Desde Mujeres
¿Mujeres exitosas, líderes y en posiciones de alto nivel? ¡Sí por favor!
El liderazgo femenino, ya sea en las empresas privadas o en el espacio público muchas veces es contado y narrado como la excepción a la regla, lo increíble, la hazaña de la cual necesitamos enterarnos.
Y no debería de ser así.
Cuando comunicamos sobre el liderazgo femenino considero vital contarlo en el doble sentido de la palabra: contar una narrativa que normalice a las mujeres en puestos directivos y contar estadísticamente la proporción de mujeres en dichos puestos (así como las barreras y obstáculos que enfrentan para llegar a ellos).
Cuando alguno de estos dos elementos falta, ya sea la narrativa o la estadística, se silencia nuestro trabajo y trayectoria. Es como poner mute a los esfuerzos y avances que hacemos desde liderazgo femenino y dar paso a esta invisibilidad generalizada que impide el reconocimiento de directoras, presidentas, ingenieras, jefas, etc.
Como comunicóloga creo firmemente que las palabras pueden ayudarnos a cambiar nuestra realidad. Lo vimos claro a lo largo del 2020 cuando con la narrativa y las historias bien contadas pusimos en el foco la eficacia del liderazgo femenino ante la pandemia. Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueza Zelanda, Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán demostraron que la empatía, acción firme y la apertura a escuchar diversas opiniones es un fórmula que asegura buenos resultados.
Y quiero resaltar la responsabilidad de los medios de comunicación en este asunto. Vi ejemplos claros en las historias que mencionaban a Sanna Marin y que lo relevante de las notas no fue su estrategia para proveer a la Agencia Nacional de Abastecimiento de Emergencia (HVK, por sus siglas en finlandés), lo cual fue clave para hacer frente a la crisis y lo que permitió disponer de suministros médicos y equipos necesarios para tratar a las personas enfermas. En cambio, lo relevante fue lo asombroso que, a su edad, 35 años, ya fuera primera ministra, que fuera mujer y que se había casado en secreto.
Y es aquí cuando me pregunto si estamos haciendo todo lo posible para normalizar el éxito, el liderazgo y las posiciones de alto nivel de las mujeres. ¿Cómo podemos romper con esta imagen estereotipada y sesgada del liderazgo?
Desde mi trinchera, la comunicación, puedo sugerir tres acciones:
- Abogar por una mejor representación y mayor presencia en medios de comunicación: El Proyecto de Monitoreo Global de Medios (GMMP, por sus siglas en inglés) muestra que, solo el 24% de las personas que se ven en las noticias, sobre las que se lee en los periódicos, o se escucha en la radio y la televisión son mujeres. Nos está faltando mucha representación si tenemos en cuenta que más del 50% de la población mundial somos mujeres.
- Informar, narrar y comunicar con perspectiva de género con el fin de evitar estereotipos de género dañinos.
- Reconocimiento al mérito. Visibilizar y normalizar el hablar de mujeres en puestos de alto nivel y no seguir con la narrativa de “la hazaña” la cual mencionaba al inicio de esta columna.
Las mujeres estamos cambiando el mundo y esa es una historia que deberíamos estar contando con bombo y platillo. Hablar, reconocer y darle espacio a todas las voces para que representen a todas las mujeres: las líderes comunitarias, las defensoras de los derechos humanos, las emprendedoras, las familiares, las políticas, las científicas, etc.
Desde las historias y desde la comunicación podemos adoptar una nueva visión y renovar las creencias acerca del liderazgo. Cambiemos la narrativa porque el hecho de que las mujeres estemos tomando puestos de liderazgo es una ventana de oportunidad para influir en la cultura y reducir poco a poco la necesidad de hablar de ello y simplemente vivirlo y asumirlo como un estilo de vida.