364 días

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Hace poco más de un año recibí un mensaje de Darwin Franco en el que me invitaba a tener una columna semanal en este espacio. La invitación me emocionó por tres razones: la carta tan elogiosa que me mandó, el pretexto para revivir mi vieja columna y, sobre todo, la oportunidad de sumarme a un proyecto como ZonaDocs, que admiro porque es hecho por jóvenes que hacen el tipo periodismo que me gusta: callejero y comprometido con la gente. Además, siempre me ha parecido un privilegio contar con un espacio para pensar en voz alta, por decirlo de algún modo, y acomodar ideas de modo que el ejercicio me permita entender junto con otres la cantidad de cosas que pasan en estos tiempos que nos ha tocado vivir, tiempos que nos devoran y nos regurgitan sin tregua. Si en el camino puede uno burlarse de alguna autoridad, tanto mejor.

La calle del Turco aparece mencionada en dos novelas de Jorge Ibargüengoitia: Estas ruinas que ves y Dos crímenes. Son dos menciones pequeñas, insignificantes, meras referencias espaciales —una sola vez en cada libro—, pero fueron suficientes para grabarse en mi cabeza. Cuando hace años comencé con la columna en el diario aquel que ya no se llama como se llamaba entonces, la epifanía me llegó en la regadera: así habría de llamarse mi columna.

La invitación de Darwin incluía libertad total y le he tomado la palabra. A lo largo de un año en este rincón se ha hablado de televisión, de libros, de cantantes; se ha hablado de represión, de memoria, de periodismo; de machismo, de lenguaje igualitario, de diversidad; de pandemia, de vacunas y de medidas sanitarias; en el colmo de la desfachatez y estirando la liga que me dieron, hasta publiqué un relato de ficción que creo que nadie leyó. Han sido 50 textos —falté en Navidad y Año Nuevo, pero nadie se dio cuenta, ni siquiera los editores— en los que he tenido la oportunidad de compartir con les lectores imaginarios las cosas que pienso no porque crea puedan importarle a alguien, sino con la esperanza de que hagan eco y alguien me ayude a entender.

Al hacer esta especie de recuento me doy cuenta de que la figura recurrente de este espacio es Enrique Alfaro —falso: ya me había dado cuenta desde antes. Creo que no es para menos: desde que tengo conciencia de lo que pasa a mi alrededor me ha tocado ver un desfile de impresentables —Alberto Cárdenas, Francisco Ramírez Acuña, Emilio González, Aristóteles Sandoval— y me atrevo a decir que el gobernador actual es la síntesis de todos sus predecesores: torpe como Cárdenas Jiménez, impulsivo como Ramírez Acuña, terco como Emilio González, corrupto como Sandoval Díaz y megalómano como el que más. Con una figura como esa, es imposible abstraerse. 

Sería demasiado pretencioso de mi parte suponer que lo que aquí se escribe tiene algún impacto o utilidad, por minúsculos que sean, sobre todo considerando la cantidad de recursos que invierte el gobernador en promover su imagen —dinero tirado a la basura considerando que en la última encuesta publicada por Mural resultó que la gente o no lo conoce o de plano les cae muy mal. Pero bueno, de algo y de alguien se tiene que reír uno.

Esta semana tuvo lugar el tercer informe de gobierno, que sirvió para constatar que, parafraseando a Goya, “El sueño de la transformación produce monstruos”; en los últimos días hemos visto a la gente jurar fe ciega a la RAE con tal de no concebir que hay otras realidades que exigen ser nombradas de manera digna; en el país de los absurdos, ayer vimos a los panistas sacar a relucir su lado más facho posando con el presidente de Vox —el partido español de la derecha más rancia— y escudados en una cosa que definieron como “la defensa de la democracia, la libertad y la propiedad privada para detener el avance del comunismo”. ¡El comunismo!  

En contraste, a principios de semana vimos a las familias de les desaparecides publicar un informe para mostrarnos el aterrador estado de las cosas, tomando en sus manos una tarea a la que el Estado ha renunciado de manera vil. 

En medio de esta maraña de cosas y casos preferí dedicar la columna para hacer una especie de corte de caja. Porque a veces también es bueno detenerse aunque sea nomás para limpiarse el sudor y darse cuenta de que no hay camino.

Hace unos días le pregunté a Darwin si estaban interesados en que la columna continuara. No me respondió. Como el que calla otorga, asumo que podré seguir enviando mis textos. Si ustedes, quienes quiera que sean, han llegado hasta aquí —ya sea en este texto o a lo largo de los 50 que le precedieron—, sólo puedo aplaudir su paciencia y decir gracias.

Y bueno, como dijo Jaime López: “El son debe continuar”.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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