Maroma
Por Emma M. Oropeza De Anda / Integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud
A propósito de la Independencia de México, ¿Sabías qué en el territorio actualmente conocido como México hasta antes de la promulgación de la Independencia más del 50% de la población hablaba alrededor de 70 idiomas vernáculos distintos y 364 variantes dialectales?
Sin embargo, la construcción de la gran Nación Mexicana no fue menos colonizadora que la propia colonia e impuso el reconocimiento del español como única lengua (aunque actualmente no es la lengua oficial mexicana), de la misma forma que implantó como única religión la católica.
“México es un país multilingüe, pero sus habitantes no lo son.” (Yásnaya Elena Aguilar Gil) y sin embargo una gran cantidad de la población se preocupa más por defender la supuesta pureza de una lengua impuesta violentamente, que por ejercer indiscriminadamente la invisibilización de la diversidad étnica que como consecuencia supone una barrera para el acceso a derechos de 10 millones 185 mil 060 personas mexicanas provenientes de pueblos originarios.
El lenguaje inclusivo, incluyente, no sexista, no binario o como prefieras llamarle, neutraliza la asignación de género empleando pronombres y determinantes sin género como: les, elles, nosotres; con esto se reconoce y visiviliza la diversidad de las identidades.
Por cierto, entre las lenguas originarias encontramos muchas en que no se distingue el género, así como en el inglés, por poner un ejemplo más accesible a nuestra cotidianidad y aculturación.
En nuestra entrega anterior, Sergio Farias, escribió respecto a la problematización del lenguaje inclusivo y desde entonces hemos vivido varías confrontaciones externas, pero, ¿por qué molesta tanto el lenguaje inclusivo?, ¿Por qué defender la “pureza” del español, una lengua de conquista, impuesta violentamente a nuestros ancestros?
El lenguaje es político y el rechazo al lenguaje no binario, así como a las lenguas originarias, poco tiene que ver con la defensa del español y mucho con el ejercicio del poder. Vale la pena cuestionarnos: ¿Por qué nos molesta tanto la natural transición de la lengua española en su variante mexicana? ¿Qué nos quita respetar el reconocimiento de les otres? ¿Por qué no preocuparnos más por reconocer la diversidad étnica y lingüística que por seguir intentando homogeneizar las existencias?