Emilia Pérez, al revés

El ojo y la nube

Por Adrián González Camargo / @adriangonzalezcamargo (IG)

¿Se imaginan que una mexicana o un mexicano escribe el guion para una película sobre algo muy terrible que sucedió en Francia? Elijamos un ejemplo al azar: la película es sobre un hombre francés que viola a su esposa consuetudinariamente. ¿Lo imaginan? Yo tampoco. ¿Se imaginan que esta persona guionista se basa en este hecho real y utiliza el mismo personaje francés, que droga a su esposa y cobra a otros hombres para que abusen de ella? Tampoco yo.

Ahora imaginemos que nos ponemos en el papel de productores mexicanos de cine y que tenemos mucho dinero para hacer este filme. Que nos llamó la atención el tema, pero que tenemos que hacer el filme más atractivo. Entonces, ¿qué tal que en el filme, para interpretar a la abogada defensora (del hombre, ojo), contratamos una actriz estadounidense cuyo acento parezca más bien de Haití? ¿Qué tal que en la historia, la abogada defensora francesa con acento caribeño conoce a un narcotraficante y este narcotraficante le ofrece mucho dinero (millones de dólares… o euros, qué más da) para ayudarle a cambiar su género y su vida, a esconder a su familia y poder ser la mujer que siempre quiso ser.

Ahora vamos a añadir algo. La abogada francesa con acento haitiano, en algún momento tendrá que justificar su acento: nací en Haití, dirá, pero me vine a estudiar a Francia joven. Ah ok. ¿El público francés lo aceptará? Claro, porque todo cultural y artístico lo que hacemos en México lo aceptan en Francia, sin discusión alguna. Ah, pero olvidamos hacer otro comentario para el filme. Mejor dos. La película se llama Marie Bernard. Y el director es mexicano. Vamos a hacer esto más interesante: la película inicia con Jeanette Martin, la abogada francesa con acento haitiano, escribiendo en su laptop en un barrio de París, comiendo kebabs en la noche y redactando la defensa de su cliente. ¿Cuál cliente? El hombre que violó a su esposa y cobró a otros hombres para que abusaran de ella. ¿Pero no se trataba de eso la historia? No, dirá quien escribió el guion: ese fue solo el punto de partida. Y resulta que en esta escena, mientras ella come kebabs y escribe en su laptop en un puesto en la calle, comienza a cantar, rodeada de musulmanes y francoafricanos y latinos, sobre la violencia y la compasión. Todos se levantan o dejan lo que hacen en la calle, para bailar a su lado. Podría la canción decir algo así:

Cuando hablamos de violencia, hablemos de compasión. Hablemos de nuestros muertos, de nuestras sombras, acojamos nuestro mundo.

Tras esta canción, imaginemos un corte a una coreografía tipo street en el que los transeúntes azotan el asfalto y cantan compasivamente violentos. Sin embargo, cuando terminen su número musical, vendrá otro, y otro y otro más. Y en efecto, el filme es un musical. Pero los momentos musicales que siguen ya no hablarán de la violencia, o tal vez tengamos uno, de pseudoenojo ante el sistema, a la mitad de una cena de gala, aunque el director mexicano filmando una historia francesa haya pedido que hablemos de la violencia.

¿Cuál violencia?, diremos los productores con mucho dinero, si lo importante ahora es la historia del personaje que cambió su género. Ahora vamos a escuchar y ver coreografías musicales de temas como la identidad, las operaciones de cambio de género, porque ya no importa la violencia y la terrible historia que inició todo esto: el hombre que violó a su mujer consuetudinariamente y que permitía que otros lo hicieran. Lo que importa ahora es el viaje del narcotraficante que quiere cambiar su género, su identidad, proteger a su familiar, a cambio de mucho, mucho dinero. Lo importante será hacer un thriller de todo esto, porque lo que importa es emocionar al espectador. Y es que nosotros, los productores mexicanos con mucho dinero, sabemos muy bien del negocio: mientras más espectacular sea la película, más vamos a vender.

Y al final, cuando hayamos visto coreografías, explosiones, balazos, persecuciones, tomas desde helicópteros, fastuosidad pues, los espectadores franceses, tal vez, solo tal vez, se preguntarán: ¿Y la violencia, y la compasión y los muertos? ¿Que no era esta una película sobre una mujer que sufrió las peores atrocidades? Y la directora o el director mexicano que contratamos, ufanamente, responderá: la verdad es que no investigué mucho sobre Francia.

Y el público francés tendrá que asumirlo y tal vez protesten en redes sociales, pero al final no importará mucho, porque los cineastas y productores de cine mexicanos podemos ir por el mundo haciendo musicales sobre las tristezas y las desgracias que suceden en el mundo y el mundo seguirá consumiendo cualquier estupidez que se nos ocurra.

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El ojo y la nube
El ojo y la nube
Adrián González Camargo es cineasta, escritor y académico. Estudió el Doctorado en Arte y Cultura por la UMSNH y una maestría en guionismo con la beca Fulbright-García Robles en CSUN. Se ha dedicado a la gestión cultural, producción radiofónica y al análisis de textos artísticos. Es profesor de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey, Campus Guadalajara.

2 COMENTARIOS

  1. Justo me preguntaba si habrá musicales sobre el holocausto… pero además lxs desaparecidxs son una herida muy abierta e infectada.

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