La otra crisis: la violencia

Columna Maroma

Por Michel Gutiérrez , integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud

Por mucho tiempo se ha considerado a la escuela, el arte, el deporte y los amigos como los pilares de los jóvenes para poder llevar una juventud sana. Bajo este período de contingencia sanitaria que atraviesa el mundo, y con las especificaciones adelantadas que el estado de Jalisco ha decidido asumir, por cierto, diferentes al resto del país, se sigue desatando la violencia. 

Las madres y padres de familia están siendo despedidos, descansados o se encuentran rolando turno con sus demás compañeros de trabajo, lo cual implica una disminución de su salario o la pérdida completa de él, ahí empezó la precariedad en los hogares.

Las escuelas de todos los niveles han cesado sus operaciones presenciales orillando a los niños y jóvenes a tener que estudiar en su mayoría virtualmente pese a que muchos no cuentan con los recursos tecnológicos y/o económicos para llevar a cabo dichas actividades, dentro de las cuales, se pone en juego su calificación y por tanto su futuro.Disipándose además la oportunidad de desenvolverse de una manera más libre y tranquila en otros espacios.

Muchos de estos jóvenes no cuentan ya con un trabajo para sostener sus estudios o lo que se requiere, tener una computadora, pagar el internet, sacar copias, comprar en papelerías, ir a un ciber o porque aparte esta cerrado.

No pueden recurrir a sus actividades artísticas, deportivas o sociales, porque todas ellas también se han visto suspendidas hasta nuevo aviso. Jalisco decidió iniciar con acciones propias de la Fase 3 para una contingencia desde el 17 de marzo, cuando en el gobierno federal se declaró la Fase 3 apenas el 21 de abril.

Estas medidas obligatorias que buscan promover la salud, tienden a ignorar las dificultades que atraviesan la mayoría de los jóvenes y niños que viven algún tipo de violencia. 

Según datos del Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG) reportó que Jalisco ocupaba el tercer lugar en violencia familiar para marzo del 2020 con 1,094 carpetas de denuncia, este incrementó un 30.8 por ciento en comparación al mismo mes del año 2019. El lugar que Jalisco ocupa en los números del SESNSP no son nada alentadores:

Eso contando sólo a los que han tenido el valor para denunciar. La crisis ya estaba, es violencia, y no se va, crece exponencialmente sin que se sepa cómo atenderla. 

Un estado que no se ha preocupado por que sus órganos institucionales trabajen correctamente con anticipación en la detección, atención, canalización y sobretodo, acompañamiento de la violencia intrafamiliar, es el mismo que nos pide: “Quédate en casa” y “Quererte en casa”, encerrándonos en ella con todos los elementos que producen la ansiedad, el estrés, la tristeza y el coraje de alguno o varios de los integrantes de la familia que puede violentarlos y sin poder recurrir a ningún apoyo institucional, más que solo llamar por teléfono.

Al gobierno del estado le llevó un mes 3 días comprender cómo todo el cese a la rutina diaria de todos los ciudadanos y quitando ciertas garantías se podría desencadenar un caos que crece lentamente hasta desbordarse cada vez más y por ello la necesidad de incluirlo en su discurso. 

Quedarse en casa, con todos estos datos no representa un verdadero triunfo, expone a mayores riesgos a los niños y jóvenes, sin oportunidad de encontrar otro refugio, uno que sea más confiable. Aún cuando se han dispuesto números de atención telefónica, dicha estrategia sólo busca prevenir y contener, pero al haber una situación de riesgo y ser atendido, tras colgar el teléfono, el peligro seguirá ahí.

La Fase 3 en la que Jalisco entró por la fuerza o por ego sólo ha representado un debilitamiento de la voluntad en las personas, ahora sí se habla de salud mental, de la importancia de atenderse con profesionales, pero necesitamos volver a hablar de cómo la violencia intrafamiliar es la que saca a los jóvenes a buscar refugio en las calles o en las drogas, crear lazos afectivos de apoyo en personas que consideran pueden ofrecerles estabilidad, comprensión y hasta apoyo económico.

Será importante analizar las porcentajes de jóvenes que tendrán que abandonar sus estudios para salir adelante de la crisis económica que le sigue a esto. Y que por ende corren el riesgo de unirse con mayor facilidad o urgencia a las filas del narcotráfico, lugares donde no hay filtro y en donde se les ofrece posibilidades de crecimiento. Necesitamos hablar de cómo las calles se van llenando de violencia sin que el gobierno alcance a parar el incremento.

Sabemos que en muchos países del mundo se han tomado medidas precautorias mucho más autoritarias, llegando incluso a la hostilidad, pero también sabemos que las oportunidades de soportar el confinamiento son distintas porque no existe el mismo grado de violencia que en nuestro país o en nuestro estado, porque los apoyos de los gobiernos son eficientes y considerados.

Hemos navegado sin saberlo a la deriva por un largo tiempo, el papel efectivo del estado no se refleja. Y lo que si se hace es enjuiciar a los jóvenes que en apariencia toman el camino fácil, pero las oportunidades que se brindan de acceso a la educación son escasas y de difícil acceso.

Los estímulos para programas culturales y deportivos son reducidos. La inversión para el rescate de los espacios públicos para actividades de esparcimiento siempre queda en el olvido. Tenemos que exigir al gobierno que diseñe nuevos programas que puedan ayudar a que la población sepa reconocer la violencia, pedir ayuda y que dichos programas hagan acompañamiento no solo canalización. Que la justicia se manifieste y no la impunidad.

La violencia está en la calle y en la casa, más que quererte en casa es que el estado ponga las condiciones para que se logre un cuidado significativo, donde aparte de todo se asegure que en el trayecto de la escuela a la casa, o del trabajo a la casa, se pueda llegar a salvo porque la desaparición, feminidio y homicidio van a la alza. Con un panorama así, el estado fallando, las oportunidades de los niños y jóvenes se desvanecen.

Columna de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud

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