Desde las montañas del sureste mexicano…

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

México cerró el año 1993 con una promesa: en el momento en que comenzara 1994 el país entraría por la puerta grande al Primer Mundo, una vez que entrara en vigor el entonces llamado Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La alianza comercial con Estados Unidos y Canadá habría de traer prosperidad y se convertiría en el broche de oro del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Así, las y los mexicanos se fueron a dormir después de comerse las doce uvas, sólo para despertar con una noticia que habría de sacudir, y sigue sacudiendo, el escenario nacional: la madrugada del 1 de enero de 1994, en Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomó por asalto el municipio de San Cristóbal de las Casas y declaró la guerra al Estado Mexicano.

Aunque todavía faltan algunas semanas para que se cumplan 30 años del alzamiento armado de 1994, traigo a colación al EZLN porque el 17 de noviembre es la fecha oficial de su creación hace 40 años, en 1983. Durante diez años, tomando como cuartel la selva Lacandona y las montañas del sureste mexicano como trinchera, las comunidades integradas mayoritariamente por poblaciones indígenas se prepararon para iniciar la lucha armada. Las razones detrás de la insurgencia se hicieron públicas en el primer comunicado firmado por la Comandancia General, que lleva por título “Primera declaración de la selva Lacandona” y que donde puede leerse:

“HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias”. 

Más adelante, dirigiéndose al pueblo de México, el comunicado apunta:

“Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático”.

Por supuesto, el levantamiento del EZLN no fue bien recibido. El Estado respondió militarmente y también a través de campañas en los medios de comunicación para denostar el movimiento zapatista, acusándolo de quebrantar la paz del país. Dadivoso, el gobierno federal encabezado por Carlos Salinas ofreció el perdón a todos los rebeldes que hubieran sido engañados por el EZLN. En respuesta, el 18 de enero de 1994 apareció otro comunicado, firmado por el subcomandante insurgente Marcos, que en lo personal es uno de los que más se quedó grabado en mi memoria. Se titula “¿De qué nos van a perdonar?” y en su parte central lanza una serie de preguntas:

“¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?”.

Disculparán que hasta ahora la mayor parte de este texto no sea sino la reproducción de estos dos comunicados. Es que he estado pensando en ellos estos días, en los que luego de un tiempo de silencio, el EZLN ha vuelto a difundir su palabra mediante una serie de comunicados con los que, desde hace unas semanas, han venido analizando el acontecer del país y del mundo. Y, sobre todo, han dado a conocer cómo sus comunidades y sus simpatizantes se han reorganizado ante la crisis de violencia que aqueja a todo el país pero, sobre todo, al sureste de México.

Desde su creación y su posterior irrupción pública, el EZLN ha venido demostrando una y otra vez que es posible otra forma de organizar la vida pública. Después del alzamiento armado, que duró apenas doce días, el movimiento zapatista se ha transformado de maneras muy diversas, primero para negociar con el gobierno los Acuerdos de San Andrés y, después, para denunciar su incumplimiento; han organizado municipios autónomos; crearon las Juntas de Buen Gobierno; se reinventó en 2005 y explicó sus cambios en la “Sexta declaración de la selva Lacandona”, conocida simplemente como La Sexta; y en 2018 buscaron participar en la contienda electoral por la vía institucional postulando a María de Jesús Patricio, Marichuy, para que buscara una candidatura independiente que al final no se  logró concretar, pero que dejó muchas enseñanzas y evidenció todavía más la farsa de la democracia electoral mexicana —en ese entonces compartí algunas reflexiones que, ahora que las vuelvo a leer, me parece que siguen vigentes casi todas. Han acompañado, a su modo, los pasos del Congreso Nacional Indígena. Han generado vínculos fuertes con la comunidad internacional y encontraron en el internet la herramienta ideal para difundir su mensaje. Hace poco cruzaron el Atlántico para conquistar Europa, ahí nomás humildemente.

A la par de todas estas cosas, y muchas otras más que se me escapan ahora, el EZLN y los zapatistas y sus simpatizantes han enfrentado toda clase de ataques y descalificaciones. En primer lugar, claro, fueron acusados de ser unos profesionales de la violencia; la voluntad de las y los indígenas fue minimizada cuando se dijo que estaban manipulados por agentes extranjeros; han sido acusados de ser agentes de Carlos Salinas; en algún proceso electoral se dijo que estaban ahí nomás para dividir y quitarle votos a Andrés Manuel López Obrador. Ciertos grupos de la mal llamada izquierda mexicana han pretendido colgarse de sus consignas y de sus luchas. 

Y, sin embargo, allí siguen. Demostrando que los procesos de transformación, de verdadera transformación, no esa de discursos demagógicos, se llevan su tiempo y no ocurren por decreto. En silencio, durante diez años, se prepararon para la lucha armada. A veces en silencio y otras alzando la voz y otras difundiendo su palabra por todos los medios posibles, han compartido otras formas de ver y pensar y sentir el mundo. Todo el tiempo han buscado llevar a la práctica nuevas formas de organización más horizontales, comunitarias y respetuosas del medio ambiente. Y seguirán, porque muchas de las causas que motivaron el alzamiento de 1994 siguen vigentes, como si no hubiera pasado el tiempo. Y muchas otras han venido transformándose, a otro ritmo, en otro tiempo, casi de manera invisible.

Un día como hoy, en las montañas del sureste mexicano, comenzó un camino que desde el principio y hasta ahora ha tenido claro el objetivo: lograr, para todas las personas, sin distinción alguna, un país regido por la democracia, la libertad y la justicia. Por construir en cada comunidad un mundo donde quepan muchos mundos.

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Todos los comunicados del EZLN, así como otras comunicaciones relacionadas con sus luchas, pueden consultarse en el sitio Enlace Zapatista.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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