La resistencia al silencio

Por Marcela Gómez

El festival decembrino de Oaxaca, junto con las múltiples pancartas de protesta son pruebas de que la ciudad se expresa y con diversas voces dice “¡aquí seguimos!”

La semana del 26 de diciembre al 3 de enero es borrosa, al menos para las personas que tienen vacaciones esos días. El calendario pierde un poco de autoridad en una semana con sensación a domingos continuos. Si bien los días no “dicen” mucho, el fin de año se presta paraexpresiones de cariño, de nostalgia y agradecimiento. “Las fiestas” como solemos llamarles, son una buena ocasión para condensar varios sentimientos y manifestarlos con cartas, regalos, bailes, comida e incluso con la vestimenta festiva. La atmósfera decembrina posibilita la memoria de lo que sucedió en los últimos doce (o más) meses y cómo eso ha transformado y tocado vidas.

Reconocer y sucumbir al paso del tiempo, pero con la firme resistencia de manifestar lo que hay en las cabezas y corazones de las personas: tanto lo que les alegra como lo que les indigna y duele. Las expresiones pueden ser individuales e íntimas o colectivas y públicas. Éste último es el caso de Oaxaca capital, donde pasé la semana de domingos consecutivos. Un lugar que tiene mucho que decir y que no se calla a ninguna hora. El primer ejemplo es el festival decembrino y sus eventos llenos de música y ritmo.

La Secretaría de las Culturas y Arte Oaxaca organiza el festival decembrino de Oaxaca que se llevó a cabo del 8 de diciembre al 1 de enero e incluyó más de 100 actividades llenas de arte y tradición, entre conciertos sinfónicos, danzón y el Congreso Nacional de Danza. En su nombre, dicha dependencia reconoce que en el estado hay pluralidad de culturas y expresiones que conforman la identidad oaxaqueña.

Una vez en el Zócalo de la ciudad, basta con seguir la música para presenciar los espectáculos que fueron parte del festival. Con el danzón, las y los oaxaqueños dejan claro que la edad no es impedimento para la diversión y la sensualidad con la que se baila ese ritmo. Al son de la marimba, un grupo numeroso de expertos, aprendices y curiosos llevan ya 18 años de moverse sabroso cada miércoles al costado del Jardín Constitución de Cádiz. Días que, por cierto, no está permitido el comercio en la vía pública. Para Soledad, vendedora de plátanos fritos, el programa “Miércoles sin ambulantes” es una política que impulsaron los restauranteros de los portales y no los deja trabajar, insistió en que en temporada alta todos los días son buenos.

El zócalo no es el único lugar donde suena la marimba. En el mercado 20 de noviembre (donde venden comida típica oaxaqueña) se escucha la música de “maderas que cantan con voz de mujer”, como bien dice la canción Tehuantepec. Entre marimbas y “¿qué le vamos a servir?” se ambienta la fiesta de los sabores de la región. El mercado es un golpe a los sentidos: los colores que saltan a la vista, la música que provoca mover los hombros y los olores a chocolate y mole le hablan al cuerpo. La tradición del comercio en mercados es prehispánica, y con sus locales en pie y llenos de vida, el 20 de noviembre y el Benito Juárez (el de artesanías y artículos varios) expresan con fuerza que siguen en pie y que permanecerán así a lo largo del tiempo.

Se pueden formar resistencias desde la alegría, como con los bailes tradicionales que se presentaron en el Congreso Nacional de Danza y también en la protesta social de reclamar por los derechos humanos. Tal es el caso de las pancartas y campamento establecidos en el mismo Zócalo donde la gente baila y se toma fotos. Son las y los triquis desplazados de San Juan Copala. En enero de 2009 un grupo de paramilitares agredió a la comunidad con armas de fuego y pese a que hay ya una recomendación de CNDH, no hay justicia ni respeto a los pueblos indígenas y sus derechos humanos. Ya van dos gobiernos estatales y federales que ignoran sus demandas, pero la comunidad no cede y resiste con el ruido que provoca acampar frente a las oficinas de gobierno, con la disonancia de sus letreros en contaste con los colores y ambiente que tiene el resto de la plaza pública.

Quien quiera poner a prueba su sensibilidad debería visitar Oaxaca, donde hasta los árboles hablan con letreros que exclaman “soy árbol no basurero”, y las construcciones en peligro de caer y provocar accidentes también cuentan con anuncios del grupo Salvando Vidas Oaxaca. Oaxaca y sus edificios de cientos de años, sus tradiciones de miles y sus luchas de decenas, ofrece una peculiar manera de escuchar las alegrías, necesidades y exigencias de su población. Esa apertura es la oportunidad ideal para unirse y también resistir al silencio.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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