La gentrificación de los platos

COMER-SÉ

“Mientras viva podrán negarme esta tierra, 

pero no evitarán que me funda en ella cuando muera”

-Rafael Lechowski

Por Karina Peña / Twitter: @_Karinail / Instagram: karinail.pm

Antes de estudiar nutrición hice una carrera técnica en gastronomía, la verdad en ese momento mi elección fue meramente por descarte y no tanto por una convicción real, sin embargo, eso me llevó a conocer el mundo de la “alta cocina”. 

Durante muchos años, todos mis trabajos estuvieron dentro del ámbito restaurantero y una de mis grandes pasiones se convirtió en apreciar lo gourmet del alimento, conocía qué cubiertos se ponen en la mesa, cuáles copas utilizar, las reglas de etiqueta, los maridajes perfectos, tenía una obsesión por ir a los lugares que se decía eran los “mejores para comer” y emitir mi propia crítica. Claro está que aprendí muchísimas cosas, pero  dentro de estas, me di cuenta de que este ambiente me enseñó a discriminar. 

El acto de comer significó para mí una serie de requisitos en cuanto a conocimientos y comportamientos para poder clasificar a quienes sí sabían comer y quienes no, que por lo general iba ligado a descifrar el poder adquisitivo que tenían las personas y justificarlo con un “claro que sabe comer, tiene dinero”, pero además de esto, no sólo juzgaba a las personas si no al mismo alimento que también debía cumplir con las características estéticas necesarias para ser capaz de producir placer a quién lo consumiera. 

Ahora sé que este pensamiento es cruel y absurdo, cabe destacar que me declaro totalmente rehabilitada, pero dolorosamente este tipo de creencias pueden verse potencializadas en nuestra sociedad debido al proceso de gentrificación que sufrimos.

Este proceso es cada vez más visible dentro de nuestra ciudad, lo podemos notar en el encarecimiento de la vivienda y los alimentos, la transformación del paisaje y sobretodo el desplazamiento de la población originaria de un sector o barrio por otra que evidentemente pertenece a un nivel socioeconómico mayor, que en muchos casos también son extranjeros. 

Uno de los ejemplos que se me ocurre mencionar, que al menos para mi, ha sido de los más representativos de este atroz cambio es la remodelación del mercado Corona en el Centro Histórico de Guadalajara, la cual comenzó con un “accidental” incendio del segundo piso del mercado en el 2014, pero que terminó por ser demolido en su totalidad solamente dos semanas después.

El intento de renacimiento de este espacio surgió transformado en un atractivo turístico, luciendo una arquitectura que nos remonta más al concepto de un centro comercial que a un mercado local. Los puestos de comida tradicional, herbolaría, dulces típicos y la asistencia a este “mercado” ha sido sacada de su naturaleza para ser convertida en una experiencia atractiva y en algunos casos hasta exótica, respondiendo a una discriminación cultural, donde es necesario folklorizar nuestros propios espacios y costumbres para que sean aceptados.

Bueno, y esto en los pocos lugares que lograron mantenerse dentro del mercado, ya que, muchos locatarios que tenían prácticamente toda su vida ubicados aquí, fueron desplazados por negocios de cadena y a otros tantos les redujeron el espacio que tenían asignado para darle más visibilidad a  “nuevos y mejorados atractivos gastronómicos”.

De seguir a este paso, acceder a los alimentos típicos de nuestras ciudades será posible solamente pagando un precio excesivo por ellos, en lugares elitistas y además con recetas tropicalizadas a los gustos de quién pague mejor, un ejemplo de esto es el fenómeno que ha ocurrido con las salsas de chile que ya no pican en la CDMX que han sido modificadas a las preferencias de sus nuevos residentes. Llegará un punto en el que nos sintamos extranjeros en nuestra propia tierra, sin conocer nuestros sabores ni nuestra cultura, misma que ha sido mercantilizada.

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Karina Abigail Peña Mendoza es licenciada en nutrición por la Universidad de Guadalajara, una mujer apasionada por la alimentación, sobretodo, por los fenómenos sociales que la determinan, esto me ha llevado a colaborar en diversos proyectos enfocados en temas como seguridad y soberanía alimentaria, redes alimentarias alternativas, agricultura familiar, Derecho Humano a la Alimentación Adecuada y más recientemente Antropología de la alimentación.

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