La difícil supervivencia para la juventud

Columna MAROMA

Por Michel Gutiérrez, integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud 

Hay ocasiones en que sabemos de hasta tres chicas desaparecidas cada día, a veces nos enteramos que fueron encontradas con signos de violencia, otras veces no se supo más de ellas. 

Leemos constantemente relatos de chicas que cuando estaban en las paradas de camiones, sujetos bajaron de camionetas para quererlas subir a la fuerza, gracias a los gritos, sus patadas, rasguños y el apoyo de la gente a pie, logran salvarse aunque no sin respectivas secuelas físicas y emocionales. 

Los familiares claman justicia para sus hijas asesinadas por sus propias exparejas, a veces hubo denuncias, leyes de restricción, ratificación de la denuncia, pero eso no evitó que las asesinaran.

Los crímenes de odio, nunca se quedan atrás, no los respetaba el que les asesinó, mucho menos las autoridades que juzgan, critican y archivan el caso, sin esclarecer el hecho o atrapar y sancionar a los culpables.

Otras veces, jóvenes se resistieron a un asalto o simplemente el miedo les paralizó y los asaltantes los mataron. Caminar por ciertas colonias a ciertas horas, se ha vuelto una condena. No importando que sea una colonia acaudalada o colonias marginales. La policía nunca apareció, ni salvó. Peor, algunas veces los policías son quienes arbitrariamente se los llevan, y ya no vuelven a verles o los golpean haciendo que pierdan un ojo o terriblemente los encuentran muertos.

En las peores ocasiones, vuelven de un arduo día de trabajo esperando les paguen, junto a sus compañeros de la obra y a cambio llegan dos camionetas con hombres armados para abrir fuego contra ellos. Y aunque uno de ellos, menor de edad, corre dentro de una casa para salvarse, las balas lo alcanzan y muere. Sabemos de otro menor que pasaba junto a su madre, ambos vendedores ambulantes, ambos en el momento equivocado y ambos con heridas de bala en las piernas. 

¿Quién se pronuncia ante estos hechos? ¿Quién investiga y sigue cada caso, asegurándose de dar con los responsables? ¿Quién brinda respeto a la memoria de quienes ya no están? ¿Quién les rinde cuentas a sus familiares? ¿Quién garantiza la seguridad de los jóvenes? O mejor rectifico ¿Al servicio de quienes, está el Estado? 

El Estado proclama sus días históricos casi por cada obra pública terminada (¿se les olvida que es su trabajo?), o ley impulsada, el mismo que no sabe responder con celeridad, no investiga a fondo cada caso, tiene nexos fuertes con el crimen organizado y solo vive para dar la contra, golpes bajos al gobierno federal o culpándolo de la inseguridad estatal. Más allá del evidente fracaso con sus extrañas estrategias y giros ante esta crisis sanitaria, existe el rotundo fracaso para brindar protección, seguridad y confianza a su población. Dejaron crecer la violencia hasta límites insospechados y una gran parte de la juventud está desapareciendo mientras que otra tanta, es asesinada.

¿De qué nos sirven las leyes, sino se ejercen o se respetan? ¿A qué jóvenes ayudan las instituciones dedicadas a la juventud? Cada institución gubernamental tiene por escrito un listado de programas para atención y cuidado de la juventud, con el protocolo y el presupuesto, sabemos que este último llega, pero nada de eso se aplica en la comunidad, no se ven los resultados de aquello que se “diseñó” precisamente para los jóvenes. Como siempre son los colectivos, A.C. e instituciones privadas, quienes terminan sacando el trabajo de atención a la juventud. Pero es terrible notar la negligencia total del papel del Estado. 

Somos nosotros quienes diseñamos estrategias de cuidado y apoyo colectivo en la calle, que, por cierto, funge como campo de batalla, respondemos rápidamente al grito desesperado del otro, monitoreamos a nuestro ser querido en la calle con GPS o llamadas, hacemos a un lado los pendientes para detenernos a grabar con la cámara del celular una injusticia, tomamos foto del hecho o a veces hasta pedimos el nombre para buscar avisar por medio de las redes sobre lo acontecido. 

Somos nosotros quienes con memoria, coraje y presión impulsamos cambios, exigimos escucha y respeto. Hablamos por quienes ya no pueden hacerlo.  Y no está mal, en la calle podemos ser solidarios y jugárnosla por el otro, pero no debemos sostener un sistema con tantas fallas, sobre todo si constantemente permite estos agravios a su juventud, el Estado nos demuestra día a día que no puede, ni quiere brindar las condiciones que posibiliten a los jóvenes habitar dignamente esta sociedad. 

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Maroma es un observatorio de la niñez y la juventud. Somos un grupo interdisciplinario de personas involucradas en los sectores académicos, comunitarios, públicos y privados con fines de gestión y bienestar para la niñez y juventud que busca incidir en políticas públicas y movimientos sociales con un enfoque de innovación social.

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