ADIÓS EN COBERTURA

Coordinación: Prensa: Jordy Meléndez (jordy@factual.com.mx) y Ketzalli Rosas (ketzalli@factual.com.mx

Proyecto periodístico realizado por Distintas Latitudes.

Entre marzo y agosto de 2020 han fallecido alrededor de 100 periodistas y comunicadores de América Latina y el Caribe por covid-19, según diversas organizaciones de medios y periodistas. 

Los registros refieren que estas muertes han ocurrido en, al menos, los siguientes países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Perú, República Dominicana.  

Como ha pasado en el resto del mundo y en todos los sectores, las circunstancias de cada contagio y las experiencias frente a la enfermedad y el duelo han sido completamente diversas. También la forma de sobrellevar el adiós y la despedida de parte de las familias y colegas. 

Si bien es cierto que no todas las personas periodistas que fallecieron por covid-19 se contagiaron realizando coberturas sobre la pandemia, todas tenían en el periodismo y la comunicación su principal espacio laboral y motivación vital.  

Esto quiere decir que nuestra región perdió 100 plumas, voces y lentes que intentaban retratar, explicar o denunciar las realidades de nuestras ciudades y países. 

Frente a esta situación, de julio a septiembre, más de 25 periodistas y diseñadoras de Distintas Latitudes, nos dedicamos a buscar, contactar y entrevistar a familiares, amistades y colegas de diversos periodistas fallecidos por covid-19.

Lo hicimos pensando en crear un espacio para rendir memoria y homenaje a su labor como periodistas, a partir de los testimonios de sus personas cercanas. Así, luego de casi tres meses de reporteo y diseño, desde el 28 de septiembre está en línea “Adiós en cobertura”. 

En esta primera etapa, “Adiós en cobertura” reúne 18 microperfiles en texto de periodistas fallecidos en ocho países, un libro de firmas abierto para colegas y familiares y un listado de las casi 100 personas periodistas y comunicadoras que murieron por covid-19. El sitio se actualizará en noviembre y diciembre con nuevos perfiles.  

La metodología seguida fue la siguiente:  

  1. Se construyó una base de datos a partir de registros de prensa e información de organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa y la Press Emblem Campaign (PEC). 
  2. Se descartaron los casos de personas que laboraban como oficiales de prensa o que hacían comunicación gubernamental, y aquellos que se habían jubilado o dejado el periodismo. 
  3. A partir de ahí, un equipo se dedicó a rastrear estos casos y obtener contactos de familiares, amistades y colegas. 
  4. Otro equipo generó las entrevistas, todas virtuales y a distancia, siguiendo protocolos de seguridad sanitaria. En total, hay más de 20 horas de grabación.
  5. Finalmente, se construyeron diversos microperfiles en texto, se diseñó el acompañamiento gráfico de cada pieza y del sitio en general, y se elaboró una estrategia de comunicación y difusión en alianza con medios y organizaciones de toda la región. 

Si bien el objetivo de “Adiós en cobertura” es honrar la memoria de nuestros colegas, es inevitable mencionar al menos tres patrones consistentes que identificamos a la hora de realizar este especial, que pensamos deben servir para debates y reflexiones posteriores:

  1. Casos de negligencia sanitaria. Identificamos que diversas empresas mediáticas no establecieron esquemas de teletrabajo ni generaron las condiciones sanitarias para que su personal pudiera laborar de manera segura. Esto es especialmente relevante en casos de redacciones de medios tradicionales y estudios de grabación de televisión y radio. Fue difícil identificar si los reporteros que cubrían específicamente la pandemia tenían protocolos y materiales de seguridad sanitaria proporcionados por sus medios y empleadores. 
  2. Condiciones de precariedad laboral. Varios de los periodistas fallecidos, en especial aquellos residentes en zonas rurales o alejados de las capitales del país, realizaban sus labores periodísticas sin sueldo fijo, prestaciones o seguridad social. 
  3. Estigma social. En al menos 4 casos de México y Ecuador, identificamos periodistas que, según prensa, colegas e incluso certificados médicos, habían fallecido por covid-19, pero al hablar con familiares, estos negaron la enfermedad y el contagio. Consideramos que esto tiene que ver con el clima de estigma social que se generó alrededor de las personas portadoras de covid-19 en diversos países y sectores de la sociedad. Por respeto a las familias, decidimos dejar estos casos fuera de nuestra lista. 

Desde “Adiós en cobertura” #LesRecordamos. Todos y todas vivieron y cubrieron, de alguna manera y en primera persona, la noticia más relevante de nuestros tiempos.  

RAMONA MEDINA

22 de junio de 1977 – 17 de junio de 2020
Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

*

Por: Camila Barreiro

(Argentina, 1993)

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“No sabían que era semilla”, repetía Ramona Medina (42) a sus vecinos del Barrio 31 y compañeros de la organización social La Poderosa. Como una suerte de premonición, esa frase floreció en murales, stickers y mantras luego de su muerte por covid-19 el 17 de junio de 2020.

Las condiciones en el Barrio 31, y otros rincones vulnerables de Buenos Aires, se volvieron aún más hostiles con la pandemia. “No pedía solo por ella, pedía por todo el barrio. Vivía en una pieza chiquita con muchas personas y una hija con discapacidad”, cuenta Gabi, amiga de “Ramo”.

“No bajes los brazos, que no te importen los de afuera y subí la cabeza”, le decía a Tami, una de sus compañeras de lucha, como referente del área de salud de la Casa de las Mujeres y Disidencias de La Poderosa. Ella se fue convirtiendo en comunicadora por necesidad, “cuando se dio cuenta de que su voz interpelaba, se transformó en vocera del Barrio”, cuentan. Filmaba videos, iba a la radio y daba notas a los medios que la ayudaran a expandir su realidad.

Ramona siempre sonreía mientras colaboraba en el comedor Gustavo Cortiñas. Con su mate en la mano, bailaba cuarteto, convidaba empanadas tucumanas (provincia de la que era oriunda) y preparaba una torta para cada cumpleaños. Era tan generosa que hasta compartía su alegría: si sabía que alguna vecina estaba mal, la buscaba para hacer zumba y olvidar la tristeza.

“Te transmitía todo lo que la atravesaba, desde sus emociones hasta sus pensamientos. Sus miradas transmitían todo”, esboza Gabriela Ramos. Era tan abocada a su lucha que pocas veces se dedicaba tiempo a ella misma, sin embargo, festejaba cada pequeña victoria y disfrutaba con sus hijas.

Luchando por agua para sanitizarse y sin posibilidades de ser reubicada a pesar de ser paciente de riesgo, se contagió de coronavirus y murió días después en el hospital. Su ausencia se puede palpar en las voces de quienes la recuerdan, mientras continúan con su legado y entrega.

Ahora queda la “lucha para que a nadie le vuelva a pasar”.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Gabriela Ramos, amiga y colega de La Poderosa en el Barrio 31, y Tamara Noga, amiga y delegada de La Poderosa en la Villa 21-24.

RUBÉN DARÍO MÉNDEZ CHÁVEZ

22 de julio de 1966 – 29 de mayo de 2020
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

*

Por: Ana Cristina Frías

(Venezuela, 1993).

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En los 1449 kilómetros que separan Pando de Riberalta, Ruben Darío Méndez Chávez (53 años) fue construyendo su propia narrativa, registrando el ritmo de la tierra y el andar de los hombres que pisaron ese camino antes que él. Había en su escritura el gusto por la historia y sus personajes. Quizás por eso encontró en el periodismo una manera distinta de contar el paso de la gente.

Rubén fue un periodista independiente que supo hilar una relación estrecha con la comunidad de Santa Cruz, en Bolivia, donde llegó cuando tenía 20 años. Desde ahí cubría casos policiales para periódicos como El Deber, El Nuevo Día y Extra.

También fue Secretario de Prensa y Cultura de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz (APCS). La gente que lo conoció recuerda que Rubén buscaba siempre brindar lo mejor de sí a su familia y a los periodistas.

Ninguno de sus cuatro hijos recuerda alguna ausencia. Era casi un ninja, que lograba mantener viva la llama del calor del hogar, combinado con la adrenalina constante del oficio. Por eso el “choquito de ojos verdes“, como lo llamaba su esposa, llenó de ternura la vida de sus nietas hasta el final de sus días.

Rubén Darío fue el responsable de impulsar las bolsas solidarias para los periodistas de bajos recursos, a través de la Asociación Nacional de Periodistas. Otro proyecto que también promovió fue el de las pruebas gratuitas para descartar el covid 19 entre los periodistas de Santa Cruz. En ese proceso se contagió. Su prioridad era que sus colegas tuvieran acceso a la prueba y al tratamiento antes que él. El día que le tocaba hacerse el examen, falleció.

La precariedad del sistema de Salud en Bolivia obligó a Ayrton Méndez, su hijo, a recorrer hasta tres hospitales donde no lo recibieron, a pesar de tener un seguro de salud. Finalmente falleció en su casa, junto a él. “Como hijos hay dolor con un poco de impotencia. Hay periodistas que no le dan, tal vez, la atención que merecen“, dijo Ayrton. En ese recorrido, muy diferente al que lo llevó desde su amazonía amada hasta Santa Cruz, quedó en evidencia las contradicciones del sistema de salud en Bolivia, pero también la solidaridad y el afecto de sus amigos de la Asociación Nacional de Periodistas.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Marco Antonio Curi, colega y amigo de la Asociación Nacional de Periodistas de Santa Cruz, y de Ayrton Méndez, hijo de Rubén Darío.

JOSÉ AUGUSTO NASCIMENTO SILVA “NANÁ”

8 de abril de 1962 – 13 de abril de 2020
Rio de Janeiro, Brasil.

*

Por: Evandro Almeida Jr

(Brasil, 1997).

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Amigo. Compañero. Chef. Sincero. Autodidacta.

José Augusto Nascimento Filho, de 57 años, conocido como Naná, llevó su vida e inspiró a cada colega de trabajo y amigo.

Siempre atento, el editor de imágenes de la cadena de TV SBT Rio tenía un cuidado inmenso por todo lo que creaba. Se dedicaba como nadie. Preguntaba a los cameraman por qué no tenían el mismo cuidado en la imagen que él con la estética del video —color, tomas, sonidos— durante las grabaciones en la calle.

Naná también conquistó a muchas personas por el sabor. La cocina era su segunda oficina. Pasteles, dulces, platos típicos portugueses de tradición familiar. La redacción se animaba cuando él llegaba con sus platos deliciosos. Y él se llenaba de orgullo al ver a todos comiendo y elogiando sus dotes.

Autodidacta, leyó e investigó muchísimo. Era un almanaque de la historia de Río de Janeiro. Esa búsqueda por conocimiento hizo que tuviera un cariño por cosas antiguas. Se la vivía en comercios de antigüedades en búsqueda de tesoros añejos.

Esas ganas las ponía en su trabajo también, cuidando del archivo de SBT después de más de 20 años como editor de imágen.

Naná fue amigo. El tipo de amigo que está a tu lado siempre. Que camina contigo hasta tu casa.

Su partida fue un choque entre todos que lo conocían. Especialmente sus amistades. Naná siguió trabajando en plena pandemia y llegó a criticar a la empresa por hacer ir a trabajar a empleados con leves síntomas de covid-19. En abril, Naná se sintió mal: con dolor de cabeza, fiebre y fue internado. Falleció al poco tiempo, dejando tristeza por la falta de despedida impuesta por esa enfermedad.

Su sonrisa, compañía, el sabor de sus platillos y su manera única de ser, jamás serán olvidadas.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Cristiane Navarro, amiga y colega, y Paulo Nogueira, colega.

JOSÉ EDVALDO DA SILVA

12 de septiembre de 1955 – 16 de junio de 2020
Arapiraca, Alagoas, Brasil.

*

Por: Mariana Sanches Otta

(Brasil, 1995).

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Comer el famoso “Caldinho do Pedrinho” con su hijo era uno de los momentos favoritos de José Edvaldo da Silva. En los últimos meses, su nieto de dos años y medio también se había convertido en la compañía del dúo: el niño quería hacer de todo con el Abuelito Ed.

Padre de tres, periodista y locutor de 64 años, tenía como gran inspiración su familia. Descrito por sus amigos como un hombre que anteponía a su familia a todo lo demás, hizo muchos sacrificios para que sus tres hijos se graduaran. El de enmedio, Igor da Silva, también es periodista. En la graduación, en 2008, Edvaldo no ocultó su orgullo de ver a su hijo graduarse en el mismo campo que eligió para actuar.

Durante más de 40 años, Edvaldo trabajó con la radio. Entre sus colegas, era conocido como un “furão” (en portugués, un periodista que siempre tiene una historia exclusiva o un gran reportaje antes que las otras emisoras). Desde el deporte hasta la política, Edvaldo cubrió varios temas en su programa “Nosso Encontro”, en Radio Sampaio.

Los libros occidentales fueron una de sus grandes pasiones, al igual que el fútbol. Edvaldo era moreno, medía 1,70 m de altura, tenía ojos negros y un poco de canas.

Llevaba seis meses sin trabajo debido a una operación de corazón que le realizaron en el segundo semestre de 2019. Edvaldo trabajaba en casa, rara vez salía y cuando era necesario, siempre usaba mascarilla y gel de alcohol. La familia cree que el periodista contrajo la enfermedad debido al contacto con su hija, Iza Eleuza de Castro Silva, quien trabajaba en un hospital de la ciudad de Arapiraca.

La hija mayor de Edvaldo trabajaba en un hospital de casos de covid-19 y murió de complicaciones por el virus el 3 de junio. Tres días después, al padre le diagnosticaron la enfermedad. Fue remitido al hospital el mismo día.

Sin mayores complicaciones, Edvaldo mantuvo conversaciones con su familia a través de llamadas de WhatsApp y videollamadas. Pero poco a poco su condición se agravó. Los médicos responsables aseguran que su estado era estable, pero empeoró mucho debido a ataques de ansiedad.

Edvaldo no supo procesar la pérdida de su hija.

Además de su legado como uno de los periodistas más conocidos de Arapiraca y Palmeira dos Índios, Edvaldo dejó una gran ausencia. Falta para sus fieles oyentes, que siempre seguían el programa de radio. Falta a sus compañeros de trabajo y a todos los profesionales que lo vieron como un modelo de integridad a seguir. Y le extraña su familia, que perdió a un querido esposo, padre y abuelo. Para Igor, la bendición del padre es lo que más se necesita en su día a día.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Igor José de Castro Silva, hijo, e Antônio de Oliveira, compañero de trabajo.

MARCELLO BITTENCOURT

25 de abril de 1952 – 30 de abril de 2020
São Paulo, Brasil.

*  

Por: Evandro Almeida Jr

(Brasil, 1997).

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Marcelo era un hippie de los años 60. Perfeccionista, amante de los libros y enamorado de la radio.

Producía como nadie, en casa o en su oficina en Rádio USP, donde tenía una colección de libros. Le gustaba tanto leer que también escribió. Ganó dos veces el premio Jabuti, el más grande de la literatura brasileña.

Introdujo programas específicos sobre libros en la radio y su voz era tan única de escuchar que contribuyó para otros programas. Marcelo tenía doble formación: primero en sociología, después hizo una maestría en periodismo. Dos campos de estudio que requieren leer mucho y además saber interpretar bien los discursos.

Marcello, de 68 años, no era gordito, pero tenía una pancita. Su cabello le llegaba a la altura de los hombros junto a una barba y lentes redondos, ese era el aire hippie que lo acompañaba. Muy tranquilo y good vibes, era su marca registrada.

Amante de una charla intelectual y un buen whisky, el periodista siempre compraba la bebida con su amiga Marcia en los freeshops de aeropuertos.

Marcello era amante de un buen periodismo y editaba como pocos. Sus piezas dejaban a todos en el estudio impresionados. Sus reportajes eran casi obras de arte.

Pero en una mañana de abril despertó, no se sintió bien y fue al hospital. Allí le hicieron diversos exámenes y descubrió algo que ni él mismo sabía que tenía. Sus allegados dicen que se infectó de covid-19 en el hospital. Cambió dos veces de hospital y se realizó más exámenes. Pero cuando lo sedaron y le pusieron en el respirador, le quedaban pocos días de vida.

Su pérdida fue devastadora para todos los amigos y compañeros. Con todos en confinamiento, ni siquiera pudieron abrazarse unos a los otros para consolarse. Sin embargo, jamás olvidarán su manera libre de vivir la vida, aquél aire hippie cariñoso y las conversaciones sobre política con un buen whisky. Su voz dejará un vacío.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Ligia Trigo, colega, y Marcia Furtado Avanza, amiga y colega. 

ROBERTO FERNANDES

21 de octubre de 1958 – 21 de abril de 2020
São Luís, Maranhão, Brasil​​.

*

Por: Alice de Souza

(Brasil, 1991).

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“Nada puede ser amado u odiado sin ser entendido primero», fue una de las últimas frases elegidas por Roberto Fernandes, de 61 años, para el mensaje matutino que daba en la radio. La reflexión diaria era su marca, pero no era la única manera como llegaba a la casa de los habitantes del estado de Maranhão, en el Noreste brasileño.

Periodista versátil, Roberto pudo mostrar con orgullo el hecho de que era conocido, comprendido y amado, como la frase que eligió. Actuó en varios frentes: pasó de operador a locutor de radio, de radio a televisión, de deportes a política. Fue uno de los principales nombres del periodismo en Maranhão, estado que adoptó después de dejar Pernambuco con su familia.

Cuando empezó en el periodismo, hace más de 30 años, Roberto no era calvo, pero ya tenía su 1.79 metro y la pasión profesional con la que lo describen sus colegas y familiares. Entrevistaba a todo tipo de personas con la misma habilidad y respeto. No en vano rápidamente ascendió.

El periodismo, sin embargo, no era la única pasión de Roberto. Le encantaba viajar por las carreteras de auto con sus amigos. Jugaba al fútbol e hinchaba un montón al Moto Club. Su pasión más reciente fue la más íntima: su nieto Murilo, de solo 1 año. El niño y el abuelo eran casi almas gemelas.

Roberto parecía inalcanzable, incluso para la covid-19. Pero la pandemia lo capturó sin tiempo para notarlo: sus síntomas empezaron en marzo, cuando Brasil registraba los primeros casos. Después de un tiempo fue al hospital con neumonía. Nadie creía que uno de los nombres principales en el periodismo de Maranhão sucumbiría al coronavirus. Roberto dejó dos viajes programados con su familia, dos hijos, su esposa y una legión de oyentes. Su voz aún resuena en la radio, con los 478 mensajes que dejó grabados y que sus colegas continúan transmitiendo como una forma de homenaje.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Roberto Fernandes Junior, hijo mayor, e José Raimundo Soares, amigo y colega.

ULIANA MOTTA

30 de septiembre de 1986 – 13 de mayo de 2020
Belém, Pará, Brasil.

*

Por: Alice de Souza

(Brasil, 1991).

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Febrero fue un mes intenso, lleno de trabajo para Uliana Motta, de 33 años. Después de meses, había logrado multiplicar el público participante de la fiesta y poner un “bloco de carnaval” en las calles con sus amigos por segunda vez. Después, bromeó diciendo que quería tomar unas vacaciones. Oficial de prensa de celebridades y empresas en Belém, en el estado de Pará, Uli dividía la vida de una periodista, profesión que siempre soñó, con la de emprendedora. En ambos frentes, tenía el mismo propósito: dar visibilidad a varias causas, sobre todo la de las mujeres gordas. 

El bloco de carnaval se dedicó al tema, así como a la marca de ropa que mantuvo con la ayuda de su madre, costurera, y todos los movimientos que dirigió en su ciudad natal. Uli jugaba con ser bajita, pero nunca con ser gorda. Esto fue una fuente de orgullo. Mucho orgullo. Determinada, luchó por el respeto y el aprecio a las mujeres plus size. No andaba sola en eso, tenía varias personas que la acompañaban. 

En su tiempo libre, Uli disfrutaba de reuniones casuales para tomar una cerveza con amigos y también organizar producciones de moda. Además de una vieja pasión musical, el cantante Paulo Ricardo, de quien solía ir a todos los shows y tener las canciones. Trabajando en casa desde el comienzo de la pandemia, Uli tuvo mucho cuidado. Compró mascarillas y solo salía al supermercado. No fue suficiente. En mayo empezó con fiebre, luego le faltó el aire. Fue hospitalizada pero falleció el 13 de mayo. Su partida dejó un dolor y un inmenso vacío en su familia y amigos: era la fuente de consulta para cualquier tema, incluso para decir las verdades de las que solo un amigo es capaz. Uli se fue, pero dejó un ejemplo de fortaleza. Y un legado incalculable para el movimiento de mujeres plus size de Belém.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Ilma Motta, madre, e Tainah Sá, amiga y colega.

AUGUSTO VICENTE ITURBURU

12 de enero de 1980 – 15 de abril de 2020
Guayaquil, Ecuador.

*

Por: Camila Barreiro

(Argentina, 1993).

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En un estadio de fútbol, entre cánticos y banderas, Augusto Iturburu (40 años) se desenvolvía como pez en el agua. A principios de 2020 murió su madre y la tristeza lo había debilitado, pero el amor por su trabajo le inyectaba las energías necesarias para cumplir con sus tareas para El Telégrafo. Cuando a principios de marzo empezaban a confirmarse los primeros casos del nuevo coronavirus en Ecuador, Augusto cubrió el enfrentamiento entre Barcelona e Independiente del Valle el 4 de marzo. Allí comenzó el malestar que culminaría con su internación por covid-19.

Augusto estudió para ser maestro y ejerció con dedicación, pero se abocó al periodismo deportivo por admiración a su amigo Néstor Espinoza. Si bien era fanático del fútbol, sus historias preferidas eran las que descubrían realidades, sin importar el deporte. Por ejemplo, este pequeño reportaje sobre las niñas que boxeaban en un barrio vulnerable de Guayaquil.

Sus allegados dicen que era muy veloz con el teclado. Podía salir a comer con sus amigos y regresar a redactar una noticia en pocos minutos. “Tengo que escribir la nota principal, pero está en mi cabeza”, decía.

Su pelo zambo acompañado de facciones fuertes, piel canela y una sonrisa espectacular reflejaban su espíritu. Fiel devoto de la fe bahaí, había sido apodado “La Roca” por su firmeza. Jamás se negaba a hacer un favor y se dedicaba con talento a todo lo que emprendía, incluso en proyectos que escapaban a su zona de confort.

“Qué pena. Yo creo que podría haber servido más afuera (ayudando a la gente), pero creo que hasta aquí llego”, le dijo a su prima Katty, en el último mensaje de voz que envió desde el hospital. Tras varios días de agonía —con malos diagnósticos, medicado con penicilina y sin la atención médica necesaria— Augusto falleció por complicaciones asociadas a un covid-19 no detectado a tiempo. Las penurias continuaron: le fueron ultrajadas sus pertenencias y vaciaron la cuenta bancaria familiar.

Sus familiares y amistades aún lo lloran con el sabor amargo que deja la injusticia. Sin embargo, su recuerdo se tiñe de canciones con su bella voz y la alegría que solo él sabía irradiar.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Néstor Espinoza, colega de El Telégrafo y amigo, y Katty Simisterra, prima.

ROBERTO ROMÁN VALENCIA

10 de febrero de 1945 – 9 de abril de 2020
Guayaquil, Ecuador.

*

Por: Karla Crespo

(Ecuador, 1992).

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En la cancha, en la cabina de radio, en el set de televisión y en su barrio Roberto Román Valencia (75 años) era conocido como el “abogado”. La persona que dejó las cortes de justicia para gritar goles.

No aprendió periodismo en las aulas. Sabía que este oficio se forja en el territorio. Decidió abandonar su carrera de abogado para dedicarse a narrar los partidos de fútbol, analizarlos, predecir posiciones y anotaciones.

“Casi siempre acertaba con su pronóstico”, dicen dos de sus siete hijos.

Iba todos los días al gimnasio. Leía mucho. Era alegre y trabajador. Piel canela, no más de un metro setenta, musculoso, con el pelo blanco. Apasionado por el periodismo deportivo, un oficio que ejerció por más de cincuenta años y que le permitió ser parte de las radios y canales de televisión con mayor sintonía de Guayaquil, la segunda ciudad más poblada de Ecuador.

Cumplió con sus dos propósitos: enseñar al público a ver fútbol y fundar un programa de televisión. Para conseguir lo primero, estudió una especialización sobre dirección técnica. Con la paciencia de un profesor y usando una pizarra analizaba de manera pedagógica y con picardía los partidos. Lo segundo lo cumplió gracias al internet, montó un canal digital llamado Fuera de Campo.

En un video se puede ver a un Roberto Román desafiante y saludable. Allí, con suéter deportivo y con anteojos de marcos gruesos le habla al coronavirus. Le dice que no le dará la oportunidad de que invada su cuerpo y, a su puro estilo, le saca una tarjeta roja. Días después fue internado en una clínica con molestias respiratorias.

Roberto falleció sin conocer que la covid-19 no respetó su mandato. El nueve de abril finalizó el juego de la vida, dejándolo todo en la cancha.

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Este perfil fue construido con los testimonios de sus hijos Paola Román y Xavier Román.

VÍCTOR HUGO PEÑA BLACK

4 de marzo de 1978 – 27 de marzo de 2020
Guayaquil, Ecuador.

*

Por: Tatiana Oviedo

(Uruguay, 1997).

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Víctor no concebía un mundo sin periodismo.

Aunque fue hijo de la vieja escuela del lápiz y del papel, esto no impidió que se abriera a los nuevos caminos de la profesión.

Bonachón y divertido. Así lo describen sus amigos. Un amante de la comida y con una pasión innata por los deportes. Comenzó haciendo coberturas de fútbol hasta que una nueva oportunidad tocó su puerta: hacerle paso a la radio y la televisión con la producción y coordinación de noticias en Ecuavisa, una cadena de TV de Quito. Apareció el miedo y le surgieron dudas, pero a río revuelto, ganancia de pescadores, dice el dicho, y él lo sabía. Víctor debía estar al frente del cañón en todo nivel.

Era un amante de la comida. “¡Ya huele!” solía decir a modo de anticipo como quien escucha el gallo por la mañana anunciando la llegada de un lindo amanecer. No faltaba nunca una cerveza y, contrario al estereotipo “fiestero” de los costeños, sus reuniones entre amigos no las musicalizaba con salsa o merengue. Él prefería Joaquín Sabina y era moneda corriente de todas las noches la canción Y sin embargo.

Como productor no tenía la respuesta a todos los problemas, pero siempre estaba dispuesto a ofrecer ideas para solucionarlos. “Los jefes de relaciones públicas deben estar extrañándolo porque, por lo general, los coordinadores son muy parcos para tratar. Víctor no era así”, cuenta Stalin, amigo y colega de aventuras. Lideraba sin descuidar nunca a su equipo. Sin embargo, nadie estaba preparado para el caos que llegaría en marzo a Guayaquil.

La sospecha de sus amigos es que se contagió luego de que su equipo entrevistara a una persona portadora del virus.

Él no lo sabía, claro. Pero ese era su lugar, su pasión. Al frente en todo momento.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Stalin Briones, amigo y colega, y Santiago Cuñis, concuñado y amigo.

ALEJANDRO CEDILLO CANO

27 de marzo de 1980 – 28 de abril de 2020
Ciudad de México, México.

*

Por: Flavia Fiorio

(Argentina, 1993).

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Alejandro Cedillo Cano era, ante todo, un apasionado. Quienes compartieron con él una sala de redacción, un paseo por su Iztapalapa natal, una cabalgata, un partido del América lo saben: Alejandro era un apasionado.

Un hombre que no necesitó tatuajes en su cuerpo llenito, en sus brazos marcados, en su piel morena para contarle al mundo qué lo representaba. Bastaba estar con él pocos segundos para escucharlo hablar, con entusiasmo, de su familia, Iztapalapa, sus caballos, su equipo de fútbol y el periodismo.

El amor por los caballos vino de familia: los Cedillo Cano siempre han montado. Alejandro disfrutó, hasta los últimos meses de su vida, subir al Cerro de la Estrella con quien quisiera acompañarlo. El amor por el América también: de aquel cuadro son sus tíos, sus primos, sus hermanos.

El periodismo, en cambio, fue una decisión personal y una profesión que lo acompañó durante 20 años.

Su carrera comenzó y finalizó en el diario La Crónica, a donde llegó mientras estudiaba en la escuela de periodismo Carlos Septién García. Tras un paso por la sección Deportes, fue conquistado por la sección Metrópoli, en donde cumplió el rol de coordinador con un amor por los talentos jóvenes tan grande que hizo que, hasta el día de su muerte, varios de sus apadrinados lo llamaran papá.

Impulsar jóvenes talentos era una misión muy grande para Alejandro. Otra, tan importante para él, era mostrar a su barrio en el diario. Por eso, con él como coordinador, había una cobertura que no podía faltar: la cobertura de la Pasión de Cristo, una representación popular de Iztapalapa que se hace en Semana Santa.

Este año, por la situación sanitaria, el evento se realizó a puertas cerradas pero eso no le impidió a Cedillo mostrarlo.

Aprovechando el teletrabajo, que hizo desde que comenzó la pandemia por covid-19, se juntó con su familia para ver el evento en un proyector y escribió una de sus últimas reseñas: una breve nota donde cuenta que el elenco 2020 se repetirá el próximo año.

Alejandro Cedillo Cano falleció el 28 de abril, a los 40 años, producto de covid-19 agravado por su condición de diabético.

En La Crónica alguien lo cubrirá, seguramente: como a él le hubiera gustado.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Itzel Alfaro, esposa, Francisco Báez Rodríguez, director editorial del diario La Crónica y Luis Eduardo Velázquez, colega.

ANTONIO ALVEAR OLEA

12 de junio de 1955 – 3 de junio de 2020
Ciudad Altamirano, Guerrero, México.

*

Por: Ketzalli Rosas

(México, 1988).

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A las 5 de la mañana Antonio Alvear ya estaba levantando, barriendo la calle, dando instrucciones. Nunca se estaba quieto. Le gustaba la vida del periodismo, porque —decía— era libre, podía andar por todos lados, preguntando. Su quehacer periodístico lo llevó a conocer a mucha gente y a viajar mucho; conocía con precisión todo el estado de Guerrero, principalmente la Tierra Caliente en la que vivió.

Antonio, uno de los 8 hijos del matrimonio formado por Doña María Dolores Olea “Lola” y Magdaleno Alvear Celis, “Leno”, nació en Santa Teresa, en el municipio de Coyuca de Catalán. Toño, como lo llamaban, siempre quiso ser piloto aviador, incluso presentó su examen de admisión en la Escuela Militar de Aviación. No fue aceptado. Así que viró el rumbo y llegó a la Ciudad de México para estudiar el bachillerato y luego la carrera en Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Trabajó para diarios como El Nacional y La Jornada.

Quienes lo conocieron como jefe de redacción dicen que tenía el don de la enseñanza, que era pulcro en la escritura y tenía mirada fina para la crónica. Decía que para poder escribir se debía encontrar el momento más cómodo, sin presiones ni tensiones; incluso llegaba en sandalias a la redacción como ejemplo de la comodidad para escribir. Él escribía diario.

A Alvear siempre le interesó la política y fue crítico sobre la realidad del país. Llegó a experimentar censura y a recibir amenazas telefónicas. Eso no lo frenó. En su afán de estar actualizado, lanzó Corto Digital en sus redes sociales para hacer crítica política.

Los últimos 20 años de su vida los dedicó a escribir columnas de opinión; la última se publicó en El Despertar del Sur el 1 de junio de 2020. También trabajó en comunicación social, campañas políticas y en la radio. Era una persona querida y conocida en su estado.

Antonio media 1.70 de altura, pesaba cerca de 90 kilos y por sus ojos verdes algunos de sus colegas lo llamaban de broma “Luz clarita”.

En los tiempos recientes compaginaba el comercio y el periodismo con el campo que tanto amaba. Cada tres días visitaba su casita a las afueras de Ciudad Altamirano para regar sus plantas, podar su árbol de limones y cuidar la milpa de maíz que tenía en el pequeño patio.

Durante la pandemia de covid-19, Antonio no salió de su casa por su quehacer periodístico, pero sí por la tortillería que administraba junto a su esposa Nidia, a quien conoció en la Ciudad de México y con quien tuvo tres hijos: Antonio, Roberto y Fátima.

La familia de Antonio no sabe cómo pudo contagiarse del virus. Cuando presentó síntomas, a mediados de mayo, le hicieron la prueba, lo llevaron al hospital y ahí les recomendaron que estuviera en casa para estar mejor atendido. Desde entonces su familia y un tanque de oxígeno no se le separaron.

El resultado positivo a covid-19 llegó tres semanas después. Antonio ya había muerto en una ambulancia en la puerta del hospital, esperando que lo atendieran. Nueve días después hubiera cumplido 65 años.

La familia de Antonio apenas pudo despedirlo. No hubo velorio y lo sepultaron el mismo 3 de junio, fecha que quedó registrada en su obituario.

El Sindicato de Redactores de la Prensa, colegas y amigos, lograron que el gobierno estatal atendiera sus demandas para mejorar las deficiencias en el Hospital Regional donde no atendieron a Antonio.

Ahora, su familia añora un futuro cercano para hacer un evento con compañeros y amigos para recordarlo y despedirlo como se merecía.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Antonio Alvear Cuevas, hijo mayor, e Israel Flores, amigo y colega. 

MOISÉS MÁRQUEZ VILLEGAS

15 de septiembre de 1967 – 7 de mayo de 2020
Tijuana, Baja California, México.

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Por: Florencia Luján

(Argentina, 1992).

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“A ver, ¿quién tiene carnita?”, preguntaba Moisés Márquez Villegas, director editorial del periódico Infobaja, esbozando una sonrisa y posando sus manos grandes sobre una libreta, cada vez que reunía a sus colegas para debatir los contenidos que se iban a publicar. Era su frase favorita y la forma que tenía para pedir que se investiguen todos los ángulos de una noticia, que se vaya hasta el hueso de un tema tal como lo hacía él, un lector insaciable y gran contador de historias, siempre comprometido y fiel a su labor periodística.

Moisés Márquez Villegas desde 1990 se desempeñó como periodista, pese a estudiar la carrera de Técnico Profesional en Acuicultura en la Facultad de Ciencias Marinas en la ciudad de Empalme, ubicada en el estado de Sonora en México, de donde era oriundo. Sus temas favoritos para trabajar eran política y economía. Luis Fernando Bayod, Director de Infobaja y amigo, cuenta que Moisés tenía un sexto sentido para leer entre líneas temas de política: “Era un excelente columnista”, dice.

A Moisés no le gustaba permanecer en la oficina, siempre estaba en la calle con su libreta, cercano a alguna fuente de información, al menos así lo muestran once imágenes de archivo que ilustran el ejemplar número 546 de InfoBaja, que homenajea su trayectoria periodística. Siempre en la trinchera y echado para adelante. En plena pandemia realizó una serie de entrevistas vía Zoom con médicos y médicas especialistas y personas que habían superado el covid-19 en la zona de Baja California.

Entre las personas entrevistadas estaba el Dr. Clemente Zúñiga, quien atendió personalmente a Moisés Márquez Villegas desde que ingresó con síntomas al Hospital General de Tijuana el 21 de abril, hasta el jueves 7 de mayo a las 8.30 a.m que falleció.

Además de su mujer e hijo, dejó en el trabajo un hoyo tremendo y numerosos proyectos, comenta Luis Fernando Bayod, quien veló por su amigo junto a su familia durante 16 días en los que nunca imaginó que Moisés iba a morir.

Un apasionado por la noticia, de esos que trabajan 24 horas los siete días de la semana, siempre despuntando el vicio de querer más “carnita informativa”.

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Este perfil fue construido con el testimonio de Luis Fernando Vázquez Bayod, colega y amigo. 

GUSTAVO BERMÚDEZ

28 de febrero de 1955 – 26 de mayo de 2020
Managua, Nicaragua.

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Por: Noelia Gutiérrez

(Nicaragua, 1995).

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Su voz la recuerdan cálida, gruesa, amena, de las que no golpeaban el oído, de las que gusta escuchar. Por eso muchos creían que la voz de Gustavo Bermúdez (65 años) era la voz personificada de la Radio Corporación, el medio donde había trabajado durante los últimos 30 años. En su programa Impacto 540, al aire a las 8 de la mañana en punto, él y sus invitados comentaban temas económicos, políticos y sociales.

En 2018, cuando estallaron en el país una serie de protestas antigubernamentales, Bermúdez también se volcó al trabajo de calle. Desde allí reportaba y denunciaba los abusos. También lo hacía a través de su dirigencia en la Asociación de Periodistas de Nicaragua (APN). “Él nos enseñó a ser valientes, a ser firmes, a denunciar lo que hay que denunciar, porque en este país se hace un periodismo de riesgo”, recuerda su colega Alfonso Baldioceda.

Cuando llegaron las noticias sobre la pandemia de covid-19, Bermúdez se alarmó. Avisó a su esposa e hijos que tendría que seguir yendo a la radio; pero aún tomando todas las medidas y restringiendo invitados, los síntomas comenzaron el 12 de mayo. Una semana después fue ingresado en un hospital privado y el 26 de mayo por la noche su voz carismática y envolvente se apagó.

Aunque el Ministerio de Salud le realizó una prueba que salió positiva, en su acta de defunción no aparecía ese diagnóstico. Su hija Irma Bermúdez, no dudó en seguir los consejos de su padre y hacer lo que creía correcto: envió la información a un grupo de periodistas, denunciando que se les había prohibido a los doctores indicar covid-19 como causa de muerte.

La lápida de Gustavo Bermúdez anuncia una de sus grandes premisas: “no se mata la verdad apresando periodistas”.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Irma Bermúdez, hija, y Alfonso Baldioceda, colega.

SERGIO LEÓN, “BAM BAM”

11 de noviembre de 1969 – 14 de junio de 2020
Bluefields, Nicaragua.

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Por: Noelia Gutiérrez

(Nicaragua, 1995).

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Radio La Costeñísima siempre estaba llena de gente: acudían allí para denunciar sus problemas en la comunidad, para alzar su voz, cansados de no ser escuchados por las autoridades locales. Sergio León (50 años), su director, no concebía la radio sino como un servicio comunitario.

En sus veinte años de experiencia periodística, trabajando en prensa escrita, en la radio o al frente de un canal de televisión, siempre tuvo claro que debía denunciar a los poderosos: a la policía coludida con el narcotráfico, a los colonos en busca de tierras ancestrales, a los políticos que reprimían a su pueblo.

“Te van a joder, te van a matar, mejor andate”, le decían sus amigos a Sergio, también conocido como Bam Bam. Él siempre contestaba que no se iba, a pesar de los asedios y las amenazas, porque La Costeñísima era su vida y porque Bluefields era el lugar donde había nacido y donde iba a morir. Así fue.

Falleció el 14 de junio de 2020, después de luchar casi un mes contra la covid-19. Kalúa Salazar, jefa de prensa de la radio, recuerda que desde que iniciaron sus síntomas, Sergio León quiso que se hiciera público su caso, porque era una forma de denunciar que el Gobierno estaba minimizando el impacto de la pandemia en Bluefields y tratando de esconder los contagios y las muertes.

Radio La Costeñísima es ahora un medio multiplataforma, y el noticiero que él mismo presentaba, Tras la Noticia, es referente en el Caribe Sur de Nicaragua. Sobre todo, es un medio que Sergio León preparó para que siempre estuviera “al lado del pueblo, en su presencia o en su ausencia”.

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Este perfil fue construido con el testimonio de Kalúa Salazar, discípula y colega.

JORGE MARTÍN DÍAZ GUEVARA “COCO”

03 de noviembre de 1967 – 20 de junio de 2020
Tumbes, Perú.

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Por: Alejandra Canchanya

(Perú, 1996).

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En unas las regiones del país con más casos de corrupción registrados, donde ejercer el periodismo es una hazaña y una necesidad, un hombre de prensa dedicó su vida a exponer y a denunciar estos actos. Jorge Díaz Guevara (52 años), conocido también como “Coco”, fue periodista, luchador social, amante de la música trova, maestro en las aulas y fuera de ellas.

Once años atrás, fundó el diario Tumbes 21 “Hecho por tumbesinos”, junto a su hermano César Díaz. Fungió como director periodístico y muchas veces editor, ya que la pureza no solo tiñó su prominente barba, sino que alcanzó a su ortografía. Prolija al escribir, Jorge relató las historias más destacadas de su región, sacó a luz la mala gestión de sus autoridades y destapó incontables casos de corrupción, sin temor a nadie más que a la injusticia.

Entre querellas y amenazas a su labor, Jorge elevó su pluma para enfrentar a los adversarios de la libertad de expresión. “En la mira” era el título de su columna en el diario y la manifestación que caracterizó su vigilia al poder.

Su transparencia, virtuosidad y sonrisa son hoy parte del recuerdo de sus seres más queridos, quienes atestiguan su inagotable lucha por el bien común. “Estoy vivo” enfatizó en su último texto publicado. Aun desde la enfermedad, no dejó de criticar y escarbar en las irregularidades, dedicando sus últimas líneas al valor de la vida y la justicia.

Las investigaciones de Jorge Díaz y su paso por la televisión, la radio y el diario forman parte de la historia de Tumbes, así como su visión del periodismo sentó las bases para el futuro de la prensa en la región.

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Este perfil fue construido con los testimonios de César Diaz, hermano, y Marlon Castillo, colega y amigo.

MARIO LEY BUCANA HUAMANÍ “CHOLITO”

16 de octubre de 1957 – 08 de mayo de 2020
Lima, Perú.

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Por: Alejandra Canchanya

(Perú, 1996).

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De baja estatura, pero gran espíritu. Así fue Mario Bucana Huamani (63 años), camarógrafo que consagró más de 35 años de su vida al periodismo. Fue los ojos de muchas historias y en todas ellas operó con ímpetu y valentía. “Cholito”, le decían por su incomparable fuerza. Una resistencia que mantenía en sus hombros una cámara de 15 kilos y 3 baterías en el chaleco con los que corría, a la velocidad de la noticia, por las aún durmientes calles de la ciudad. Sus registros relatan la historia del Perú, desde sus pasajes más desoladores hasta los más históricos. Detrás de la cámara supo contemplar una mirada humana y creativa de los hechos y con ella guió a sus reporteros.
Su sonrisa, intacta y contagiosa, era reflejo de su espíritu y devoción. Llevaba consigo la adrenalina de cada comisión y custodia de su valentía fue su desgastado e infaltable chaleco azul.

Mario no solo fue un destacado periodista, también fue un buen compañero. Los cargos le parecían pasajeros, pero la amistad inquebrantable. Dejaba todo si veía a alguien en peligro, no creía en competencias y fue su humildad lo que caracterizó su trabajo.

Los nuevos reporteros que llegaban al canal encontraban en él a un guía, amigo y profesor. “Todo se puede conseguir, todo se puede vencer menos la muerte”, decía Bucana.

Continuó trabajando durante la pandemia y se enteró de la enfermedad cuatro días antes de su muerte. Mario fue un guerrero de la imagen, sus valores periodísticos marcaron también los caminos profesionales de su hija y nieta. La casa televisora Panamericana TV fue su segundo hogar y el legado que “Cholito” deja en ella es invaluable. Sus pasadizos llevan el rastro de su compromiso ferviente con la información, las lecciones y sonrisas que dejó en sus colegas y la lucha por un ejercicio periodístico más justo y humano.

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Este perfil fue construido con los testimonios de Marilyn Bucana (hija) y José Llaja (colega y amigo).

PEDRO ANTONIO SECUNDINO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ “PEDRITO FERNÁNDEZ”

28 de julio de 1954 – 26 de marzo de 2020
Santiago, República Dominicana.

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Por: Laura Rodríguez

(República Dominicana, 1991).

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Pedro Fernández (65 años) fue uno de esos periodistas legendarios que nacieron para el oficio. Su trayectoria de más de 40 años atestigua de un periodista aguerrido y sin pelos en la lengua a la hora de contar verdades. Fue un gremialista, genio y figura de la “vieja guardia”, que llevaba estampadas la integridad y la rectitud; el traje y la corbata impecables.

Su presencia en la sala de redacción cortaba en el aire bromas, chanzas y risas por la seriedad con que tomaba la profesión y el respeto que inspiraba. Así lo recuerda Vladimir Paula, discípulo suyo, quien aprendió de él la audacia y agilidad para reportear: “Era impresionante ver a Pedro Fernández escribir… la pluma más ágil que tenía este pueblo”, dice.

El pueblo es San Francisco de Macorís, donde su gallardía le granjeó enemigos. Por denunciar el narcotráfico, el sicariato puso precio a su cabeza. Pero ni un atentado a tiros (al que sobrevivió de milagro), ni la intimidación, ni un derrame cerebral, pudieron impedirle hacer aquello que amaba y defendía con todas sus fuerzas: el periodismo.

El 11 de marzo, Pedro empezó con síntomas y molestias. Le recetaron medicamentos para la gripe. Casado con la también periodista Rosalina Martínez por 32 años, ella recuerda la última vez que lo vio el 20 de ese mes. Pedro iba musitando una oración —como hacía cada noche— sentado en una silla de ruedas rumbo a cuidados intensivos. La despedida fue un beso y la promesa de que su amor vencería cualquier virus, viniese de donde viniese.

Luego de un enorme viacrucis para conseguir las pruebas, tanto Rosalina como el hijo de ambos, Ricky, resultaron positivos al coronavirus.

Hoy, a casi tres meses de su partida, Rosalina, quien lucha contra un cáncer de mama en grado 3, aún no puede visitar la tumba de aquél que siempre sabía todo lo que ella “quería y todo lo que necesitaba”. Allí, en el Panteón de los Periodistas del Cementerio de Getsemaní descansan los restos del periodista que “nunca tuvo miedo”.

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Este perfil fue construido con ayuda de los testimonios de Rosalina Martínez, viuda de don Pedrito Fernández y Vladimir Paula, amigo y colega.

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Este es un proyecto periodístico de Distintas Latitudes que puede leerse en:

https://adiosencobertura.distintaslatitudes.net

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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