Violencia política contra las mujeres en razón de género y procesos electorales

Desde Mujeres

Por Samanta Torres / @samantatorres_ / @DesdeMujeres

El pasado 4 de abril iniciaron oficialmente en México las campañas políticas para el proceso electoral 2021; catalogado como “el más grande de la historia”, ya que definirá gubernaturas estatales, diputaciones y presidencias municipales estratégicas para el rumbo político del país. 

Particularmente —y sin sentirme identificada por ningún partido— admito que esta contienda me ha generado sentimientos encontrados, pero en esta ocasión lo que quiero destacar es el gusto de ver a más mujeres en búsqueda de espacios de representación y de incidencia. Sin embargo, antes de calificar esto como un acontecimiento “positivo” dentro de la historia, constantemente me he preguntado lo siguiente: ¿esta participación está siendo libre de violencia? ¿Se está permitiendo el desarrollo pleno de los derechos políticos de las mujeres?

Para empezar, es importante partir de la definición y tipos de violencia. En un sentido amplio y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia es el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte (OMS, 2021). 

Mientras que la violencia de género es una forma de discriminación que no permite disfrutar a las mujeres de sus derechos y libertades en el mismo plano de igualdad que a los hombres. Generalmente este tipo de violencia es influenciada por estereotipos de género, los cuales no reconocen derechos, imponen una carga, limita la autonomía y toma de decisiones acerca de la vida, proyectos, desarrollo personal o profesional de las mujeres. Por lo tanto, la violencia política contra las mujeres en razón de género comprende todas aquellas acciones, conductas u omisiones de personas que se dirigen a una mujer por ser mujer y que afectan el ejercicio pleno de sus derechos políticos y tiene como objetivo evitar o alterar su libre participación en la toma de decisiones públicas. 

Ante esta problemática nos han hecho creer que existen mecanismos diseñados para defender la participación y derechos de las mujeres, no obstante, nuestra realidad nos sigue enseñando que hay enormes obstáculos para ejercer completa y libremente nuestros derechos político-electorales en un país que hasta el momento no es capaz de generar entornos seguros y libres de violencia, principalmente, cuando ya no es novedad para ninguna de nosotras que partidos, senadores, diputados y hasta el presidente designen y respalden candidaturas de hombres violentos, machistas, misóginos y abusivos acusados de ejercer violencia sexual, física, psicológica, económica y feminicida. 

Por lo tanto, desde todos los estratos es urgente reconocer, identificar y actuar ante la ola de violencia política por la que cientos de mujeres históricamente han tenido que pasar y por las que hoy buscan representarnos a todas a partir de incentivar y fortalecer una agenda política con perspectiva de género y con bandera feminista, siempre y cuando, sea abiertamente transincluyente, antirracista, anticorrupción, con conciencia de clase y que promueva el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Asimismo, que fortalezca los procesos democráticos y que respete la libre expresión de ideas, la participación y el derecho de las y los ciudadanos de hacerse presentes en la esfera pública.

Ya que en pleno 2021 las mujeres mexicanas debemos tener la certeza de que estos actos de violencia no serán tolerados por las autoridades electorales; por lo tanto, las instituciones encargadas deben actuar apegadas a los principios de justicia para prevenirlos y evitarlos. Merecemos que el rumbo de las cosas cambien, que se deje de minimizar la violencia y que nuestro entorno sea más seguro; empezando por los procesos electorales que definen el lugar, la fuerza, la valentía y las iniciativas con las que muchas mujeres llegan, evitemos que sigamos siendo nosotras las que debamos de hacernos responsables de las acciones u omisiones de hombres en los espacios políticos y de toma de decisiones.

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