¿Qué hace una niña en un museo?

Columna Maroma

Por Mayra Huerta, integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud

Jazmín busca por el agujero de la puerta del museo alguna señal de vida dentro. Pero no hay más que la vida que ella está dispuesta a darle. Esos espacios vacíos, inhabitados, que guardan objetos, de repente parecen ser un sitio de posibilidades de mundos alternos a este en que las puertas están cerradas, a este que en definitiva ya no es una posibilidad.

Mucho se ha hablado, aún antes de la crisis sanitaria que ahora atravesamos, de la crisis actual de los espacios culturales, específicamente de la crisis en que se encuentra el museo. El panorama actual es un panorama de visores nublados y de terrenos inestables para transitar. Afortunadamente, las y los niños son expertos en inventar formas de caminar lo inestable.

Jazmín es una niña de unos 6 o 7 años, sus papás y hermanos venden artesanías a unos pasos de la puerta del museo. Aun cuando este museo estuvo abierto, pocas veces pudo entrar. Más bien, entró muchas veces en un camino corto de la puerta al baño y del baño a la puerta. Su experiencia de museo es esa, esa y la que vio de lejos tener a otras niñas y niños que visitaron el lugar.

Mientras las áreas educativas y de programas públicos se preocupan por construir actividades que satisficieran agendas políticas o particulares de la institución, las y los niños hijos de comerciantes, vieron al museo generar nuevos públicos y buscar estrategias de atención a su comunidad. Aunque esta comunidad olvidó a esos sujetos de tránsito, sujetos incómodos incapaces de atravesar una sala expositiva en silencio o con completo control de su cuerpo, estos sujetos que no producen capital, estos sujetos que son las y los niños acompañados de otros niños. Niños no supeditados a búsquedas, comportamientos o intenciones adultas.

La o las crisis actuales, que no son sólo la sanitaria, nos han permitido observar la urgencia por hacer de estos espacios, sitios de cuidado y de seguridad de los cuerpos que la transitan.

De ahora en adelante los retos curatoriales y museográficos incluirán también el enfrentarse a cuerpos fragmentados, cuerpos solitarios, cuerpos con miedo de acercarse a otros cuerpos, de tocar objetos, de respirar directamente un aire que alguien más ya respiró.

Y cuando hablamos de estos cuerpos no podemos nunca dejar de lado que esos cuerpos son también las y los niños. Y que esa niñez va mucho más allá de una niñez idealizada de la que suponemos existe sólo una experiencia dentro del cubo blanco, y que ésta experiencia, debe o debiera tener como resultado la adquisición de algún conocimiento demostrable.

Hay que reconocer que, como nosotras, las y los niños tienen miedo también de enfrentarse a este nuevo mundo de incertidumbres y que ese miedo es a veces llanto, es a veces grito, desobediencia.

Me gusta pensar que la idea de un nuevo museo va más allá de espacios sanitizados. Que cabe la idea de un museo-mundo donde nunca más se cierren las puertas a una joven que necesita resguardarse de su agresor, donde nunca alguien prohíba a una madre amamantar a su bebé. Que en el cubo blanco quepa la rabieta, el pataleo, el grito, los procesos fisiológicos que incomodan. Que sea este un sitio para los muchos mundos y muchas formas de habitar que el arte ya nos presenta. Que se encarnen las poéticas que muchas veces funcionaron solamente en fichas técnicas.

Tal vez este museo que llegará una vez controlada la epidemia, sea una edificación contra el contagio de las muchas afecciones que no son siempre enfermedad, que son a veces pobreza, a veces omisión u olvido. Sea cual sea este sitio, no podrá nunca edificarse sin atender lo que las y los niños buscan decirnos. No será sino a través de la escucha activa, atenta y respetuosa, que construiremos un sitio que cohabitar, una forma de estar en el mundo.

Quizá al abrir las puertas por las que ahora Jazmín observa un sitio vacío, encontremos un lugar desde el que emerger acompañándonos. Quizá la próxima vez que Jazmín vaya de la puerta al baño, encuentre en su camino chispazos de cuidado que nunca antes supimos darle. Quizá aprendamos de ellas y ellos. Y ojalá los nuevos espacios donde la cultura sea, se caminen en los pies pequeños de estos niños y niñas.

Columna de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud

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Maroma es un observatorio de la niñez y la juventud. Somos un grupo interdisciplinario de personas involucradas en los sectores académicos, comunitarios, públicos y privados con fines de gestión y bienestar para la niñez y juventud que busca incidir en políticas públicas y movimientos sociales con un enfoque de innovación social.

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