de Avenida Camino al ITESO, aunque a lo largo del cruce todavía no hay. 

Hay organizaciones como la Liga Peatonal que muestran que los cruces peatonales que implican subir o bajar de nivel, como lo son el puente y el túnel, son una consecuencia de la construcción de vías rápidas para vehículos motorizados y son instalaciones que no atienden ni las necesidades ni la prioridad de las personas que caminan y por eso son llamadas “antipeatonales”. Además, representan una zona de fractura física, una barrera en el espacio que separa a las comunidades a su alrededor. 

Una de las dinámicas rotas fueron los viajes que las personas habitantes de Las Fuentes hacían a la plaza comercial del otro lado de López Mateos para hacer compras y entretenerse. Débora Samadeni recuerda que a partir de 2008 la plaza se vació progresivamente. Sucedió desde que impidieron las vueltas semaforizadas a la izquierda para quienes circulaban por López Mateos y querían tomar Camino al ITESO. Esta reorganización del espacio fue parte de la estrategia fallida del viaducto López Mateos para agilizar el tránsito en la avenida. 

El paso subterráneo también surgió para adaptarse a los vehículos. Según las y los comerciantes de la zona y algunas notas periodísticas el cruce de Comonfort antes era para vehículos. “Tengo entendido que esta cosa tiene como 40 años. Que no tenía ni piso, que antes pasaban los camiones, cabía hasta un camión de agave”, cuenta Mary. 

Hasta la actualidad ambos cruces “antipeatonales” están invadidos por vehículos como motocicletas y bicis, que cuando pasan a toda velocidad, ponen en riesgo a las personas peatonas, las presionan y generan contaminación auditiva. 

Un espacio público sin límite de horario

Al describir el túnel y el puente Melanie, Paola y Mary resaltaron que el aislamiento, la noche y lo vacío de los lugares eran características que los volvían inseguros. Hay lapsos del día en los que los cruces quedan abandonados porque a su alrededor próximo sólo hay comercios, industrias, una escuela y otros establecimientos que cuando cierran provocan el abandono de la zona. Ya nadie vigila, no hay nadie a quién pedir auxilio. 

Por eso la cooperativa de urbanistas catalanas, Col·lectiu Punt 6, promueve la mezcla de uso de suelos en su “Auditoría de seguridad urbana con perspectiva de género en la vivienda y el entorno”. Ahí dicen que hace falta procurar que haya espacios de uso comunitario, de trabajo, equipamientos y edificios de diferente densidad para asegurar un entorno vital.

Además de eso, hay múltiples ejemplos de acciones cívicas que han mejorado la percepción de seguridad y reducido el peso que se da a la movilidad motorizada en espacios públicos. Varias de ellas están compiladas en el libro “Urbanismo ciudadano en América Latina” del  Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Uno de ellos es el Parque de Escalada Los Silos en Santiago de Chile. La intervención se realizó en 2014 y se trató de transformar la estructura de una fábrica de cemento abandonada por 60 años en un gimnasio de escalada deportiva de uso público y gratuito. La reocupación de un espacio en desuso, gestionada por la Fundación Deporte Libre, aumentó la seguridad, la inclusión y la salud de los vecinos de la zona. 

El segundo ejemplo, Montería Pasos Seguros, consistió en un proyecto de urbanismo táctico en un espacio fragmentado por una vía motorizada en Montería, Colombia. En 2019 el BID intervino con murales de piso tres cruces de la Avenida Primavera con el propósito de reconectar el centro histórico de la ciudad con el parque de la Ronda del Río Sinú. Todo el proceso se hizo junto con la comunidad y sirvió para comprobar la eficacia y adopción de la estrategia antes de convertirla en una obra permanente. 

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