Crónica
Antier mi hermano me preguntó si iba a hacer paro.
“Pues a medias, respondí, asistiré a clases con la cámara apagada y con actitud pasiva, pero sí me conectaré. No usaré redes sociales, no saldré ni compraré nada. Estaré respondiendo mensajes porque ando llena de tarea, y obvio pues te responderé a ti también si me escribes”
Esto fue al mediodía.
Me quedé pensando y
No.
No es así el paro.
El paro es una simulación de qué pasaría si me toca ser una de las 11 mujeres que este país matan a diario y de las miles que desaparecen.
Si mañana mi cara está por todos lados con la leyenda en rojo que se lee “DESAPARECIDA. POR FAVOR, COMPARTAN”.
No podré avisar que me fui.
No podré cambiar mi foto de perfil.
No podré meterme a clases, ni contestar mensajes.
Si mi hermano llegara a escribirme, no podré decirle que estoy bien.
Y eso es lo que duele.
Pensar en todas las vidas que fueron arrebatadas, que se quedaron inconclusas.
Planes, sueños, aprendizajes.
¿Cuáles fueron mis últimas palabras ayer?
¿Qué me ha faltado hacer?
Vivimos bajo la ilusión de que tenemos seguro el mañana.
Pero no es así.
Porque este país y su machismo,
su misoginia ya tan normalizada y justificada,
su represión, que las mismas mujeres dentro de este gobierno tan patriarcal y macho ejercen en contra de las manifestantes, de las que luchan por mi y por todas,
su cultura de la violación tan arraigada que, sin temor, hasta el mismo presidente hace alarde de practicarla,
sin mencionar a los hombres que pensamos que eran nuestros amigos, novios, familiares, personas de confianza y resultaron ser victimarios, agresores.
Este país y sus hombres, que ciegamente defienden su “humor negro”, plagado de chistes de violación, violencia doméstica, chistes de las que luchan y alzan la voz, pero cuando les cuentas tu historia de abuso te llenan de sus populares:
“¿Por qué hasta ahorita?”
“¿Pues para qué tomas tanto? Tu responsabilidad es cuidarte”
“¿Al menos metiste denuncia o sólo lo quemaste por redes?”
“Pero, pues era tu novio, ¿no?”
“Ay, pero ahí andabas de calienta huevos”
Este país y su fe ciega en la religión y sus vírgenes.
No te atrevas a tocarlas, les ofende más cualquier tipo de blasfemia que la rabia que me da el miedo que siento al caminar sola por la calle.
Este país y la frase “no todos los hombres”, la cual es cierta, pero sí los suficientes para que cada una de las mujeres que tú y yo conocemos tengan, al menos, una historia de acoso que contar.
Sí los suficientes para preocuparnos que cuando ellas salen, no vaya a ser que algo les pase.
Este país y todas las enseñanzas que me ha dado:
Tápate cuando subas las escaleras y traigas falda,
siempre ten el celular con batería,
avísame cuando vengas para acá,
mándame un mensaje cuando llegues a tu casa,
no tomes Uber, ya es muy noche,
siempre carga con tus identificaciones,
ponte pantalón si vas a tomar el transporte público,
no hables con desconocidos,
si te siguen, corre,
ten anotados tu nombre y números de emergencia por cualquier cosa,
no pierdas de vista tu bebida en ningún momento ya que te pueden drogar,
si te chiflan o te dicen cosas no voltees y camina rápido, si les respondes no sabes que te puedan hacer…
CUÍDATE.
Me han enseñado a cuidarme, pero a ellos siguen sin enseñarles a no agredir.
Este país y todas las instituciones que han silenciado con amenazas y censura a las que evidencian su incompetencia y negligencia al momento de reconocer, atender y sancionar adecuadamente los casos de acoso, o peor, de abuso.
En especial las escuelas, todas las preparatorias y universidades que se hacen de la vista gorda con sus estudiantes, deportistas, profesores, líderes estudiantiles y presidentes de comité.
Este país y su proceso de denuncia tan agresivo y re-victimizante, tan complicado, lleno de trabas administrativas, carpetazos y un pronóstico del 99% de probabilidad de que quede impune. El cansancio, la decepción, el desamparo muchas veces pueden más que la sed de justicia cuando nadie te la garantiza.
Porque la justicia en este país es un privilegio.
No tengo garantizado un mañana porque,
este país, y todos ellos, nos están matando.
Pero les estamos dando lucha y la lucha sigue.
Porque ya no queremos ser valientes, queremos estar seguras.
Por las que vienen,
Por las que se llevaron,
Por las que lucharon antes de nosotras,
Porque la maternidad sea deseada o no sea,
Porque nos crean,
Porque no tengan la comodidad de nuestro silencio nunca más.
Porque soy Wendy,
Soy Ingrid, soy Fátima.
Soy fuego, soy brillantina rosa.
Soy la feminista,
Y también soy la que lucha y resiste sin serlo.
Soy la que grita el nombre de su violador
Soy la que todavía no se atreve a hablar.
Soy la que quema, rompe y raya,
Soy el cuerpo que enterraron en el desierto
Y también soy la madre no se cansa de buscar.
Y NO soy sólo yo,
Somos todas.