El maestro del berrinche

Oxímoron

Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica

@andybrauni/@lamamacosmica

Durante las vacaciones mis papás, mi hermana, su esposo, mi hijo y yo viajamos a Oaxaca. Durante cuatro días paseamos, disfrutamos, conocimos nuevos lugares, hubo nuevas experiencias, comida deliciosa, muchas risas, mucho llanto…y con un niño de cuatro años nos acompañaron también los infames “berrinches”. 

Ufff antes de seguir debo ser muy honesta y aclarar que las reflexiones que vertí en esta columna son resultado de un periodo de casi 6 semanas desde ese viaje, tiempo en el que he podido procesar y repensar estas situaciones. Me encantaría decirles que fui la mamá que desde la crianza amorosa acompañó y contuvo a su pequeño, que respiraba con él y le brindó un lugar seguro para expresar su sentir… pero nada más alejado de la realidad, porque estoy segura que le debo una disculpa a mi familia a quienes les tocó terminar de contenerme también a mí. 

Ahora bien, primeramente habría que entender qué son los mal llamados berrinches y también que no son sinónimo de “desobediencia” o mal comportamiento. Desobedecer implica que el niño o niña cruzó un límite o no hizo lo que se había acordado. El “berrinche” en les niñes es un desborde emocional que sucede para expresar una emoción desagradable en respuesta a una situación que le genera mucho estrés y ante la cual aún no hay capacidad para autorregularse, además (y esto me parece sumamente importante de entender) la personita en cuestión percibe que su sentir no es comprendido, básicamente que sus emociones son invalidadas y se detona una respuesta explosiva ante esta frustración…¿les suena personas adultas que me están leyendo?

Biológicamente también existe evidencia de que estos desbordes emocionales se intensifican y son más comunes entre los 18 meses y los cuatro años, que tiene que ver con la inmadurez de su cerebro aún en desarrollo y la precariedad del lenguaje. A esto hay que agregar que es una etapa en donde los niños y niñas están experimentando mayor libertad y autonomía motora y que a través de sus conductas están reafirmando su voluntad e independencia y están viviendo su primer proceso de individualización. 

Es importante entender que tanto les niñez como las personas adultas “hacemos berrinches”, ¿o no?. Y se supone que a lo largo de nuestras vidas vamos aprendiendo a gestionar nuestras emociones, adquirimos lenguaje emocional que nos permite expresar de manera verbal lo que sentimos (más o menos), que vamos comprendiendo el contexto y cada vez más nuestro entorno, lo que nos permite expresarnos de manera más sana. Sin embargo, los desbordes emocionales aparecen en respuesta también a situaciones de cambios abruptos y factores externos casi siempre fuera de nuestro control: cambios de casa, de escuela, de trabajo, pérdidas humanas cercanas…la situación de barbarie de un país que habitamos…

El proceso de aprender a expresar y gestionar nuestras emociones de manera positiva es COMPLEJO y requiere de muchas herramientas que posiblemente adquiriremos con el paso del tiempo y que se acompaña de terapia por ejemplo (si está en tus posibilidades). Sin embargo, la mayoría de estas herramientas vienen de pasar por situaciones desagradables y de los aprendizajes que obtenemos, en otras palabras de los famosos “golpes de la vida”... Y cuando enfrentamos estas situaciones, como personas adultas tenemos la libertad de actuar en consecuencia y justificar estas acciones, pero en el caso de la niñez estos comportamientos son castigados (literalmente) y se atribuyen a una falta de disciplina, de “mano dura” por parte de mamá y/o papá. 

Qué cómo sé lo difícil que es este proceso de gestionar emociones, pues básicamente porque casi cada vez que mi hijo se encuentra en medio de un desborde emocional, esta mamá adulta se desborda también y quiere ser ella la que se tira al piso a llorar. Si a esto agregamos que los “berrinches” ocurren no solo en la privacidad del hogar sino en medio del supermercado, en la tienda, a la entrada de la escuela, en medio de la plaza de Santo Domingo… y en estos espacios públicos el juicio social se hace presente y la culpa, que realmente nunca se va, se intensifica. Y lo digo una vez más: no hay manual, respiración, ni cuenta hasta diez que te prepare para contener a la par el desborde emocional de tu cría y los tuyos.

Es una realidad que nos cuesta mucho trabajo ser empáticxs con los procesos emocionales de lxs demás, y específicamente con les niñes parece que ponemos altas expectativas en cómo deben aprender a lidiar con sus sentimientos y la responsabilidad recae por completo (una vez más) en las personas que les cuidan. Hay que decir que estas “altas expectativas” vienen de una cultura donde las cifras de enfermedades mentales como ansiedad y depresión, así como los suicidios son alarmantes, el chiste se cuenta solo ¿no?. 

Y así, en medio de los “berrinches” brotaban de él también frases como: “estoy muy tiste”, “me siento enojado”, “estoy muy cansado”... porque resulta y resalta que antes de tirarse al piso, el niño astronauta intentaba comunicar su sentir y cuando caí en cuenta de eso entendí también que a sus cuatro años me lleva una enorme ventaja en la gestión de emociones, porque él YA sabe nombrarlas. 

Durante los cuatro días del viaje Nicolás se enfrentó a sus cuatro años a dormir en un lugar nuevo (después de unas semanas de oficialmente dormir solo en su cuarto por primera vez), a despertarse temprano, caminar mucho, con mucho sol y mucho calor, a estar en lugares con muchas personas (el niño pandemial que pasó año y medio aislado), a esto podríamos sumar un cambio de casa tan solo un mes antes, la separación de papá y mamá…en fin, me gustaría preguntarles ¿cómo lidiarían ustedes con estas situaciones?, ¿cómo nombran y gestionan sus emociones día a día?….

Quizás los desbordes emocionales en niñas y niños no están de más…tal vez sean el primer y precario paso para alzar la voz en un futuro, y en lo personal cuando miro a mi hijo y les hijes de otras amigas mamás veo cada vez más a niñes que nombran sus emociones, que cuestionan las reglas, que son “desobedientes”, que preguntan porque quieren entender su entorno y con todo lo complejo, desgastante y confrontador que es acompañarles en ese proceso, también sé que es NECESARIO y URGENTE, porque están habitando un mundo plagado de injusticias, violento, individualista y que sigue juzgando a quienes se salen de la norma. 

Antes de cerrar este texto, me gustaría compartirles que en el viaje en avión de regreso a GDL, el niño astronauta se puso nervioso durante el despegue, como seguramente lo hizo el 95 por ciento de los pasajeros y estoy segura que cada una de las personas en el vuelo lidió de diferente manera con ese miedo natural, mi hijo de cuatro años se quedó callado y apretó mi mano, respiró profundo y comenzó a decir: “ok, está bien, voy a hacerlo”, volteo a verme, sonrió y me dijo: “está chido mami, vamos a disfrutarlo”…

Su mamá de 35 años cuando viaja en avión sola, durante los despegues y aterrizajes cierra los ojos y comienza a imaginar los peores escenarios y muchas veces prefiere imaginarse en cualquier otra situación, con tal de no enfrentar lo que está sintiendo…mientras me rio un poco de mí y el trabajo emocional que aún me queda por delante, recuerdo que alguna vez leí que existen hijes oasis e hijes maestrxs, estoy convencida que a mí me tocó un hijo maestro para enseñarme a desaprender. 

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Oxímoron
Oxímoron
Andy Hernández Camacho es maternofeminista, profesora de literatura, comunicóloca pública, sentipensante, gestora de procesos comunitarios en distintos espacios, siempre en deconstrucción. Actualmente, reflexionando en tribu sobre maternidades desobedientes y las distintas narrativas para nombrar el trabajo de cuidados a través del proyecto La Mamá Cósmica. También es maestrante en gestión y desarrollo social.

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