Participación política de las mujeres

Desde Mujeres

Por Fátima López / @FatimaLopezFem / @DesdeMujeres

Hablar de la participación política de las mujeres es un tema difícil de abordar. La falta de interés y los obstáculos para que las mujeres participen activa y libremente de la vida política del país cada día aumenta y además se perfeccionan las formas de violencia para inhibir sus intervenciones.

Este tema ha sido ampliamente abordado por varias de científicas sociales que logran coincidir en que son varios los obstáculos que deben sortear las mujeres para participar, el primero es lograr tomar la decisión de participar, decir sí quiero, si voy. Este proceso que parece natural, es muy complejo para las mujeres, debido a que tenemos que superar los denominados “techos de cemento o concreto”, que son las barreras internas que las mujeres se imponen a sí mismas de manera inconsciente en el momento de ascender en su carrera profesional a cargos de mayor responsabilidad y poder. 

Esto está directamente relacionado con los roles y estereotipos de género. Ya sea que las mujeres tengan miedo de no poder conciliar su vida laboral y profesional o que tengan miedo al fracaso, o que sientan que no merecen esa oportunidad o posición, así como el miedo de entrar en un mundo dominado por hombres, o al perfeccionismo autoimpuesto; por ello, la única manera de romper este techo es mediante la obtención de su autonomía.

En el imaginario social encontramos que muchos hombres y mujeres consideran que el avance en la participación política de las mujeres ya está logrado y que los diseños normativos ya permiten a las mujeres ejercer un puesto de poder. Sin embargo, este es el segundo obstáculo a vencer por las mujeres, reconocer que las barreras existen y que muchas veces son invisibles y, por ello, más complejas en su articulación y su vencimiento, los llamados techos de cristal son difíciles de traspasar, ya que no existen leyes, reglamentos, formas de organización que impongan este límite explícitamente. 

Los techos de cristal existen y ya, por eso es más complicado de erradicar. Y esta forma de violencia  se hace evidente cuando las mujeres se acercan a las estructuras de poder y están por llegar a puestos de mayor nivel de decisión, por tanto, como una respuesta a su ascenso, son bloqueadas para impedirles avanzar en su carrera profesional hacia puestos de mayor decisión y aquí comenzamos a escuchar frases comunes como: ¿a poco querías ser candidata?; aguántate, por favor, espérate a la siguiente elección; es en el siguiente proceso seguro ya vas tú; una disculpa pero el equipo de estrategia del partido decidió que para ese distrito/municipio era mejor que fuera Juan.

El tercer obstáculo es lograr que la campaña sea cubierta por los medios de comunicación de forma no sexista ni estereotipada; y aquí comenzamos a ver con mayor claridad la invisibilización de la participación política de las mujeres, en el reciente “Informe Preliminar de Cumplimiento de los Partidos Políticos Nacionales relativo al Acceso Igualitario en Pauta de Radio y Televisión” se evidenció que los hombres que buscan un cargo de elección popular tuvieron un 63% más de presencia en radio y televisión que las mujeres. Esto afecta a todas las mujeres no solamente a las candidatas, debido a que cómo bien decía Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo estamos sumergidas en el androcentrismo, por lo que el hombre es la norma, la medida de todas las cosas y por ende debe aparecer en todos los espacios, habitando todos los rincones y dirigiendo la vida pública. 

Si esto no fuera suficiente, para poder participar como candidata las mujeres requieren, contar con recursos económicos suficientes para hacer campaña y superar los techos de billetes que son las limitaciones financieras que tienen las mujeres para ser candidatas.  Siendo la falta de apoyo por parte de su partido, la división desigual del trabajo, las asimetrías económicas que históricamente han afectado a las mujeres, y todas están relacionadas con la incapacidad que tienen las mujeres para obtener recursos para su campaña, a la fecha podemos contar con que al menos cuatro mujeres candidatas a presidentas municipales no han recibido los prerrogativas de su partido, faltando menos de una semana para que se termine el periodo de campaña.

Una vez que se recorrió estos impedimentos nos topamos con el hecho de lograr la elección del electorado superando los sesgos de género que puedan existir en la definición del voto de la ciudadanía y, finalmente, cuando llegan a ejercer el poder, lograr no ser invisibilizadas, cosificadas, acosadas y/o violentadas por hombres que consideran que el poder y el espacio público continúan siendo estrictamente masculinos y que les pertenecen haciendo todo lo posible por ignorarlas  y negarles su participación efectiva.

La delimitación expuesta es la base para comprender de manera más clara, que la falta de mujeres en el espacio público, tiene origen cultural en los estereotipos de género y por ello quiero hablar de cómo este proceso electoral está lleno de circunstancias cada vez más rebuscadas para impedir que las mujeres quieran aspirar.  

Primero nos topamos con que un presunto violador podía llegar a estar en la boleta, el partido en el poder hizo de todo para imponer a un agresor como candidato, y de esta conspiración para lograr la institucionalización de la violencia política contra las mujeres, hasta el  Presidente de la República formó parte y minimizó el contenido de las carpetas de investigación callando las voces de las víctimas de abuso sexual, señalando abiertamente que era un tema electoral, dotando de argumentos y armas para que en redes sociales todos aquellos hombres agresores que siguen creyendo que el me too nunca existió y que las mujeres somos exageradas, o que no aguantamos una pequeña manoseada, pudieran enardecerse y aumentar sus comentarios misóginos para sostener a su líder partidista.

Este panorama me hizo recordar a Rita Segato cuando habla de la fenomenología de los dueños del estado, y con este fotografía descrita de nuestro país donde un violador pudo haber sido candidato a Gobernador, y no lo logró debido a una falta administrativa, y no por la violencia simbólica ejercida en contra de todas las mujeres, que además fue tolerada por parte de las instituciones electorales, tenemos la respuesta clara de quién es el verdadero dueño del estado, el machismo. 

Posteriormente, vimos mediante un vídeo que circulo en redes sociales, como un candidato a presidente municipal, ejerció violencia sexual comunitaria durante un mitin de campaña, contra una mujer integrante de su partido y lo peor, es que no sólo el vídeo es claro en la agresión, sino la forma en que el partido nuevamente accionó todas las herramientas  disponibles y en este caso lo más vil es que utilizaron a la propia mujer víctima de la agresión sexual, para defenderse como partido es decir ella se convirtió en el escudo de la normalización del abuso sexual en la comunidad, esta estrategia es aprobada por el partido, porque sabiendo que al momento en que ella desmintiera la agresión podría generar una imagen en el electorado que diría “pobre candidato lo están culpando de algo”, lo que demuestra la violencia comunitaria partidista y directa de él hacia ella y en contra de todas las mujeres, cuando nos dicen exageradas y no reconocen el acoso y hostigamiento comunitario como una forma grave de violencia.

Finalmente vemos la metonimia que existe en la candidatura de Evelyn y su padre Félix, (misma que se vivió con Martha Erika Alonso y su esposo) en la mayoría de los spots publicitarios  se busca demostrar la continuidad de la figura masculina en el poder, en este caso del padre con la hija, eliminando a la mujer de la ecuación dejando en claro que él llevará las riendas de la gubernatura, aunque la mujer esté al frente, es una situación que venimos impugnando desde las Juanitas, luego las manuelitas y no paramos en la exigencia de señalar que la participación política y paritaria de las mujeres no es el vehículo para seguir sosteniendo al patriarcado en el poder. 

Si entendemos todos los obstáculos que viven las mujeres por participar del espacio público, deberíamos estar ya conceptualizando el nuevo obstáculo, la normalización de la utilización de las mujeres cómo medio para que los hombres sigan perpetuándose en el poder. Ya sea que se hagan pasar por mujeres trans o muxes, lo principal es seguir perpetuando a los hombres en el poder. No importa que tan inteligente, preparada o conocedora del territorio sea la candidata, mientras se imponga una figura masculina detrás de ella, se seguirá reproduciendo el mito de que las mujeres somos de, pertenecemos a, y dejaremos que alguien más haga decida la política pública.

Porque el imaginario social dicta, que si votamos por la “candidata de” estaremos votando por un hombre eliminando la posibilidad de que ella pueda romper con el legado y, peor aún, imponiendo a las demás mujeres que solo siendo de alguien más se podrá llegar al poder.

 

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