Cómo acabar con la pediatría trans

¿De qué manera grupos conservadores mexicanos están exportando de Estados Unidos discursos transfóbicos y antigénero, a través de eventos como CPAC México? En este texto, Julianna Neuhouser lo explica con detalle y mirada crítica.

Por Julianna Neuhouser

“Les mutilaron, les amputaron sus senos, sus genitales, les dejaron castrados, emasculados, y a menudo, con la imposibilidad de ser padres y madres alguna vez”, dice la ponente, hablando frente un auditorio lleno en el Hotel Westin Santa Fe. 

“Les comparto la historia de Chloe Cole. Chloe, a los trece años, empezó un tratamiento de hormonas, a los quince le amputaron los senos, y a los 16 se arrepintió. Resulta que Chloe, como nos ha pasado a muchos de nosotros cuando tenemos esta inconformidad, esta incomodidad cuando nos brotan las nuevas formas de la adultez, a un muchacho le dio curiosidad y le tocó los senos. En lugar de abordar lo que se llama un abuso simple, el psicólogo le recomendó a su madre elegir entre tener una hija muerta o un hijo vivo, entonces tomaron la solución de amputarle sus senos en lugar de abordar el trauma”.

El caso de Cole es emblemático del llamado movimiento detrans —las personas que alguna vez habían empezado una transición de género, y luego se arrepintieron por alguna razón u otra, regresando a una identidad de género acorde con su sexo asignado al nacer, aunque a veces ya habían pasado por una serie de cirugías—. El tema detrans se ha vuelto una de las mayores polémicas médicas de nuestros tiempos, con algunas voces sosteniendo que estas intervenciones quirúrgicas constituyen “daño irreversible” y deben ser prohibidas, mientras otras más argumentan que muchas personas terminan detransicionando por presión familiar, porque les cuesta encontrar trabajo como persona trans o por una crisis de salud mental, y la mayoría terminan retransicionando cuando están en mejores condiciones.

Pero la historia de Chloe Cole no fue presentada como parte de una conferencia de pediatría, un debate sobre las mejores prácticas médicas para niños y adolescentes que reportan disforia de género o una identidad trans/nobinarie, sino en la primera edición mexicana de la Conservative Politial Action Conference (CPAC), organizada en la Ciudad de México a finales de 2022. 

La misma ponente que expuso el caso de Chloe Cole, la activista provida ecuatoriana Mamela Fiallo, terminó su discurso con la siguiente declaración:

 “Así como las feministas falsamente y en profundo desconocimiento de nuestra historia dicen, ‘Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar’, sabiendo que en verdad son nietas de Isabela la Católica que expulsó a los moros y por lo cual son libres, somos en verdad los nietos de los cristeros que no pudieron fusilar”.

La primera edición de CPAC fue organizada en los Estados Unidos en 1974, donde el entonces gobernador Ronald Reagan dio la conferencia magistral. Desde entonces, se ha vuelto uno de los foros más importantes de la derecha estadounidense, a menudo usado por precandidatos presidenciales del Partido Republicano para medir las aguas. En años recientes, se ha expandido a otros países, como Brasil, Hungría, Japón y Corea del Sur, como parte de la nueva estrategia de la internacionalización de la derecha.

En 2022, llegó a México, constituyendo una suerte de Coachella conservadora con figuras que van desde el sindicalista anticomunista polaco Lech Walesa hasta Rodrigo Iván Cortés del Frente Nacional por la Familia, pasando por Steve Bannon, Eduardo Bolsonaro, Carlos Leal, Santiago Abascal, Javier Milei, José Antonio Kast y Eduardo Verástegui. La misma Cole fue una de las ponentes en la CPAC 2023 en los Estados Unidos. 

En su intervención, Cole habla de cómo desarrolló disforia de género a los 12 años, empezando a transicionar al año siguiente y detransicionando a los 16 años; dijo que había sido engañada por las redes sociales y lo que llama la propaganda LGBT que encontró en la comunidad de los videojuegos. Al día siguiente de la conferencia, el comentarista Michael Knowles proclamó que “Por el bien de la sociedad, hay que erradicar el transgenerismo (sic.) de la vida pública en su totalidad”. 

Aunque su discurso público está dirigido a un público general, Cole suele pronunciarlo desde estos escenarios de la ultraderecha, a veces acompañada por los Proud Boys, un grupo de choque trumpista —hasta su abogada había sido la asesora legal a la campaña presidencial de Donald Trump en 2020—. 

El movimiento detrans no siempre fue así.

“Fui una de las fundadoras de la escena,” dice Ky Schevers, una ex-detransicionadora que ahora se identifica como una mujer transmasculina: “Al principio no estaba organizado, solo éramos un puñado de jóvenes que antes habíamos sido hombres trans, detransicionando y volviéndonos feministas radicales”. 

Cuando Schevers entró en contacto con otra detransicionadora llamada Devorah Zahav, empezaron a desarrollar juntas la teoría de que la disforia de género en personas transmasculinas es una respuesta al trauma de vivir como mujer bajo el patriarcado: “Tuvimos historias parecidas de trauma, y ella tenía un don por juntar a la gente que estaba simplemente blogueando sobre sus experiencias y crear una comunidad de verdad”. 

Zahav también empezó a tender puentes con generaciones anteriores de feministas radicales: “Se sentía que estábamos creando algo nuevo y emocionante, al principio fue un grupo de personas muy cercanas que estábamos creando nuevas ideas, nuevas teorías, una nueva subcultura”, dice Schevers, que lamenta la brecha entre lo que quisieron hacer y lo que realmente hicieron.

“Estaba intentando ayudar a gente como yo, a sobrevivientes de trauma, a personas que han sido lastimadas por el patriarcado… pero estaba mezclado con toda esa basura antitrans”.

Hay una brecha bastante grande entre esta visión de la disforia de género como un efecto secundario del patriarcado y la exigencia de Fiallo en CPAC México de “una contrarrevolución que necesita a damas y caballeros”, aunque también hay una línea de continuidad. 

La primera señal del interés creciente de la derecha en las detransicionadoras radfems fue la publicación en 2017 de un libro titulado El borrado de las mujeres en el que tanto Zahav como Schevers contribuyeron con textos. Con un prefacio de Germaine Greer y un capítulo escrito por Sheila Jeffreys, parecía simplemente otra antología del feminismo radical —pero otro de los capítulos recopila una serie de textos del American College of Pediatricians (ACPeds) sobre las infancias trans—. 

A pesar de su nombre, ACPeds no es una organización profesional sino lo que el Southern Poverty Law Center (SPLC), que monitorea los discursos de odio en los Estados Unidos, llama “un grupo marginal de odio anti-LGBT”. 

ACPeds fue establecida en 2002 cuando la American Academy of Pediatrics adoptó una posición a favor de la adopción homoparental y 60 de sus 60 mil miembros dimitieron en protesta para fundar “una organización basada en los valores judeocristianos”. 

Michelle Cretella, la administradora ejecutiva de ACPeds, dijo que El borrado de mujeres era “una obra maestra”, la prueba de que “las feministas radicales y los conservadores, incluyendo a católicos devotos y evangélicos, pueden hablar con una sola voz no solo contra el transgenerismo sino contra todas las formas de explotación sexual”.  

En estos años, también empezaron a surgir otras narrativas en las que la disforia de género ya no es el producto del patriarcado sino un contagio social provocado por las redes sociales —“nosotras le habíamos echado la culpa a la sociedad y a la familia patriarcal, lo cual no es exactamente lo que quería la derecha”, dice Schevers—: 

“Por eso necesitaban nuevas narrativas y un nuevo grupo de gente”. Y este nuevo grupo de gente estaba dispuesto a dar testimonios que cumplían con la nueva narrativa —limpios, victimistas y sin complicaciones— en lugar de aquellos elementos que marcaron los testimonios de la generación anterior de detransicionadoras, esto es, el procesamiento público de traumas, deseos, equivocaciones y todas las razones que podrían llevar a alguien a empezar una transición de género y luego dar un paso atrás. Algunas han denunciado la manera en que sus historias han sido instrumentalizadas para impulsar una agenda antiderechos —en su libro Detransición, la feminista radical Max Robinson habla de cómo “los conservadores han retomado el hábito de apropiarse de las historias de mujeres detransicionadas”, y hasta la fecha Robinson sigue intentando aferrarse a sus ideales en torno al separatismo lésbico— mientras Schevers se desilusionó con los ideales que había tenido hasta ese momento. “Fue muy traumatizante”, dice, explicando que no sabía que la editora de El borrado de las mujeres también iba a incluir textos de la derecha.

“Me hizo cuestionar si realmente estaba haciendo trabajo feminista si la derecha cristiana puede usarlo como propaganda”.

Chloe Cole empezó a dar su testimonio en 2022, a los 17 años, para oponerse a un proyecto de ley prohibiendo los ECOSIGs en Luisiana, enviada ahí gracias al apoyo conjunto de una organización de feministas radicales y otra de mujeres evangélicas; simplemente leyó una declaración previamente preparada. 

Desde entonces, ha volado de un rincón de los Estados Unidos a otro para cabildear en favor de leyes que restringen los derechos de las infancias trans y criminalizan a los doctores que les atienden en estados como Florida, Idaho, Kansas, New Hampshire, Ohio, South Dakota, Tennessee y Utah. 

Aunque estas leyes son presentadas como medidas tendientes a proteger a las infancias de cirugías invasivas, frecuentemente son acompañadas por medidas generales contra la comunidad LGBT —en Florida, por ejemplo, hay tantas restricciones sobre el Tratamiento de Reemplazo Hormonal que los adultos trans ya no pueden surtir sus recetas, forzándoles a mudarse a otro estado o detransicionar en contra de su voluntad, mientras que Tennessee ahora cataloga expresiones culturales de la comunidad LGBT, como el drag, como entretenimiento adulto a la par de la pornografía o el tabledance—. “Su rol es ser un símbolo”, dice Schevers sobre Cole, explicando que es difícil encontrar quién es como persona más allá de su historia de victimización y el alto nivel de curaduría en sus atuendos instagrameables, agregando que su imagen pública como una joven blanca le ayuda a evitar cuestionamientos sobre sus alianzas con la ultraderecha. “No toda chica de 18 años se lleva con fascistas, no es que le falte agencia”.

*

Sólo meses después de la presentación de la historia de Cole en CPAC México, estas medidas empezaron a tener copias nacionales: en febrero, la diputada panista América Rangel presentó una iniciativa para prohibir que menores de edad se sometan a tratamientos de cambio de sexo o reasignación de género, lo cual sería castigado con cárcel para el médico. 

Dice que está intentando proteger a los niños de mutilaciones genitales, pero Rangel quiere armar una campaña sobre el daño irreversible de la transición pero sin detransicionadores: cuando le preguntan por más detalles sobre esas supuestas mutilaciones genitales, calla. Dice que hay dos familias que han acudido con ella, y que tienen historias desgarradoras, pero es incapaz de dar a entender lo que les puede haber pasado. 

Daniela Muñoz Jiménez, una médica trans y miembro de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH), la organización que emite los Estándares de Cuidado usados alrededor del mundo para regular las transiciones de género, dice que “es falso que hay mutilaciones genitales a —deja tú infancias, adolescencias—”. 

Según Muñoz Jiménez, sí hay un par de personas trans en el mundo que han tenido cirugías genitales cuando eran menores de edad, citando el caso de la cantante alemana Kim Petras, pero enfatiza que éste es un caso muy aislado (la misma Petras tuvo que armar una campaña mediática para conseguir un permiso especial para tener la cirugía a los 16 años): “Es el caso más joven que ha habido de vaginoplastia”, dice. 

“La gran mayoría, de hecho te podría decir que prácticamente el 99.9% de las personas que tenemos una vaginoplastia, lo hacemos mucho después de los 18 años”.

Mientras tanto, asegura que “nunca ha habido, nunca jamás, una faloplastia en chicos trans en personas ni siquiera menores que 20, 22 años porque es complicadísimo, es complejísimo”, dado el grado de dificultad de esa operación. 

Muñoz Jiménez reconoce que a veces las mastectomías se practican con pacientes más jóvenes, pero sólo cuando los papás están de acuerdo y cuando las evaluaciones psicológicas y psiquiátricas salen bien. Y, como pasó con Kim Petras, cuando los chicos trans lo piden “a gritos, literalmente”—lejos de ser víctimas de los médicos, bajo el enfoque del cuidado afirmativo de género, los pacientes son los que exigen lo que quieren—. Entonces, ¿qué pasa con las infancias trans? Les aplican bloqueadores de pubertad, un tratamiento reversible que les da la oportunidad de posponer su pubertad hasta la adolescencia tardía, cuando pueden escoger entre pasar por la pubertad natural de su sexo asignado al nacer o por un tratamiento de reemplazo hormonal.

No hay una edad en particular en la que se empiece a aplicarlos, dice Muñoz Jiménez, porque las personas empiezan sus procesos de desarrollo sexual a diferentes edades —pueden empezarlos desde los 11 años a los 16—. “Es un standby del desarrollo sexual”, dice. 

“No hay ningún efecto irreversible, no hay ningún efecto de masculinización o feminización, nada. Simplemente paramos el desarrollo sexual. Todo lo demás sigue normal”. 

El texto de la iniciativa de Rangel no cita ningún caso de México. Sólo habla del caso de una niña trans de Texas con padres divorciados; según Rangel, la niña “había pedido un juguete de niña y le gustaba mucho cantar las canciones de los personajes principales de ‘Frozen’, personificada por dos mujeres… la madre de James lo trasladó a California en donde se aprobó una reforma legal que posibilita la castración y la conversión transexual y transgénero de menores con la autorización de uno de sus padres”. 

Como el único antecedente que apoya su iniciativa, hay que examinarlo bien. De fondo, se trata de un divorcio particularmente feo, con una niña trans al centro; cuando solo unx de los padres acepta la identidad de género de su hijx, casi siempre es la madre, y así fue aquí.

La madre, Anne Georgulas, ganó la batalla de custodia, pero ha privilegiado la privacidad de su familia y no suele hablar con los medios, mientras el padre, Jeff Younger, vuelve a litigar el caso en el tribunal de la opinión pública una y otra vez. Y tal vez tiene sentido: mientras los jueces siempre reafirman la custodia de la madre —uno le dijo que “el padre haría bien en buscar un abogado competente”, mientras otro opinó que “sus preocupaciones… son completamente especulativas en todo caso”— su narrativa de luchar contra la inminente castración de su hijo se ha vuelta viral en redes sociales y ha captivado los medios amarillistas (hasta la fecha, la joven Luna Younger no ha recibido ningún tratamiento médico relacionado con su transición de género). Quien también tomó la acusación en serio fue Ken Paxton, el fiscal de Texas. 

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En octubre de 2019, su asistente, Jeffrey Mateer, escribió al Director del Departamento de Servicios para la Familia y de Protección, instruyéndole que, “ pesar del hecho de que un jurado ya ha fallado en la cuestión de la custodia ante los tribunales, el Departamento tiene la obligación independiente de investigar esta situación”. Mateer enfocó su atención a la clínica de género del Hospital Infantil de Dallas, donde la madre supuestamente iba a buscar tratamiento para su hija: “Estamos especialmente preocupados que el Departamento no haya intervenido en este caso en que una madre está usando supuestos profesionales médicos para fundamentalmente alterar la fisiología de su hijo”, escribió Mateer. 

“Pedimos que usted abra una investigación en este asunto lo más pronto posible y actúe conforme a sus poderes extraordinarios para proteger al niño en cuestión daño permanente y potencialmente irreversible por parte de su madre”.

Monty Bennett, un multimillonario trumpista, empezó a atacar Genecis, la clínica de género del Hospital Infantil de Dallas, escribiéndoles por privado. Aunque empezó sus correos pidiendo más información sobre los programas del hospital, Bennett rápidamente escaló a amenazas y acusaciones de abuso infantil: “¿Está mal que daré testimonio, por mi propia voluntad, de que ustedes sabían (por medio de este correo) que hay muy poca evidencia de que su programa de esterilización es seguro o eficaz?” dijo Bennett. “Por favor, dejen de hacer daño a nuestros hijos. Antes de que sea demasiado tarde”. 

En 2021, Bennett lanzó un nuevo periódico que abiertamente tomó el lado de Jeff Younger, primero con una cobertura aduladora en favor de la precampaña  del propio Younger que ahora aspiraba a un puesto en la legislatura estatal (no llegó a la elección general) y, posteriormente, con una segunda campaña en contra de la jueza que había otorgado la custodia de sus hijos a su exesposa. 

El periódico cubría manifestaciones contra Genecis que habían sido organizadas por ONGs supuestamente texanas pero registradas en el estado de Delaware mientras publicaba artículos acusando a la clínica de “castración química” y “mutilación genital” (Genecis no ofrecía cirugía a ninguno de sus pacientes, y solo ofrecía Terapia de Reemplazo Hormonal a sus pacientes mayores). En noviembre de 2021, Genecis cerró sus puertas. Aunque el hospital públicamente negó que la decisión involucrara consideraciones políticas, un audio filtrado de una llamada entre doctores y administradores reveló la presión que estaban recibiendo por parte del gobernador. “El tiempo no está de nuestro lado”, dijo un doctor.

La estrategia usada contra Genecis se volvería un modelo para ser copiado: los correos de Bennett fueron recopilados en un PDF llamado “Como definanciar la pediatría trans” por ACPeds, el cual sufrió una filtración masiva de documentos en abril de este año, cuando esta organización dejó su Google Drive interno en público. Mientras, por un lado, el gobierno de Texas evaluaba medidas para castigar a los padres que apoyaban la identidad de género de sus hijes, por otro lado, sostuvieron reuniones en las cuales buscaron asesorarse de la ACPeds. 

En octubre de 2021, en respuesta a una pregunta sobre la aplicabilidad del Código Familiar de Texas en estos casos, André Van Mol, codirector del Comité de Sexualidad Adolescente de ACPeds, escribió a Paxton para informarle que, en su opinión, “la castración química y mutilación quirúrgica de cuerpos por lo demás saludables no es asistencia médica y cumple con los criterios de abuso infantil en Texas”. 

Esta posición va en contra de las recomendaciones no solo de WPATH, pero también de la American Academy of Pediatrics, la American Medical Association, la American Psychological Association y la Endocrine Society. Cuatro meses después, Paxton declaró que la pediatría trans constituye abuso infantil, citando muchos de los mismos argumentos que Van Mol, los cuales borran la línea entre afirmar el género autopercibido de le niñe al dejarle usar la ropa y nombre que le plazcan, los tratamientos reversibles como bloqueadores de pubertad, los tratamientos semireversibles como el Tratamiento de Reemplazo Hormonal y los tratamientos irreversibles como las cirugías genitales. Por lo tanto, el estado podría intervenir para separar a las infancias y adolescencias trans de sus familias.

Desde que el gobierno texano empezó a implementar estas medidas, muchas familias han huido del estado, y de otros estados que han tomado medidas parecidas, para proteger a sus hijes. Una encuesta reciente revela que el 8% de la población trans de aquel país ya se ha mudado de estado a causa de estas medidas, mientras otro 43% está pensando en hacer lo mismo, apuntando a los principios de una crisis de desplazados internos en los Estados Unidos la cual afectaría  potencialmente a cientos de miles de personas.

 A finales de 2022, Anne Georgulas se unió a ese éxodo, llevando a sus hijes a California: “Yo me muevo en círculos bastante cuirs, y parece que todos conocen a alguien que está escapando del estado, que ya se escapó del estado o está en el proceso de hacerlo”, dice Kit O’Connell, une periodista texane. “También estamos perdiendo muchos doctores, nos está pegando la fuga de cerebros”.

 En el Centro Médico Ascension Seton en Austin, todos los doctores que trabajaban en atención para adolescentes “se salieron” por la presión política que estaban recibiendo de Paxton —no todos eran doctores que trabajaban con adolescentes trans, sino con adolescentes, apuntó—. “Había pacientes que estaban recibiendo atención para trastornos alimenticios cuyos doctores ya no están disponibles por el ataque contra el cuidado afirmativo de género”, dice O’Connell. 

El propio Paxton se encuentra más aislado que nunca pues actualmente enfrenta un juicio político por corrupción y abuso del poder a causa de una serie de acciones  no tan diferentes a las que realizó en el caso de Younger pues Paxton hizo un uso indebido de su cargo al entrometerse con asuntos que no eran de su jurisdicción. Desafortunadamente, para comienzos de junio el gobernador ya había firmado una ley modificando sus medidas contra las infancias trans, razón por la cual el éxodo LGBT de Texas continúa. 

***

Raúl Cruz Villanueva, analista de medios, explica que figuras como América Rangel están importando esta guerra cultural desde los Estados Unidos y sobre ello mismo comenta que:

“es muy evidente que hay una organización en mover narrativas específicas y narrativas unificadas, pero no sé si esta organización también implica una organización desde la práctica y desde la organización más de base”. 

Agrega que la manera en que esas narrativas son importadas revela una ignorancia de la realidad nacional: si una de las quejas de Younger fue justo que la escuela dejó que su hija escogiera la ropa que quiere usar, “el contraejemplo más claro de esto es el caso de esta estudiante de primaria en Oaxaca que no la dejaron entrar a la escuela por dos semanas con todo y que tenía orden del juez, orden de la SEP, orden de la autoridad regional para dejarla tomar clases con un pantalón”, dice:

“Ni siquiera era un chico trans, era una morra que no quisiera ir a la escuela con falda. Y justamente ahí es donde la comunicación de esta importación de discursos se rompe por completo”. 

Pero lo que gana alguien como Rangel en el proceso es visibilidad pues la transfobia está tan normalizada en México que ni siquiera se le permite a una niña cis el que se vista de pantalón en una escuela pública, lo cual evidencia hasta que punto esta forma de discriminación se entremezcla con el sentido común: “Nadie pensaba en antes de que sacara sus bulos transfóbicos, sus iniciativas transfóbicas”, dice. “No había nada de su labor como política para meter una discusión al nivel nacional o al nivel local que la diferenciara de toda la camada panista”.

Semanas después de que Rangel presentara su iniciativa al congreso de la Ciudad de México, hubo una manifestación organizada por las organizaciones LGBT VIHve Libre y LLECA: Escuchando la Calle. “Hasta ese momento, nadie se había posicionado al respecto”, dice Victoria Samano de LLECA. “Ninguno de los otros diputados o diputadas dentro de este congreso le había puesto un alto”. Pero cuando estos grupos de activistas llegaron al congreso, en vez de encontrar una disposición al diálogo, dice que se toparon con la indiferencia y la burla.

 Samano y una de sus compañeras lograron entrar al edificio con la intención de llegar a donde los diputados estaban sesionando y tomar la tribuna para que su mensaje contra los discursos de odio pudiera ser escuchado: “Nos lanzan el polvo químico de los extintores, pero lo lanzan directamente a nuestras caras”, dice Samano: “No puedes respirar, se te anula la vista”. 

Paulette, su compañera con quien había entrado, logró salir del congreso, ahuyentada por la violencia que estaban recibiendo. Ya sola, los policías rodearon a Samano: “Aprovechan la poca visibilidad que había por el polvo químico y me empiezan a golpear en las piernas, me empiezan a dar patadas y con los extintores los azotaban en mis pies”.

Los policías siguieron atacándola hasta que alguien en un grupo de mujeres dentro del congreso le reconoció e intervino y le pudo sacar del edificio: “Hubo algunos medios de comunicación que sí lo manejaron tal cual como era, sin embargo, esos eran muy pocos”, dice, mientras la mayoría de los medios mexicanos basaron su cobertura en estereotipos sobre la violencia de las mujeres trans, o de plano se negaron a referirse a ellas como mujeres.

“Nos criminalizaban, decían que nosotras habíamos golpeado al personal de seguridad, cuando eso ni siquiera era cierto, porque éramos dos mujeres dentro del congreso contra unos veinte hombres, aproximadamente”. 

Samano enfatiza que estos sesgos recurrentes en la cobertura que dan los medios sobre la comunidad trans tienen efectos hasta en la agenda legislativa del país. “A través de estos últimos años, hemos visto cómo los grupos y partidos de derecha han ido perdiendo terrenos políticos”, dice Samano. “Ahora que surge con mayor auge estos discursos a nivel mundial, lo que hace la derecha en México es tomarlos para posicionarse de nuevo políticamente”.

La iniciativa de Rangel no ha avanzado, pero su presencia mediática explotó desde entonces. 

La semana siguiente, la diputada federal Teresa Castell presentó un proyecto de ley parecido en la Cámara de Diputados, y así empezó a surgir un nuevo grupo de legisladoras panistas que basan sus estrategias en atacar los derechos de la comunidad trans. 

Castell en particular ha buscado una alianza con los sectores transexcluyentes del feminismo radical, invitando a San Lázaro a la polémica escritora Laura Lecuona a presentar su libro Cuando lo trans no es transgresor:

“La invitación me la hace una mujer, una vez oí a esa mujer contar parte de su historia, y es una historia que se repite en las vidas de las mujeres aunque se encuentren en extremos opuestos del globo y en extremos opuestos de la política”, dijo Lecuona, denunciando los “despliegues de violencia masculina como la que vivió América Rangel hace unas semanas, el día que unos hombres envalentonados irrumpieron en el Palacio Legislativo de Donceles con propósitos declaradamente violentos”. 

El evento sirvió para convocar una alianza amplia en contra de los avances de los derechos trans: Paulina Mendoza Castillo de la organización Mujeres Incidiendo argumentó que el aborto solo sirve para dividir a las mujeres: “Tenemos que quitarnos estas ideas que traemos todas de que yo no puedo sentarme a hablar con alguien que está en contra de ”, dice Mendoza Castillo. “No vamos a coincidir en ciertos temas, pero en este vamos a cerrar filas”.

Lecuona también es la presidenta de la filial mexicana de Women’s Declaration International (WDI), una alianza internacional que aboga por la eliminación del “transgenerismo”, el mismo término despectivo utilizado en la CPAC.

En México, sus organizaciones adheridas incluyen colectivas y asociaciones civiles como Las Brujas del Mar y la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC), pero también grupos como Raíces Radicales, el cual ha sido señalado como un grupo de choque de Alfredo del Mazo.

WDI ha participado activamente en la campaña legislativa contra los derechos trans en los Estados Unidos: la presidenta actual de su filial estadounidense, Kara Dansky, estaba incluida en una lista de correos que también contenía los contactos de Michelle Cretella y Andre Van Mol de ACPeds, así como de detransicionadores, legisladores republicanos, miembros del think tank conservador Heritage Foundation y abogados del grupo de litigio estratégico cristiano Alliance Defending Freedom; esta lista de correos fue fundamental para organizar una estrategia encaminada a restringir los derechos de las infancias trans. 

En estos correos filtrados, se había hablado de las posibilidades de criminalizar el cuidado afirmativo de género ya desde 2020, un año antes de la aprobación de la primera ley que lo haría una realidad. Inspirado en lo que “están diciendo Michelle y Kara ”, un exmiembro de ACPeds llamado Michael Laidlaw introdujo la idea de que los doctores que dan cuidado afirmativo de género son criminales. “El médico es finalmente responsable por el daño, dado que es la única persona que puede firmar las recetas y usar el bisturí y herramientas quirúrgicas en el quirófano”, escribió Laidlaw. 

“El médico es un criminal en estas situaciones y debe ser procesado por la ley”. Estos correos salieron a la luz porque uno de los detransicionadores en el grupo, como Schevers, también empezó a sentirse manipulado por la derecha y, después de una crisis de salud mental, reinició su transición y ahora es conocida como Elisa Rae Shupe. De las acciones que tomó durante sus años de detransición, Shupe dice que “no hay excusa”.

Pero el romance con el feminismo radical transexcluyente no se limita a la derecha.

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Mientras la senadora panista Lilly Tellez despotricaba contra un evento de drag para niños organizado con motivo del Día del Niño y de la Niña, diciendo que representaba un intento de “manipular las mentes de los niños para que tomen una opción deliberada” —haciendo eco a la teoría de contagio social de los Estados Unidos— y América Rangel argumentaba que el apoyo al drag representa “la agenda pedófila de Morena a todo lo que da”, Dana Corres, una veterana del movimiento #YoSoy132, también escribió en Twitter que:

“ay evidencia de que detrás del drag para niños y niñas, existen también redes de pedofilia que forman parte de un movimiento más amplio que busca la despatologizacion de la pedofilia”.

Corres también forma parte de un grupo sheinbaumista llamado Mujeres en Resistencia Pacífica, organizado para regalar flores a las mujeres policías durante la manifestación del 8M de 2022 y reactivado en el contexto preelectoral para organizar charlas pro-Sheinbaum. 

La propia Claudia Sheinbaum, aunque habla de la Ciudad de México como una ciudad de derechos, ha tenido una relación tensa con la comunidad LGBT, con una serie de incidentes que van desde la promoción de grupos transodiantes por parte de canales de televisión oficiales del gobierno de la Ciudad de México (específicamente en el programa en Capital 21 de Renata Turrent, quien también es integrante de Mujeres en Resistencia Pacífica) hasta la desastrosa Marcha del Orgullo que quiso encabezar en 2022, llegando tarde y desatando una guerra de comunicados entre diferentes colectivos de la diversidad sexogenérica denunciando las groserías y comentarios discriminatorios del personal de su gobierno.

Hay un vaivén raro aquí. 

El PAN repite un discurso que copió del Partido Republicano, que a su vez surgió de una alianza con las feministas radicales, y que luego es retomado por las militantes feministas de un partido de izquierda. “Ocurre este fenómeno extrañísimo en que el Partido de Acción Nacional se vuelve feminista”, dice una mujer en un evento de Mujeres en Resistencia Pacífica. “Algo sucede”. 

Pero también es extraño ver una mesa de discusión en que llaman “facha” a Lilly Tellez cuando varias de las presentes concretamente comparten posturas con ella. Algo sucede. 

Una nueva alianza está surgiendo contra el liberalismo globalista, dice el filósofo neoreaccionario Aleksander Dugin en su libro más reciente, una que une sectores tradicionalmente izquierdistas y sectores tradicionalmente derechistas. Al centro de su análisis de la decadencia del liberalismo occidental pone “la destrucción del género como algo objetivo, esencial e irreemplazable”.

Y es este tema el que ha logrado unir feministas radicales y evangélicos, el PAN y ciertos sectores del obradorismo: el odio y el medio hacia la diferencia sexo-genérica. Y tal vez no van a coincidir en ciertos temas, pero en este van a cerrar filas.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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