“El encierro me ha hecho dar un paso atrás al entrar de nuevo al clóset”

La actual pandemia de COVID-19 ha implicado un gran reto para cientos de mujeres y hombres jóvenes que recién han adoptado su identidad de género, pero no se lo han comunicado a sus familiares.

El miedo al rechazo o la discriminación, los ha hecho contener su sentir; en esta crónica Ana narra qué ha implicado para ella y otras dos mujeres jóvenes, el vivir la pandemia con la impotencia de no poder ser quienes son dentro de sus propias casas.

Por Ana T.

Soy bisexual. Me llevó tiempo darme cuenta. Cuando por fin empecé a aceptarme como soy, un virus que brotó en Wuhan, China, pausó la rutina del mundo.

Este virus y la enfemerdad que causa, COVID-19, me tiene desde hace dos meses encerrada en casa, aunque donde vivo no para el movimiento ni la contingencia sanitaria. Estoy con mi familia, con quienes nunca he hablado sobre mi orientación sexual.

El encierro me ha hecho dar un paso atrás al entrar de nuevo al clóset frente a ellos por miedo a no ser aceptada. 

Recuerdo que, al ver a aquella niña chaparrita, de ojos verdes, pestañas caídas y con una risa escandalosa, mi corazón latía a mil por hora y en mi cara se pintaba una sonrisa un poco tímida.  Así fue como a mis 17 años me di cuenta de que me siento atraída hacia las chicas tanto como a los chicos.

Negué e ignoré mis sentimientos por mucho tiempo al pensar que mi familia podría decepcionarse de mí, incluso, llegué a pensar que esto era algo pasajero; sin embargo, desde ese día cambió mi forma de ver el amor: Amo a una persona por quién es y cómo me hace sentir, así sea una mujer o un hombre.

El aislamiento me ha alejado de amigos con los que me siento libre y sin prejuicios para hablar, bailar y llorar sin pretender ser otra versión de mí. En cambio, ha hecho que pase más tiempo de lo común con mis papás, lo cual no me molesta, casi siempre morimos de risa con nuestro humor tan simple, aunque en ocasiones pelamos, pero esto se nos pasa rápido cuando mi papá se pone su mandil e inventa algunas recetas.

Sin embargo, me incomoda el ambiente heteronormado en el que vivo, donde en ocasiones retumban dentro de mi cabeza comentarios homofóbicos  que prefiero ignorar antes de que logren lastimarme.

“Sólo lo hacen para llamar la atención”, “para mí todos son iguales, nada de que gay, trans o bi…”, “pobre de tu amigo, está confundido, tan buena onda que se ve”, “alguien no los aceptó como para que ellos no se quieran como son” ,

Comentan mis papás con calma durante la sobremesa después de mencionar a alguno de mis amigos gays en la plática: “Ay si, tus amigos los jotos” se burla mi hermano antes de irse a su cuarto.

Me siento lastimada, quiero pensar que, si les digo sobre mí, me seguirán amando como me lo recuerdan todos los días. Así que me limito a responder con un: “no hablen así de ellos” ó “la gente gay no es como piensan, basta de juzgar”, a lo que mi mamá contesta con insistencia: “hija date cuenta de que no es natural”.

El Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y la Bifobia fue declarado el 17 de mayo de 2004 por la Organización de las Naciones Unidas, en conmemoración del día en que se eliminó la homosexualidad de la clasificación internacional de enfermedades mentales por la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud en 1990, a pesar de esta lucha constante una parte de la Comunidad LGBTTTIQ sigue expuesta al rechazo y discriminación a causa de su orientación sexual, por parte de su familia en el encierro, tal y como lo informó la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Discriminación (CONAPRED).

Tere es una chica relajada de cabello negro despeinado, tenía 17 años cuando su mamá entró alterada a su cuarto, cerró la puerta de golpe y sin pensarlo le preguntó: “Ya dime la verdad, ¿te gusta las niñas?” aunque trato de mentir salió un “sí”.

Entre lágrimas, ella me explicó cómo se sentía desde aquel día en el que su mamá trato de meterla al clóset cuando le dijo que: “no estaba bien que una niña de su primaria le gustara”.

“Yo no quería decirle a nadie más porque no me sentía segura y pasa esto del Covid-19, nadie sale de su casa y ahora hay que convivir todos juntos” mencionó Tere con ironía.

Un buen día durante esta cuarentena no pudo más y le contó a su prima lo que sentía: hablaron, lloraron y, finalmente, todo terminó con un bonito abrazo. Tere necesitaba desahogarse con alguien dentro de su casa.  

Posterior a eso, una mañana de impulso subió al cuarto de su hermano para decirle: “soy lesbiana”, la plática se puso un poco rara cuando recibió por respuesta el cómo un perfil homosexual no encaja dentro de la sociedad.

“Para ser el primer mes de cuarentena, dos personas más de la familia ya saben: “¿esta cabron no?”, comentó con sorpresa Tere. 

Pero no todo es bonito. Salir del clóset suena tan sencillo como hacer un pay de limón con galletas maría en cuarentena; al contrario, es todo un reto y más cuando sientes que tu familia te va a condenar por ser quién eres.

“Eso es una enfermedad, esos no nacen se hacen” comentó Carlos, el hermano de Tere, mientras estaban en la cocina. Ella volteó a ver a su mamá, pero la incomodidad llegó al ver que ésta no hacía o decía nada: “¿Neta no vas a decir ni una puta palabra?” pensó con impotencia.

No tan lejano a ese día los comentarios hirientes y en tono de asco acompañaron la cena familiar: “¿Esos jotos qué?” expresarón Carlos y su papá, un hombre intimidante. Tere se quedó callada una vez más.

La Comunidad LGBTTTIQ es capaz de padecer problemas de salud mental, aún más que las personas heterosexuales, pues podemos tener un mayor nivel de estrés a lo largo de la vida, por diversas situaciones que tenemos que afrontar, como:  “aceptar la orientación sexual, hablar con la familia y amigos; el miedo que tenemos al rechazo y a la no aceptación; manejar las situaciones homofóbicas y aguantar la fama social asociada”, se precisa el sitio web Psicología y Mente.

Lo que me recuerda a mi mamá burlándose “Ay sí, la incomprendida”, pero no tiene ni idea que en ocasiones así me siento, aunque sí, tiene razón en que soy medio dramas. 

Incluso, para algunos hablar en el encierro se ha vuelto complicado:

“No puedo hablar libremente como otras veces en mi casa, todo el tiempo hay gente.  Si quiero hablar con mi novia y decirle mi amor o estás muy guapa, me tengo que cuidar de lo que digo hasta en mi propio cuarto”, concluye Tere con enfado.

Paula, es una chica introvertida de ojos grandes, su novia es Tere. La pandemia la ha aislado del lugar donde podía sentirse libre: el estacionamiento de la universidad.

“Si no estoy todo el día en casa no tengo que escuchar comentarios que igual y no me gusta escuchar, o tener conversaciones incómodas porque todavía no me entienden bien”, comentó enfadada refiriéndose a su familia.

Paula y Tere pasaban tiempo juntas en el coche, su lugar seguro; ahí en el estacionamiento de la escuela escuchan música, platican, ven películas e, incluso, lloraban juntas:

“Estoy muy acostumbrada a sentirme segura fuera y aquí adentro (en mi casa) no me siento con la libertad de ser yo”, me contó Paula con un toque de tristeza.

El Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBT en México señala que la convivencia con los familiares dentro del encierro no siempre es fácil, pero también nos recuerda que no estamos solxs; por ello, en caso de ser necesario te invitan a comunicarte a los siguientes números para recibir orientación y ayuda.

Jalisco: 3333679219

Nuevo León: 811 228 6802 / 818 0224424

Baja California: 6461795409 / 664 492 3129

Coahuila: 844 586 0852 / 844 437 4685 

Michoacán: 443 200 6997

Con pandemia o no, todos merecemos ser libres, aceptados y amados. Como dice Tere:

“te puedes caer, te puedes empolvar, pero te levantas porque somos unxs chingonxs y hay que luchar siempre por lo que queremos”.

Yo todavía no estoy lista para salir del clóset, no sé si lo haga mañana o en algún futuro lejano, pero soy consciente de que en mí todavía decide el miedo por el qué dirá mi familia, mis amigos o la persona que me gusta.

Quiero poder decir que soy bisexual sin que las personas digan que estoy confundida. Quiero poder caminar de la mano con quien a mí se antoje amar, sin recibir miradas de asco.

Quiero poder platicar de mis amigos con mi familia, sin recibir a cambio comentarios homofóbicos.  No pido que me lo aplaudan, pido que no haya distinciones.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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