La heterosexualidad forzada

Columna Maroma

Por Sergio Antonio Farias Muñoz, integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud  

Ilustración: Raquel Moreno.

El mes del pride acaba de terminar y con ello algunas celebraciones, talleres, conferencias y formas de divulgación. Este mes que tanta fuerza ha cobrado en los últimos años, es para la comunidad LGBTTTIQA+ una posibilidad para visibilizar y demostrar con orgullo quienes somos, pero a su vez, también nos permite luchar, resistir y cuestionar las maneras en las que los discursos hegemónicos y patriarcales continúan oprimiéndonos.

Por ello, el cuestionamiento y la crítica nos acompañan en la lucha que no solo se queda en el mes de junio, sino que se lleva al día con día durante todo el año. 

La heterosexualidad en palabras simples se puede denominar como la atracción sexo afectiva hacia una persona del sexo opuesto. Sin embargo, este concepto mantiene una línea exclusivamente biológica y simplista, ya que no hace una vinculación con los trasfondos económicos, políticos e ideológicos que hacen que la heterosexualidad se convierta—como lo diría Monique Wittig—en un contrato social y, por tanto, en algo forzado. 

Es de esta manera en la que este contrato se nos da por igual a todas y todos desde pequeños, imponiéndonos una forma particular de ser y de amar, y que por tanto hace que el pensar la sexualidad fuera de la heterosexualidad se vuelva un conflicto no sólo para la sociedad, sino también para las niñeces que comienzan a descubrirse. 

Esta práctica de imposición la vemos desde muy corta edad, con los colores, los juguetes, las actividades deportivas, artísticas y extra escolares. Algunas formas que la heterónoma proclama y trasmite como única verdad, llevándolas no sólo a las acciones, sino también al lenguaje. “¡Ese es mi hijo! Desde chiquillo y con novia” o “Las niñas no hacen eso, no juegan a las luchas” ejemplos de frases que se pueden escuchar y que instauran esta exclusividad a la heterosexualidad y que se encargan de inyectar el temor a quien este fuera de tan anhelado rubro. 

Pero, ¿Qué tan difícil puede llegar a ser este contrato del que se viene hablando en las niñeces y adolescencias que comienzan asumirse dentro de las disidencias sexuales? 

La cinta cinematográfica “Alex Strangelove” puede ser un ejemplo cercano a ello. Esta cinta de comedia romántica juvenil que se ha popularizado, nos habla justamente de estas dificultades en las que una persona se puede ver inmiscuida al momento de percatarse que la heterosexualidad de la cual tanto ha oído y practicado, se ve cuestionada al darse cuenta que su orientación sexual es otra a la que le dijeron que debería de ser. 

Exigirse conservar una relación con una mujer, así como mantener relaciones sexuales con la misma, amigos que niegan la posibilidad de ser homosexual, negación del afecto a un hombre. Son algunas de las dificultades que se muestran en la película. Sin embargo, no muestra las realidades hostiles a las que alguien LGBTTTIQA+ se enfrenta, como puede ser el rechazo de la sociedad, la familia, entre otras grandes problemáticas. 

Si bien, es cierto este filme aborda la problemática desde un contexto lejano al que una persona no heterosexual se enfrentaría tras vivir en un sistema heteropatriarcal, lo que cobra relevancia es cuando vemos al personaje protagónico en una constante renuencia a la idea y aceptación de su orientación sexual, la cual a su vez causa pequeños conflictos en sus relaciones interpersonales. Resonancias causantes de una heterosexualidad forzada. 

Repensar en estas repercusiones que trae el contrato social de la heterosexualidad (y que ese contrato lo seguimos asignando como padres, madres, hermanos, amigos, maestros y personas) son formas en las que se puede comenzar a buscar una niñez libre. Libre de prejuicio.

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