Mujeres buscadoras: 10 de mayo día de lucha y de protesta

En los últimos nueve años, cada 10 de mayo se ha llevado a cabo la Marcha por la Dignidad a escala nacional, una fecha en la que las madres de nuestros desaparecidos y desaparecidas nos han recordado que no es un día para celebrar para quienes viven en la lucha por encontrar a sus seres queridos, sino un día de dolor, no olvido y de denunciar lo que las autoridades aún tienen pendiente por hacer al respecto.

Textos y fotografías por Fernanda Lattuada / @MariferLattuada

Para las madres de personas desaparecidas no hay nada que festejar. En un contexto en el que aún nos faltan 61 mil 637 personas desaparecidas y más de 36 mil cuerpos por identificar, además de las más de dos mil fosas clandestinas halladas, según el Informe sobre Localización de Fosas Clandestinas y Desapariciones del Gobierno Federal, las madres han sido fundamentales en la visibilización de la desaparición forzada.

A través del Encuentro Mujeres Buscadoras: la desaparición en México desde su mirada, organizado por Ambulante, mujeres de distintos estados de la república compartieron lo que ha implicado estar en pie de la lucha para exigir la aparición de sus hijos e hijas.

Madres que han dedicado sus días para volverse especialistas en la búsqueda y estudios forenses como Guadalupe Aguilar, quien forma parte del colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ) y busca a su hijo José Luis Arana Aguilar, desaparecido desde el 2011, advirtió durante el encuentro virtual que:

“Una madre nunca olvida, nosotros no tenemos nada que celebrar si no tenemos el hijo quien nos hizo madre. Es muy doloroso este día. No queremos ningún regalo ni festejos, lo único que queremos es a nuestros hijos”.

Mientras tanto, para Virginia Garay, quien busca a su hijo menor desde el 2018 junto al colectivo de madres Guerreras en búsqueda de nuestros tesoros en Nayarit, el 10 de mayo para las madres con un hijo desaparecido ya no es un festejo, sino un día doloroso:

“Un día que es tan importante se ha convertido en un dolor, pero también por esa razón hemos salido a marchar, para levantar la voz y decir que estamos sufriendo y que no estamos festejando. No es agradable pasar un día más sin sus hijos”, agregó Virginia.

En el Encuentro, las mujeres coincidieron en que la desaparición de un familiar tiene impactos en la dinámica familiar; así lo afirma Guadalupe Aguilar, quien señala que estos impactos se viven tanto en lo económico, como en lo emocional, con el sufrimiento de no tener respuestas sobre el paradero de sus amores desaparecidos:  

“Todo el sentir y la desunión que se hizo para todos los que están viviendo hasta la fecha y que desde el primer momento están llorando sangre y están sufriendo”, compartió Virginia.

Madres integrantes de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (FUNDEJ) en acción de protesta en Guadalajara.

La pandemia no las detiene

Ante las medidas de distanciamiento social por el COVID-19, las madres se han visto obstaculizadas para continuar su búsqueda y algunos familiares temen que esto reduzca las posibilidades para encontrar a las y los desaparecidos, ya que todas señalaron que no hay un protocolo de búsqueda ante la emergencia sanitaria y las autoridades se han deslindado. 

Durante esta contingencia, en Jalisco han desaparecido más de 120 personas y 82 de ellas aún no han sido localizadas, según datos del reportaje “Desaparecer en tiempos de pandemia: la búsqueda de las y los desaparecidos en Jalisco” de Darwin Franco publicado en ZonaDocs.

Para Guadalupe, la violencia no ha cesado:

“Nosotros tenemos pendientes de trabajar nueve fosas que quedaron a medias y nos tiene a todos con las manitas calientes para sacar a todos los cuerpos que esperan ser identificados y entregados”, agregó.

Además, el distanciamiento ha impactado, incluso, emocionalmente a las madres y sus familias, ya que las búsquedas en campo les ayudan a reactivar constantemente la esperanza.

Para Virginia, salir a buscar a su hijo es una manera de sentir que lucha por él:

“Familiares me han contado: al salir a trabajar me olvidaba un poco del dolor y la pena de la pérdida de mi hijo, de no saber dónde está. Ahora me la paso encerrada en mi casa, volteo a las ventanas, a la puerta, me imagino que va a entrar mi hijo y me va a abrazar. Me desespero”, narró Janett Manjarrez, parte del Colectivo Mujeres Desaparecidas Guanajuato, un colectivo en un contexto adverso sin marcos normativos para la búsqueda de personas desaparecidas o atención a víctimas.

Sin embargo, la pandemia y lo que ha implicado, no las ha detenido para alzar la voz este 10 de mayo a través de la protesta virtual “Gritabocas” y la manifestación realizada en distintos puntos estratégicos de Guadalajara de 10 personas simultáneamente.

Por su parte, la señora Cristina Bautista Salvador, madre de Benjamín Ascencio Bautista, estudiante desaparecido de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, afirmó que no se rendirán en la tarea de hacer volver a sus hijos e hijas desaparecidas:

“No nos vamos a rendir en buscar a nuestros seres queridos, sino que tan pronto termine esto, nos vamos a salir de nuevo a las calles para seguir exigiendo al gobierno la presentación con vida de nuestros hijos y justicia a todos Debemos cuidarnos para seguir buscando a nuestros seres queridos, porque si nosotros no buscamos ¿quién los va a buscar?”, recalcó

Silvia mostrando la foto de su hijo desaparecido, ella es integrante del colectivo Por Amor A Ellxs.

Para las madres, el objetivo de las manifestaciones es sensibilizar a las autoridades y a la sociedad en general, una forma de luchar para sensibilizar. En palabras de Cristina Bautista, estas madres saben que les hace falta su hijo, un pedacito de su corazón. Y por lo tanto, la lucha continua hasta saber la verdad y hacer realidad la consigna:

¿Dónde están nuestros desaparecidos? Los queremos devuelta y vivos.

Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos.

Madre de Dillan Francisco Gutiérrez Castro de 19 años, desaparecido desde el 11 de diciembre de 2019.

***

Cuando llegué al nido él ya no estaba. Nunca tuvo planes de irse. No se ausentaba por tanto tiempo. Rolando se había ido.

No. No se fue. Se lo llevaron. 

Las voces del viento hablaban de cómo ya se habían llevado a muchas otras aves. Rolando no era el primero ni el único al que le pasara, pero por mucho que pedíamos ayuda a quien nos debía proteger, no lográbamos convencerles de que hicieran algo.

Mientras tanto yo busco. No quiero hacer otra cosa, y vuelo. Sin Rolando es como si se hubieran llevado un cachito de mis alas. Vuelo, pero no tan alto, no tan lejos.

Sigo la dirección a la que me lleva el deseo de buscarlo: detrás de las ramas, en los árboles secos, en las ciudades y en las casas. En los bosques más remotos me ayudan pájaros de mí misma parvada. Entre todos mantenemos los ojos abiertos desde el cielo. Hay otros que piensan que deberíamos ceder. Dejar ser, dicen. Yo sé que, aún con el tiempo que ha pasado, ahí me está esperando en algún lado y no descansaré mientras pueda seguir. Hasta encontrarlo…

Fragmento del cuento “Se llevaron a Rolando”.

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María Fernanda Lattuada
María Fernanda Lattuada
Reportera apasionada por la fotografía y temas sobre la defensa de la dignidad como: feminismo, migración, alimentación digna y desaparición forzada. Originaria de Tampico, Tamaulipas, pero sus ganas por dedicarse al periodismo la trajeron a Guadalajara.

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