Doña Naty y la esperanza

Manos Libres

Por Francisco Macías Medina /@pacommedina

Conocí a la señora Natividad Guerrero “doña Naty”, hace varios años. Siempre me llamó la atención que se trataba de una mujer diferente a las que se reunían para comenzar a organizarse en la búsqueda de sus seres queridos, le caracteriza su sentido de escucha y de silencio, pero cuando hablaba lo hacía lo suficiente para que la exigencia se escuchara.

 Me hace recordar a las compañeras del EZLN, cuyas miradas, pasos y palabras vienen de una profunda reflexión personal y comunitaria.

Su presencia ponía en duda los estereotipos recién construidos para las madres que luchan por sus desaparecidos, construcciones que solo son útiles para colocar nuestros razonamientos, pero no para profundizar en lo heterogéneo y desigual de sus contextos.

Fue de las primeras que tuvo que asumir el acompañamiento y guía de su nieto, ante la desaparición de su hija Dalia Guadalupe Cruz Guerrero. Quedaba claro que había mucho por construir y sobre todo responder a su pregunta: ¿Cómo le digo a mi nieto que su mamá está desaparecida?

Lo siguiente fue conocer gente extraña con la que había que “comentar su asunto”, viajes a la ciudad de México, visitas a oficinas, caravanas, construcción de mapas para recibir atención o una beca, mientras tanto ella escuchaba y actuaba aún a pesar de lo difícil de su situación.

Recuerdo cómo algunos agentes del Ministerio Público – en esto no había gran diferencia entre los locales y los federales-, intentaban recitar su ya clásico discurso, lleno de pretextos, falta de recursos y burocrático que solo suma a la impunidad, topándose con una mujer que su mejor herramienta es la verdad, una que busca respuestas.

Para muchos de nosotros/as es natural pensar de inmediato a eso que le llamamos acciones de comunicación, doña Naty entendió rápido que había que pasar de pegar carteles a utilizar todos los medios posibles, incluso, documentales en donde se reprodujera la dignidad de su búsqueda.

Aunque Dalia y su pareja siguen desaparecidos, en lo jurídico se ha enfrentado al otro segmento de sujetos que de forma parásita lucran con el dolor de las familias a través de la extorsión.

Recientemente el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD) -otro signo de esperanza- informó del otorgamiento de un amparo que obliga (después de 10 años) a autoridades federales, de Jalisco y de Zacatecas a una búsqueda con todos los recursos humanos y materiales disponibles.

Como mujer de esperanza afirmó:

“Yo busco a Dalia y a Luis porque mientras no me digan que sus restos humanos están en alguna parte, en algún lugar, yo voy a creer que están vivos y que los milagros existen”.

Acompañemos su exigencia porque su camino significa la esperanza de encontrar a sus seres queridos, para nosotros de que no vuelva a suceder jamás.

 

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Francisco Macías Migrante de experiencias, observador de barrio, reflexiono temas de derechos humanos.

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