Lo nefasto de las campañas electorales permanentes

Pesimismo Esperanzador

Por Jorge Rocha, académico del ITESO / @JorgeRochaQ

La carrera pre-electoral está con todo. Jalisco ya fue escenario de visitas de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y del canciller Marcelo Ebrard. Aunque no se justifica la presencia de ninguno de los dos en la ciudad, pretextos sobran para que ambos personajes se placeen por la ciudad y el estado, buscando mostrar el músculo político y evidenciando quiénes son sus bases de apoyo locales.

Faltan aún 20 meses para la elección presidencial del año 2024, pero los momentos políticos se asemejan a un periodo de pre-campañas. Las distintas fuerzas políticas por muchos años pidieron regular y erradicar dos prácticas comunes en este sentido: los actos anticipados de campaña y el uso de recursos públicos en favor de algún candidato o candidata. Ambas formas de actuar generan una plataforma desigual frente a un proceso electoral, ya que supone que un candidato tiene más tiempo de exposición que otro y porque se utilizan más recursos que los aprobados formalmente, además de que son recursos pagados por las y los ciudadanos y que tienen un destino diferente al de promover a una figura política.

Todos los partidos se han quejado de estas prácticas y todos los partidos han incurrido en ellas cuando lo pueden hacer, es decir, cuando tienen el poder. En este sentido, el grado de incongruencia por parte de la clase política es mayúsculo, pero esto no parece importarles. 

Ahora bien, ni el Instituto Nacional Electoral (INE) ni los institutos electorales locales han sido capaces de detener estas formas de proceder, que una y otra vez, se ven rebasados por los partidos políticos, algunas veces con mucha impotencia y otras con franca condescendencia. Esto provoca que vivamos en un escenario de campañas electorales permanentes, donde parece que todos los días hay elecciones. 

Este ambiente político, donde estamos en campaña permanente, provoca algunos problemas que a continuación detallo:

    1. Funcionarios distraídos. Cuando un servidor público entra en esta dinámica, es indudable que su gestión pública no será de tiempo completo, que la persona en cuestión estará dividida para lograr estos dos objetivos, e incluso tratará de “cuadrar” sus actividades como gobernante a sus pretensiones como candidato. Esto provoca que tengamos funcionarios públicos de tiempo parcial, que no focalizan todos sus esfuerzos a la tarea que les corresponde y por la cual fueron elegidos.
    2. Uso indebido de recursos públicos. Otra de las prácticas recurrentes, que ya citamos antes, es el uso de tiempos, infraestructura y recursos destinados a la función pública, que se destinan a la promoción de la o del futuro candidato. Esto, además de ser ilegal, desvía recursos que en principio deben de estar destinados a la resolución de problemas públicos.
    3. Hartazgo ciudadano. Desde hace tiempo las campañas electorales no entusiasman a nadie y si éstas son permanentes, este hastío se profundiza y genera que las y los ciudadanos se mantengan al margen de la discusión pública. La falta de interés provoca que el margen de maniobra y la falta de seguimiento de los ciudadanos a la clase política se amplie, con lo cual la posibilidad de tener buenos gobiernos disminuye.
    4. Incapacidad de tomar decisiones con alto costo político. Si un funcionario público gobierna estando en campaña permanente, es muy probable que no tome decisiones necesarias que le implique un costo político electoral y que el calculo de sus acciones no esté basado en el bien público necesario, sino en los votos que puede perder. Esto provoca que tengamos gobiernos que no asumen las soluciones óptimas frente a problemas de gran envergadura.
    5. Se privilegia a los hacedores de campaña frente a los administradores públicos. Cuando la mente del gobernante está en su campaña permanente, no busca que su equipo se conforme de personas que resuelvan problemas, más bien se allega de colaboradores que lo posicionen permanentemente. Se privilegia el cuidado de la imagen frente a la resolución de problemas. Esto a la larga provoca que tengamos gobiernos mediocres.
    6. Polarización política permanente. Si el funcionario público es un candidato perene, su necesidad de polarizar y confrontar es infinita, ya que tiene que distanciarse y diferenciarse de sus adversarios todo el tiempo. Esto provoca que su capacidad de acuerdos políticos sea reducida, y a su vez, genera que menos problemas, que requieren el concurso de todos, sean resueltos.

Para la ciudadanía es muy mala idea tener estos funcionarios públicos que se convierten en candidatas o candidatos permanente, ya que la posibilidad de gobernar mal es muy alta. La única forma de contrarrestar esta tendencia es que votemos en clave de resultados y no en función de las campañas. 

PD1. Sólo en Jalisco pasa que el gobernador del estado haga una gira en Europa, cuando el presidente de la nación más potente de ese continente nos visita. Es incomprensible que, en la visita del presidente de Alemania a la ciudad, no estuviera el gobernador.

PD2. El coqueteo entre Morena Jalisco y Hagamos es cada vez mayor, ¿será que estos partidos hagan una alianza anti-naranja?

Correo electrónico: jerqmex@hotmail.com

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Pesimismo esperanzador
“Pesimismo esperanzado” es una columna escrita por Jorge Rocha, Profesor e investigador del ITESO.

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