Por Minerva Plazola /Activista contra la Trata de Personas y el Abuso Sexual Infantil.
Comenzaré estas líneas haciendo una analogía que me resulta muy útil para explicar lo que nuestra sociedad vive en la actualidad. La serie de Netflix titulada Stranger Things retrata perfectamente dos estadios de la vida de una comunidad en la que un grupo de adolescentes protagonizan un drama que muestra la faceta de su mundo real y a la vez otra tenebrosa en donde la obscuridad, el miedo y la existencia de seres terroríficos amenazan con devorar su mundo de oportunidades y desarrollo feliz y armónico. Quienes conozcan la sería seguramente podrán imaginar esta comparación, y estarán de acuerdo en que México pareciera estar inmerso en una especie de realidad paralela. Por un lado, está nuestra cotidianidad que aún nos permite medianamente vivir, aunque sintiéndonos inseguros, aun así, nos permite interactuar y vivir “días comunes”. Por otro lado, está aquella otra realidad paralela que todos los días se nos muestra en los encabezados de los medios y por las redes sociales, esa que muchos prefieren no ver para “no intoxicar de más sus conciencias”; sin embargo, permanece allí, crece y se expande vulnerando día con día nuestra frágil existencia.
El horror de la dimensión oscura.
En Stranger Things, habitan en la dimensión oscura, horribles monstruos que engullen vorazmente a las personas, en especial a los jóvenes. Curioso, el crimen organizado engulle día con día a nuestros jóvenes, a los más vulnerables, los más frágiles, (hombres jóvenes, mujeres adolescentes, niños y niñas; la incidencia del delito es aún mayor cuando se suma la pobreza y la marginación.
Por múltiples investigaciones que poco a poco nos van develando el fin de tantas desapariciones entre nosotros; nos llevan a concluir que estas personas pudieran haber sido o están siendo víctimas de trata. La trata de personas es un delito tipificado internacionalmente que conlleva un cúmulo de abusos y sufrimiento para las víctimas y constituye sin duda la violación a los más elementales derechos humanos. El Protocolo de Palermo es el acuerdo internacional que define este delito y se estableció para prevenir y combatir la trata de personas, prestando especial atención a las mujeres y los niños.
Es terrible darnos cuenta de que, los atractivos turísticos de nuestro país están plagados del mal llamado “turismo sexual” y que el comercio sexual que en esos lugares se realiza es tanto criminal como lo es sumamente redituable para las mafias que lo promueven (Hace casi una década se calculaba que el negocio criminal de la trata a nivel mundial rondaba los 32 billones de dólares al año –Datos tráfico de personas UNODC–). Para que el lector tenga una visión más cercana a lo que sucede en los puertos turísticos de nuestro país, recomiendo la lectura del reportaje de investigación publicado en el portal Plumas Libres en abril de 2016 por el periodista Alejandro Almazán que tituló: Los Acapulco Kids.
He llegado a pensar que parte de la sociedad no quiere aceptar la realidad oscura porque tal vez les resulta tan dolorosa, que prefieren negarla, pareciera que el hecho de negarla le restara su capacidad de carcomer nuestra seguridad, nuestro derecho a vivir sin violencia, nuestra vida misma.
La clase media y media alta vive de manera cómoda y hasta ahora, no tan vulnerada como para tomar partido y hacer frente a la dimensión oscura. Y como ocurría en la popular serie objeto de mi analogía, la mayoría de los habitantes del pueblo no podrían enterarse de lo que ahí sucedía, solo eran espectadores de como los chicos comenzaban a desaparecer sin dejar rastro… ¿Nos suena familiar, cierto?.. Lo que sí es contundente, es que tanto gobiernos como sociedad hemos consentido que la trampa, la mentira, la corrupción, la impunidad, el abuso y la falta de justicia viva entre nosotros al punto que está carcomiendo los pactos de civilidad que se supone deberían ser fundamentos de nuestra vida en sociedad.
¿Cómo comenzamos a abatir la segunda dimensión de horror y violencia?
Las autoridades tendrán que hacer lo propio. Esperamos que la coordinación y vinculación de los diferentes órganos encargados de la seguridad rindan frutos en el corto plazo. Pero, a nosotros, ¿qué nos toca?… Las siguientes son acciones que podemos comenzar a realizar de manera práctica y decidida:
1. Un fundamento básico de la teoría del mercado establece que la oferta siempre está motivada por la demanda, la demanda se genera gracias a la buena mercadotecnia del producto. Hablando del comercio sexual, la publicidad estratégica es justamente la pornografía, por lo tanto, es imperativo dejar de consumir pornografía en cualquiera de sus fuentes y por cualquier medio. En los años recientes, el fácil acceso a la pornografía convencional ha dado paso a la generación de material cada vez más violento y con “actrices” cada vez mas jóvenes. Así que, di no a la pornografía, sobre todo, di NO a la pornografía infantil.
2. Nuestra ciudad está plagada de centros nocturnos para todos los tipos de bolsillos. Es claro que la regulación de todos estos establecimientos “se ha ablandado” en las últimas décadas. ¿Qué tanto ha contribuido esta liberación que giros negros para que, en nuestra ciudad y país, la trata de personas goce de cabal salud?… Sin embargo, la oferta está para abastecer a la demanda; somos nosotros que, con nuestro consumo o abstención, propiciamos o desalentamos la trata de personas.
3. La re-educación con perspectiva de género y los cursos sobre nuevas masculinidades es sumamente importante y debe impartirse en cada institución de educación, así como en las empresas públicas y privadas.
4. Privilegiar la vida en comunidad y lo colectivo, por sobre la competitividad y el individualismo. Al igual que el punto anterior, esta lógica debe difundirse desde la primera infancia y cada institución educativa de cualquier nivel, en las familias y en las empresas públicas y privadas, la máxima que detone la paz y la seguridad debe ser: “Eres exitoso en la medida que tu actividad y tu trabajo fortalece a la comunidad y no solo a ti mismo”.
5. Ejercita tu nivel de compasión. Trata de ser empático con aquellos que sufren el dolor de un familiar desaparecido, colabora difundiendo las alertas para la localización de personas… Por ahora, el dolor parece ajeno, pero ¿Por cuánto tiempo más el dolor podría tocar tu propia puerta?
Es imperativo que comencemos a HABLAR EN SERIO de lo que hemos estado evadiendo durante muchos años. La paz que todos anhelamos no se impondrá desde arriba, la construiremos todos desde abajo.
Termino este artículo con la esperanza de que un cúmulo de pequeñas acciones serán el detonador que produzca un cambio generacional que en algún momento propicie el fin de la esclavitud moderna.