«Que esto sea una pesadilla», ruega familia de veracruzanos desaparecidos en Texas

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Una familia veracruzana empeñó su casa para pagar al pollero que cruzaría a sus hijos a Estados Unidos; sin embargo, perdieron comunicación con ellos el lunes pasado, el día que fue hallado el tráiler con decenas de personas asfixiadas en San Antonio, Texas, la misma ruta que tomrían los jóvenes

Texto: Miguel Ángel León Carmona  / Pie de Página / E-Consulta Veracruz

Fotos: Yahir Ceballos

NAOLINCO, VERACRUZ.- El domingo 19 de junio, la familia Valencia Olivares asistió a misa en la capilla de San Marcos. Fue un día especial. Yovani y Jair, junto con su primo Misael, encomendaron sus vidas a Dios y pidieron llegar con bien a su destino, el estado de Texas. Todo estaba listo para emigrar y perseguir sus sueños: montar una zapatería, comprar un coche y pagar las deudas de sus padres.

En la comunidad de San Marcos Atexquilapan, ubicada en la zona montañosa de Veracruz, hay tres caminos para los jóvenes: trabajar en el campo cosechando maíz o ciruelas, fabricar zapatos de piel o emprender el sueño americano. Yovani, Jair y Misael eligieron la tercera ruta, como la mayoría en Naolinco. Tan solo la semana pasada 20 jóvenes se fueron a Chicago. 

Todo marchaba conforme a lo planeado. “Pa, ahora sí ya vamos para San Antonio”, avisó el menor de los primos, Yovani Olivares, ya en suelo americano, en su penúltima parada.

El mensaje lo escribió el lunes 27 de junio a las 11:16 de la mañana. Para entonces los tres jóvenes, Yovani y Misael, de 16 años, y Jair de 19, ya habían cruzado el río Bravo por Tamaulipas y estaban ocultos en una bodega de Laredo Texas. Allí un carro los trasladaría a San Antonio, su destino final.

Después de eso, sin embargo, la comunicación se perdió por completo. Ya no había mensajes de WhatsApp, ni llamadas al abuelo de los tres, don Balbino Olivares, a quien le contaban cualquier detalle de lo que era, sin duda, la aventura más grande de sus vidas.

La noticia de lo que es considerada la mayor tragedia de tráfico de personas de las últimas décadas en Estados Unidos llegaría a San Marcos hasta el martes 28 de junio. Cincuenta y tres personas habían fallecido hacinadas en un tráiler en San Antonio, Texas. 

La zozobra invadió a las familias de los tres naolinqueños porque las coincidencias eran muchas: la misma ciudad, la cercanía de las horas entre el último mensaje de Jair Olivares y el hallazgo del tráiler, además las autoridades confirmaban que 27 de 53 migrantes muertos eran mexicanos y que entre ellos había veracruzanos. 

“¿Cómo no voy a pensar que ahí iban mis hijos? Si a cada rato nos escribían por el teléfono. Además, después del lunes, no solo ellos nos dejaron de contestar, también el pollero al que teníamos que pagarle la otra mitad por cruzarlos”, dice Teófilo Valencia, padre de Yovani y Jair.

Teofilo Antonio Valencia Olivares, muestra fotografías de sus hijos Jair Valencia Olivares, 19 y Yovani Valencia Olivares, 16.

El hombre de tez morena tiene la misma nariz aguileña que sus hijos: Yovani, a quien le dice de cariño “El bocho” y Jair, alias “El pollo”. Del más chico, cuenta, extraña sus bromas y sus ocurrencias a la hora de la comida, del otro su gentileza y su deseo de romper la tradición en la familia de ser un empleado en una zapatería. Él sueña con montar su propio negocio y ser quien dé las órdenes y no quien las reciba.

“El bocho”, “El pollo” y “Misa” jugaban en el equipo de fútbol Deportivo San Marcos, dirigido por su abuelo, Balbino. Los tres se despidieron de sus compañeros a mitad de torneo antes de partir a los Estados Unidos. Yovani era defensa lateral, Misael defensa central y Jair delantero. Su madre, Yolanda Olivares, presume a la prensa un último trofeo de campeón de goleo en la liga de la región.

“De pronto pienso que estoy soñando, que esto es un sueño o una pesadilla y que mañana voy a despertar y ellos van a regresar. Le pido al gobernador Cuitláhuac García que me ayude a conseguir una visa temporal para ir a buscarlos. Ya no aguantamos esta desesperación”, dice Teófilo, quien cumple 72 horas sin dormir.

“Empeñé la casa para pagarle al pollero”

Pobladores de San Marcos Atexquilapan, en el municipio de Naolinco, Veracruz, acuden a un rezo por los tres jóvenes migrantes desaparecidos.

Teófilo dice que por sus hijos da todo, cuatro en total, y no exagera. Yovani y Jair le dijeron que se irían a Austin, Texas, a trabajar con unos primos en el negocio de la construcción. “En 4 años regreso, pa. Acabamos con las deudas y me hago mi casa. Porque esta es suya”. Así lo enteró de sus planes, junto a su primo y su “carnal”. 

El padre no dudó en apoyarlos y empeñó su casa de dos pisos, ubicada en la parte más alta de un cerro de San Marcos. El precio por cruzar con bien a sus hijos fue de 200 mil pesos por cada uno.

“Al pollero solo le pagamos 170 mil pesos. El acuerdo era que cuando mi familia llegara por mis hijos a San Antonio le depositábamos el resto. De ahí que estoy seguro que iban en ese tráiler. Porque ni el dinero me ha cobrado el pollero”, agrega el hombre cabizbajo. 

Los tres primos partieron de Naolinco la madrugada del martes 21 de junio. Cada uno llevaba dos mudas en una pequeña maleta. Solo Jair portaba su credencial de elector; los otros dos llevaban como identificación su certificado de secundaria. Se les vio partir a lo largo de una calle empinada y empedrada alrededor de las tres de la mañana.

Teófilo acompañó a los tres a la Central camionera de Xalapa. Allí los despidió con un abrazo y una bendición. De Xalapa viajaron a Ciudad de México y de México a Tamaulipas en avión. El viernes 24 de junio avisaron a su abuelo por teléfono que cruzarían el río Bravo.

“Abuelito, haga mucha oración por nosotros. Ya falta poquito. Una vez cruzando el río ya será todo más fácil. Dígale a la familia que recen mucho por nosotros”, recuerda Balbino mientras admira una foto enmarcada con sus nietos portando una camiseta del Deportivo San Marcos.

“Yo tengo fe en que mis nietos están vivos. Ellos iban todos los domingos a misa y predicaban la palabra de dios de casa en casa. Dios no se puede llevar a unos muchachos así. Y si su voluntad es llamarlos no queda de otra que ser fuerte”, agrega el hombre desde una silla de plástico donde espera noticias. 

La familia supo cuando Jair, Yovani y Misael llegaron a Laredo, Texas. “Los llevaron para una bodega y ahí esperaron sábado, domingo y lunes, hasta que mandaron mensajes que un carro iba a pasar por ellos”, recuerda Teófilo.

– Pa. Ahora sí ya nos vamos a San Antonio”, escribió Yovani.

-¿Apoco ya van a salir?

-Sii siii.

-Ah, sale. Ahí cualquier cosa me manda mensaje-, respondió Teófilo a las 11:50 horas. Desde entonces los teléfonos de los tres primos dejaron de funcionar.

Este 30 de junio, el director de Atención a Migrantes del gobierno de Veracruz, Carlos Enrique Escalante, adelantó que tres abogados de la Coordinación Nacional de Oficinas Estatales de Atención a Migrantes (Conofam) viajaron a San Antonio, Texas, para conocer la identidad de los veracruzanos que murieron en al interior de un tráiler.

El funcionario estatal reiteró que la información está muy limitada, por el proceso que siguen en el gobierno de Estados Unidos. Además, Rubén Minutti, cónsul general de México en Texas, informó hace unas horas que, de manera preliminar, 27 migrantes fallecidos provenían de 8 estados de la república: Veracruz, Guanajuato, Morelos, Oaxaca, Estado de México, Zacatecas, Querétaro y Ciudad de México.

Mientras no hay noticias de Jair, Yovani y Misael, en San Marcos Atexquilapan el pueblo reza y se mantiene en vela. Decenas de personas visitan a sus padres y les llevan pan, café y refrescos. La gente duerme por turnos, organiza rosarios y pasea la imagen del Santísimo por las calles.

Vista panorámica de la comunidad San Marcos Atexquilapan, donde habitan aproximadamente tres mil personas.

La unión y la amabilidad es característica en esta comunidad zapatera de no más de 2 mil habitantes. Apenas la noticia de la tragedia en Texas se difundió, parientes y amigos acudieron a las casas de las familias afectadas para llenarlas de ánimo.

Hay hombres que acarrean sillas a los invitados, mujeres que turnan para repartir comida y ofrecer novenarios y niños que corren a hacer mandados a la tienda, a comprar cerillos, cigarrillos o azúcar.

“Por aquí ayudar es normal. Hace ratito se fue un carro a un barranco. Rápido anunciaron en el megáfono y llegó un chorro de gente con cuerdas y entre todos lo sacamos”, cuenta un tío de los jóvenes desaparecidos. 

El hombre comparte cómo el caso de su familia solidarizó al resto de la población. El miércoles 29 de junio estaba programada una fiesta popular con música de banda y caña de Mahuixtlán. El anfitrión llamó a los músicos para cancelarlos; el refresco y la comida, dijo, “llévenlo con los Olivares”.

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Esta nota fue elaborada por E-Consulta Veracruz. Aquí puedes leer la original. 

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