EnFILados

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @TurcoViejo

Como viene ocurriendo desde hace siete lustros, con el último fin de semana de noviembre llega la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que regresa a la actividad presencial luego de que el año pasado se haya visto en la necesidad de, como casi todo lo que ocurrió en el mundo, mudarse a las plataformas virtuales debido a la pandemia.

Resulta difícil escribir de la feria sin caer en los lugares comunes, como ese que nos recuerda repetidas veces que el de Guadalajara es el encuentro librero más importante de habla española no sólo por la cantidad de escritores y editoriales que convoca cada año, sino también por la cantidad de agentes literarios, editores, bibliotecarios, promotores de lectura, traductores, ilustradores y demás actores involucrados en la cadena del libro que se dan cita en la ciudad durante los nueve días que dura la FIL. 

¿Qué hace tan peculiar a la feria y que la coloca como la segunda más importante del mundo, sólo después de la Feria del Libro de Frankfurt? Su carácter festivo. Mientras la feria alemana es vista sobre todo como un encuentro para los profesionales del libro, la de Guadalajara es considerada como una fiesta por la cantidad de asistentes que convoca: en 2019, la última edición de la FIL en el mundo como lo conocíamos convocó a 842 mil visitantes en el recinto ferial, una cifra mayor que la del año pasado, que había sido mayor que la del año antepasado, que había sido mayor que la de… bueno, ya saben. Cada año había más y más visitantes a la feria.

Me parece que ese, el del número de asistentes, es uno de los retos principales que ha de enfrentar la FIL Guadalajara en su edición 35. Y es que el éxito de esta edición habrá de medirse con otros estándares más allá de la cantidad de personas que entren a Expo Guadalajara. 

Las ventas de libros seguramente también se verán afectadas: no sólo acudirán menos personas a los stands de las editoriales, sino que las personas llegan a esta edición de la feria con los bolsillos cada vez más golpeados por el impacto económico que ha dejado la pandemia y que en México se traduce en una inflación que ya es la segunda más alta en 20 años.

Con la pandemia y sus repuntes todavía merodeando, la feria ha tomado sus precauciones para cuidar lo más posible a sus visitantes. Para empezar, cambiaron su programación habitual, en la que se destinaban tres mañanas exclusivas para los profesionales del libro, y ahora estará abierta al público en general durante los nueve días en dos horarios, uno por la mañana y otro por la tarde. También mudaron uno de sus espacios estrella, FIL Niños, que en esta ocasión no estará en el recinto ferial sino que tendrá como sede el Centro Cultural Universitario. Todos los boletos para ingresar a ambas sedes se vendieron en línea con anticipación para evitar aglomeraciones en las taquillas y se está realizando un registro para prever riesgos y estar al pendiente de que quienes acudan a la feria lo hagan con su esquema de vacunación completo o al menos iniciado. Todo esto sumado a los protocolos que ya son de uso rutinario en todas partes. 

Entre las cosas “buenas” que dejó la covid-19 y su nueva cotidianidad —“nueva normalidad” que le digan los panistas— es el de los formatos híbridos (presencial y virtual, pues), algo a lo que la FIL le va a sacar provecho en la edición de este año y, seguramente, en las que vendrán después. ¿Se acuerdan de la entrañable videoconferencia que en 2009 conectó a Ray Bradbury con sus lectores en Guadalajara? Pues resultó profética: ahora la feria contará con muchos invitados que se sumarán a las actividades a través de las pantallas. Esto, más el trabajo que ya desde antes se hacía para transmitir las actividades de la FIL en sus redes sociales, sin duda permitirá exponenciar su alcance entre las y los lectores.

Dicen que cada quien habla de la feria —cualquier feria— según le fue en ella. Y yo sólo puedo decir que me encanta la FIL y el festival cultural que la rodea. Lo escribí en este mismo espacio el año pasado y lo vuelvo a poner: la feria es toda una fiesta con los libros como pretexto, un catálogo de experiencias que las personas difícilmente podemos experimentar en el día a día, un respiro a la realidad agobiante que nos cerca y nos asfixia. Por si fuera poco, Alfaro ya avisó que no va a ir, así que tanto mejor.

Recuerden que el programa general lo pueden consultar en fil.com.mx, donde también se detallan las medidas y los protocolos sanitarios que se estarán realizando.

Y bueno, habiendo dicho lo anterior, vámonos enFILados: ¡Buena feria!

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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