Científico boliviano conversó con Mongabay Latam sobre ambicioso proyecto de elaborar una biblioteca de los virus que se encuentran en la vida silvestre. También considera que los estudios de impacto ambiental deben tomar en cuenta las enfermedades que se puedan presentar en lugares donde se desarrollan los proyectos.
Por Yvette Sierra Praeli/Mongabay
El científico boliviano Carlos Zambrana-Torrelio le sigue los pasos a enfermedades como la malaria y su relación con los cultivos de palma aceitera. Desde Estados Unidos, donde vive actualmente, se concentra en investigar los problemas epidemiológicos asociados a la deforestación, el cambio de uso de suelo, y la expansión de la agricultura y ganadería sobre los bosques prístinos.
Para el vicepresidente de EcoHealth Alliance, una organización que plantea soluciones para prevenir pandemias y promover la conservación, la crisis mundial que se está viviendo por el coronavirus debería impulsar la puesta en marcha de un ambicioso proyecto relacionado a la creación de una biblioteca de los virus que existen en la vida silvestre.
En conversación con Mongabay Latam habló de sus investigaciones, de esta nueva apuesta para enfrentar los virus, de la necesidad de incluir una evaluación de las enfermedades en los estudios de impacto ambiental y de sus ganas de regresar a Latinoamérica.
Usted ha explicado que la deforestación de los bosques primarios origina que se liberen virus que se mantenían confinados en estos espacios, ¿qué tan grave es esta situación?
Todos los animales y todos los organismos tienen virus. Vivimos en un mundo de virus. La mayoría no causan ningún problema, hemos evolucionado con estos virus por millones de años. Es parte de nuestra herencia genética y evolutiva. Sin embargo, la deforestación, la conversión de un bosque prístino en algún tipo de plantación, como la caña de azúcar, de palma africana o inclusive la tala selectiva está cambiando las condiciones del hábitat de las especies de animales. En nuestros estudios hemos observado que hay mamíferos, murciélagos, roedores, aves, insectos, plantas que son más sensibles a este cambio y empiezan a desaparecer cuando hay deforestación; pero quedan otras que son más resistentes a estos cambios. También hemos observado que las especies que se quedan tienden a tener ciertos virus que afectan a los humanos.
¿Entonces estas especies transmiten virus como el causante del COVID-19?
Estos virus y estos animales han estado ahí por miles de años. Si nosotros no estamos en la naturaleza no hay riesgo, pero cultivar o destruir el bosque hace que vengan todos estos animales que son más resilientes. Los humanos estamos haciendo actividades que aumentan la probabilidad para que un virus pase a un humano. ¿Qué podemos hacer para controlar la biodiversidad? Nada, pero sí podemos controlar cómo entramos en contacto con un animal. Por ejemplo, a un cazador podemos enseñarle que se proteja si tiene heridas en las manos o que tenga cuidado al manejar los animales. A los adultos mayores que se vacunen, hay cosas que podemos hacer. Debemos poner énfasis en manejar la situación cuando interactuamos con la vida silvestre.
Usted dice que siempre han estado presentes los virus y que la transmisión de estos a las personas se ha dado siempre. ¿Qué hemos aprendido de experiencias pasadas?
Hemos aprendido muchísimo. La última pandemia que hemos tenido ha sido no hace mucho, alrededor del 2006, la gripe porcina H1N1, pero no tuvo ese impacto económico tan grande o la cantidad masiva de muertes, no hemos tenido estas cuarentenas, pero sí hubo una pandemia grande. Constantemente tenemos y monitoreamos ese tipo de brotes. Una de las razones por las que no escuchamos de estas pandemias es porque no afecta a potencias económicas, no afecta a Europa, por ejemplo, o a Estados Unidos. Pero hubo importantes brotes en África como el ébola. No hace mucho, entre el 2012 al 2014 tuvimos otro brote importante de un arenavirus, otro tipo de virus que se llama Chapare virus y murieron varias personas, pero cuántos de nosotros hemos escuchado de estos brotes, muy poca gente, principalmente investigadores y gente de salud pública.
El ébola en África, la Fiebre Lassa también en África, el nipah virus en Malasia, una lista larga, todos tienen origen animal, lo que llamamos evento zoonótico. La mayoría de las veces tiene que ver con intensificación agrícola, cuando utilizas los paisajes o los cultivos al máximo. Por ejemplo, el nipah virus en Malasia tiene su origen en murciélagos también, pero ha saltado de murciélagos a cerdos y de allí a humanos. Este virus está relacionado con la intensificación agrícola, porque surgió en granjas enormes de producción de cerdos, pues para aprovechar el espacio colocaron plantaciones de mangos alrededor de la granja. Los murciélagos llegaban y los comían, pero como tienen una forma peculiar de comerlos —chupan la pulpa y los dejan caer sin terminarlos— los cerdos comían estos mangos que caían al piso y estaban cubiertos con la saliva del murciélago. Así pasó a los humanos. Fue un brote importante de nipah virus en Malasia y tuvo impacto increíble en la economía de la región, porque cerraron las granjas, mataron miles de cerdos y de ese lugar hasta ahora no se exporta carne de cerdo.
¿Cómo se produjeron los brotes en Bolivia?
Algo diferente ocurrió en Bolivia con el Chapare virus y el Machupo virus transmitidos por las heces de roedores. En estos casos, los roedores van a plantaciones de caña de azúcar o arroz y aumenta el número de roedores que han estado presente por miles de años, pero les hemos ofrecido más comida y, por supuesto, aumenta el número de estos. En Bolivia la cosecha de la caña de azúcar es manual y las familias se instalan en las plantaciones por tres o seis meses. Todos viviendo con los roedores alrededor y se infectan. Cada año hay brotes del Machupo virus que ocasiona la fiebre hemorrágica boliviana. Esto solamente pasa en Bolivia, en la región del Beni.
Entonces se trata de una enfermedad focalizada…
Este año hubo otro brote de una enfermedad muy relacionada que es el Chapare virus que causó la muerte de 5 a 6 personas. Hay brotes constantes de esta enfermedad, pero no la detectamos, la gente muere y no se sabe la causa.
El avance de la agricultura y la ganadería
Estos brotes están relacionados con la expansión agrícola y ganadera, actividades que se incentivan incluso en la Amazonía desde políticas públicas como ha ocurrido en Bolivia y en Brasil. ¿Qué tan peligrosas son estas políticas públicas?
Buen punto. Hay un reto grande que tenemos como humanidad y es que estamos aumentando, somos muchos, y al aumentar el tamaño de la población, requerimos más comida, en general estamos mejorando nuestro sistema de vida como humanidad. Hay menos muertes por enfermedades consideradas prevenibles en comparación a lo que ocurría hace 50 años. ¿Y qué pasa cuando se mejora, cuando hay más dinero? Lo primero que hacemos es comer mejor y, en muchos casos, vamos a comer carne. También se busca tener un mejor celular, por ejemplo, o mejor ropa. Entonces las necesidades y las presiones aumentan la demanda por ciertos productos como el aceite de palma, increíblemente productivo comparado con otros aceites. Esto se traduce en que se necesita más espacio para este cultivo.
El reto como humanidad es balancear esa demanda, saber hasta dónde podemos deforestar o si deberíamos hacerlo. Lo que están haciendo Bolivia, Indonesia, Malasia, muchos países en África es cambiar el uso de la tierra, imponer ciertos cultivos por la economía del país. La deforestación va a producir nuevas enfermedades como el coronavirus o alguna que ni imaginamos. Yo tengo trabajos en malaria que demuestran que la deforestación está directamente relacionada con la malaria. Por eso, se tiene que planificar el cambio del uso de la tierra que tome en cuenta la parte económica y la conservación de la biodiversidad. No puedo poner cultivo de palma en medio de la Amazonía porque tengo muchísimas especies ahí.
Pero eso está sucediendo…
En el planeta hay una enorme cantidad de tierra que ha sido degradada, que ya hemos utilizado y que con tecnología nuevas podemos implementar para producir en estas áreas. Deberíamos parar la deforestación y no tener políticas que incentiven hacerlo. Hay que tener en cuenta lo que estamos haciendo para aumentar el contacto con animales de vida silvestre, tener protocolos para minimizar el contacto. Por ejemplo, los estudios de impacto ambiental no toman en cuenta las enfermedades. Te mencionan la lista de especies que existen en un lugar, pero ninguna menciona qué enfermedades estarán relacionadas o potencialmente podrían aparecer, por ejemplo, a lo largo de las carreteras o por los cultivos de palma africana.
La deforestación por cultivos de palma está ocurriendo en la Amazonía, ¿sucederá lo mismo que en Malasia?
Exactamente, eso es verdad. Para la palma hay una receta que se implementó en Asia y, simplemente, la copiamos y sembramos en Perú, Colombia, Costa Rica, en cualquier parte del mundo. Pero no funciona de la misma manera, se deben tener en cuenta las condiciones locales, inclusive culturales, que es algo totalmente diferente. Yo estoy promoviendo que no existan monocultivos. Tener solamente palma no funciona. Se debería pensar en alternativas que tengan un beneficio para la conservación como el café de sombra que estoy promoviendo. Tener desarrollo económico pero sustentable. Debemos dejar la idea de desarrollo económico que es totalmente extractivista y tomar conciencia sobre qué vamos a dejar a las generaciones futuras: ¿un planeta totalmente desolado? ¿un lugar con un montón de virus que están saltando a la humanidad poniendo en una situación que nunca hemos vivido?
Usted ha mencionado que los estudios de impacto ambiental no consideran las enfermedades, ¿se debería incluir esa variable?
Totalmente. Entre las cosas que estamos tratando de impulsar es esa opción. He colaborado con el desarrollo de guías para incorporar las enfermedades infecciosas en el tema de minería. Es muy importante incluir en todas las evaluaciones de impacto ambiental una evaluación de riesgo de enfermedades infecciosas. Si bien al principio es muy probable que no exista una enfermedad porque se están acomodando las especies, en cinco o diez años es posible que haya algún nuevo brote. Esas cosas se deben ver a largo plazo. Debemos contar con sistemas de vigilancia zoonótica.
La librería de los virus
¿Y cómo son estos sistemas?
La gente que trabaja en biodiversidad lo llama monitoreo de especies. Observa qué animales hay y cuántos, pero nosotros queremos ir un paso más allá para saber qué virus están circulando en esos animales. Eso nos da una alerta temprana. Saber de estos virus y que uno de estos puede ser patógeno. Pero también funciona del otro lado, podemos ver que hay un brote, por decir, de fiebre amarilla en humanos que podemos contagiar a primates. Entonces va de los dos lados. Necesitamos ese tipo de plataformas que nos permita estar alertas, pero tiene que ser a largo plazo. Los virus evolucionan muy rápido, cada dos o tres días hay mutaciones que tenemos que observar constantemente.
¿Es posible hacer este tipo de monitoreo?
Totalmente factible. Mi oficina está participando en algunos estudios y hay una institución que se llama el Club Virus Project, o viroma —yo le llamo la diversidad viral—, en el que usamos métodos de ecología y de biodiversidad para determinar cuántos virus están ahí afuera, y que pueden ser potencialmente patogénicos para los humanos y ocasionar enfermedades. Hicimos el análisis e identificamos qué lugares en el mundo deberían ser seleccionados para detectar estos tipos de virus y tener un inventario de estos virus. El costo sería de 100 millones de dólares por 10 años para hacer este proyecto. Cuando lo presentaba en foros la gente se reía, pero yo les decía. Cuánto ha costado a la economía global el brote del ébola, como 30 mil millones de dólares, comparados con los 100 millones, no es nada. Ahora lo puedo comparar con lo que está pasando con el coronavirus, que debe estar en miles de millones de dólares, además del impacto social y cultural gigantesco que nos han puesto en el planeta y la recesión económica que pudimos haber evitado si hubiéramos tenido una librería de los virus que existen.
¿Cómo funciona esta librería de virus?
Nos sirve para saber que hay allá afuera, que es información para los científicos. Y lo más importante es que podríamos tener una lista completa de todos los coronavirus que hay por ahí. Al tener esta lista completa de las secuencias genéticas de los coronavirus podemos desarrollar vacunas para los coronavirus. No importa si es SARS o cualquier otro, podemos tener una vacuna universal de coronavirus, pero para ello necesitamos tener una lista completa del genoma. Ahora vamos a pasar los próximos 18 meses creando una vacuna para este coronavirus y lo que deberíamos hacer es pasar dos, tres o cinco años antes de un brote para tener una vacuna universal. Tenemos la tecnología para hacerlo. Ahora la ciencia está creando una vacuna universal para la gripe. Y también podemos tener un monitoreo sobre lo que sucede en lugares de alto riesgo.
¿Cuáles son esos lugares?
Lugares donde para que ocurran enfermedades necesitamos que estén los mamíferos y aves y donde existe frontera de deforestación. Hablamos de monitoreo en dos o tres hectáreas de zonas con eventos de deforestación para ver qué está circulando ahí. Otra área que llamamos de riesgo son los lugares donde interactúan animales domésticos y animales de vida silvestre. Un buen ejemplo son las granjas de cerdo, como en México, lugares donde llegan aves que están migrando. Por ejemplo, el H1N1 ocurrió porque llegaron aves migratorias a un lugar donde había cerdos, y de ahí saltó a los humanos. También son importantes los mercados de animales silvestres, no solo los ilegales, sino también los legales. Estados Unidos importa cada año millones de animales vivos de distintas partes del mundo y hace unos años trajeron unas ratas que eran hospederos de una enfermedad que se llama Monkeypox, parecida a la viruela, que solamente ocurre en África. Esos roedores los compraban como mascota. Era un tráfico legal de especies. Tener estos sistemas de monitoreo en distintas áreas de riesgo es importante pues permite tener una alerta temprana.
¿Cuáles serán sus siguientes investigaciones?
Estoy impulsando toda la línea de investigación sobre el uso de la tierra y la biodiversidad. Antes de que pase todo esto, mi objetivo era volver a trabajar en Latinoamérica. Cuando empecé en EcoHealth Alliance trabajaba en Bolivia, Brasil, Colombia y Venezuela, pero después se me acabaron los fondos, así que me moví para Asia, ahora estoy terminando en África y mis planes son volver a la región para estudiar principalmente el Chapare virus, el Machupa virus y la Arenavirus, y contar con gente que investigue las enfermedades infecciosas, necesitamos capital humano.
*Imagen principal: Deforestación en el cerrado. Foto: Rhett A. Butler.