Fomentar la paz desde la educación

En pie de paz

Por Ma. Teresa Prieto Quezada 

La falta de protocolos escolares, mecanismos de diálogo y apertura emocional entre el alumnado (especialmente de educación básica) y el contexto de violencia exacerbada en México, son algunos de los factores principales que han impedido una convivencia de paz en las escuelas. 

Las y los niños y jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo en las escuelas; por ello es un entorno clave para replicar o combatir la violencia. 

Sobre todo, tomando en cuenta que la escuela y el hogar son los espacios que se perciben más seguros de parte de las infancias; por lo tanto, el impacto que genera en víctimas y observadores de violencia escolar es aún mayor comparado con otros entornos.

Formas de violencia como los homicidios dentro de centros escolares han acontecido de forma aislada, pero investigaciones realizadas con alumnos de educación básica demuestran que un promedio de 45% de estudiantes han sido víctimas de insultos, agresiones físicas, amenazas, rumores, robos o rechazos; la proporción se incrementa hasta un 67.4% en estudiantes que han observado este tipo de violencia. Entre los detonantes principales se encuentran la ira y un vacío de poder.

De hecho, profundizando en las emociones que genera, detectamos que hasta un 32% los agresores tienen sentimiento positivo al convertirse en agresores y un 58% reconocen tener una sensación de desahogo. 

Entre las razones que los agresores reconocen para cometer las acciones se encuentran, en orden descendente, defensa personal, generar miedo, hacer menos a los demás o hasta como mecanismo de extorsión. 

Las secuelas que padecen los agredidos van desde las físicas o emocionales que llegan a la deserción escolar, o consecuencias aún peores como auto agresiones relacionadas a la depresión y baja autoestima. 

Un caso paradigmático reciente fue la muerte de Norma Lizbeth Ramos, una adolescente de 14 años, quien fue golpeada por una compañera en las afueras de su escuela en Teotihuacán, Estado de México, en el mes de marzo de 2023. 

Una arista más que ha sobresalido durante los últimos años es la violencia que los alumnos sufren en el entorno virtual. Los vínculos con compañeros agresores no se limitan a los salones de clase, también se cargan fuera de los horarios de clase. 

El ciberacoso se traduce en actos de difamación, chantajes, humillación, acoso sexual, exclusión, etcétera. Exige particular atención el envío de imágenes íntimas sin consentimiento. Casi la mitad de estudiantes involucrados en investigaciones académicas realizadas reconocen su participación al enviar o recibir contenidos de este tipo.

Actualmente se ha convertido en un delito penado a través de la Ley Olimpia, una serie de reformas legales para perseguir y castigar la publicación de contenidos privados sin consentimiento.

El acoso escolar en cualquiera de sus modalidades sigue siendo normalizado al percibirlo como una acción que “ayuda” a fortalecer el carácter de los infantes, pero sus consecuencias pueden ser fatales. 

La pandemia de COVID-19 resultó una muestra de la importancia de entornos seguros, ya que miles de niños se expusieron a la violencia al interior de sus casas, lo cual se reflejó en el aumento del número de suicidios de niños y adolescentes llegó a mil 150 en el año 2020, un crecimiento de 12% comparado con 2019.

Aun así, las propias instituciones educativas no cuentan con protocolos para reaccionar ante estos casos y prevenirlos, ya que no toda la violencia escolar puede abatirse con acciones legales punitivas. La atención involucra a padres de familia, directivos de escuela y profesores e instituciones públicas.

Para fomentar un ambiente de paz en las escuelas es transmitir a los estudiantes el respeto a su individualidad y personalidad. Además de mantener un ambiente virtual sano con la participación de los profesores o tutores para prevenir, detectar y solucionar oportunamente casos de violencia.

La convivencia y gestión de la paz dentro de las escuelas busca que todos se respeten y promuevan los valores de equidad, inclusión, corresponsabilidad, sin perder la identidad y dignidad de cada uno. 

Con base en lo anterior, es importante diferenciar las medidas protocolarias a medidas estandarizadas, ya que la existencia de pasos a seguir para afrontar la violencia no significa que deban ser las mismas para todas las situaciones, ya que iría en un sentido contrario al respeto a la identidad y dignidad que distingue a cada alumno. 

Estrategias como la terapia narrativa, donde los alumnos pueden expresarse mediante historias, dibujos o diarios sus emociones y sentimientos promueve un trato de respeto, convivencia armónica y el cumplimiento de normas que favorecen el bienestar.

Es claro que una gestión de paz ideal es casi imposible de conseguir, pero la paz imperfecta reconoce la vulnerabilidad y fragilidad de todos los sujetos que participan en un entorno educativo; por lo que se promueven actitudes y aptitudes como solidaridad, cuidado del otro y de sí mismos, cooperación, hospitalidad, respeto, ternura, perdón y compasión.

***

Ma Teresa Prieto Quezada. Investigadora de la Universidad de Guadalajara. Pertenece a la Academia Mexicana de la Ciencia AMC y es Coordinadora del área temática violencia en las escuelas del Concejo Mexicano de Investigación Educativa COMIE. Integrante del Centro de Estudios para la Paz (CEPAZ). 

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En pie de paz
Es una columna colaborativa que busca colocar en el debate público la relevancia de la cultura y educación para la paz. Esta columna es escrita por Tzinti Ramírez, Carmen Chinas, Laura López y Darwin Franco.

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