Enero: ¿El virus de la desigualdad o la desigualdad del virus?

#Anuario2021

Por segundo año consecutivo, junto con Territorio, elaboramos un anuario periodístico con los hemos más relevantes ocurridos en Jalisco durante el 2021. Este es un esfuerzo por hacer memoria desde el trabajo de dos medios independientes que se unen para no olvidar aquellos hechos y resistencias que nos marcaron durante el año.

Por Octavio Covarrubias | Territorio

Jalisco inició el 2021 con hospitales llenos, desabasto de oxígeno y funerarias sobrepasadas resultado del incremento en contagios y muertes por la COVID-19. El relajamiento de las medidas de prevención durante las fiestas decembrinas, causó la muerte de 5,200 personas en enero, cifra equivalente a los fallecidos a causa del virus entre marzo y octubre del 2020, según datos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica y el Registro Nacional de Población.

Aún con el botón de emergencia que activó el gobierno del estado entre el 25 de diciembre y el 10 de enero para mitigar los contagios, enero de 2021 es el mes con mayor número de muertes asociadas y confirmadas por la COVID-19 hasta la fecha, sobrepasando en 80% la proyección de muertes esperadas para Jalisco.

El panorama desolador hizo que la cuesta de enero fuera atípica en los medios, por lo que cambiaron el discurso tradicional del mes para hablar de los precios de los tanques de oxígeno antes que del precio de la canasta básica, de porcentajes de ocupación hospitalaria en lugar de la ocupación hotelera del periodo vacacional inmediato o se reporteara desde panteones y crematorios antes de documentar, como es tradición de las televisoras, los primeros nacimientos del año.

Aunque el discurso cambió, las deudas de las familias no solo cubrían los gastos de las fiestas, también pagaban sus consecuencias; haciendo lo posible por cubrir servicios médicos, gastos asociados a la salud e incluso servicios funerarios. Si bien muchas familias padecían la pandemia, otros se vieron beneficiados como los comercios de venta de oxígeno que subieron sus tarifas ante la escasez y el exceso de demanda.

Así lo dimos a conocer el 14 de enero de 2021 con el testimonio de Lucía, quien vivió una odisea los primeros días del año para conseguirle un tanque de oxígeno a su madre enferma. El reto para Lucía era rellenar cada dos horas el tanque que tenía o comprar uno de mayor capacidad que costaba entre 7 mil y 25 mil pesos, cantidad a la que tenía que agregar mil pesos para rellenarlo cada día. Aunque la madre de Lucía ingresó al hospital el 10 de enero y eso supuso el acceso a oxígeno sin costo, la gran mayoría de enfermos que necesitaban soporte de oxígeno debían conseguir el dinero necesario o esperar encontrar camas disponibles en los hospitales.

Aún cuando las redes sociales se llenaron de publicaciones para consultar la disponibilidad en hospitales y Televisa Guadalajara reportaba historias de familias esperando ser ingresados fuera de ellos, el 15 de enero de 2021 el gobernador Enrique Alfaro señaló que la idea de los hospitales llenos era falsa y reportó que para ese día la ocupación hospitalaria era de 58.1% al interior del estado y de 66.06% en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG). A pesar de los esfuerzos del ejecutivo por presentar cifras conservadoras, el número de contagios y muertes seguía al alza, replicando y aumentando la desigualdad económica, social o de género a causa del virus.

Los protegidos vs los desprotegidos, la nueva desigualdad que trajo la COVID-19

El repunte de contagios y muertes por la COVID-19 durante enero de 2021 en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se asemeja a las expe-

riencias en otras ciudades del mundo. Donde la enfermedad y sus efectos agravados son correlativos a la condición social de las personas y su forma de vida. Según el Dr. Enrique Martínez Curiel, profesor investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), esto nos ayuda a entender por qué la comunidad afroamericana, latina y los nativos americanos sin acceso a servicios médicos han sido los más afectados en Estados Unidos durante la pandemia.

El investigador refiere que estas condiciones no son naturales a las comunidades ni es culpa de ellos o ellas, por el contrario en su mayoría viven desinformados respecto al virus que se agrava y la poca o no adecuada información por parte de las instancias gubernamentales no ayuda. A estas condiciones se suman el nivel de ingreso, el tipo de trabajo y la escolaridad. Los riesgos se potencializan según el género, la condición étnico racial, y migratoria, según el Dr. Alejandro I. Canales miembro del INESER – Departamento de Estudios Regionales de la UdeG.

El profesor señala que la COVID-19 deja estragos de distinto orden alrededor del mundo por la desigualdad preexistente y estructural de sus sociedades, situación que a su vez genera nuevas desigualdades. “Los protegidos y los desprotegidos”, como los nombra el Dr. Canales, se divide en aquellas personas que tienen el privilegio de quedarse a trabajar en casa y quienes no pueden hacerlo que son los que viven desprotegidos por la constante exposición al virus. Esta realidad se alimenta por la falta de pericia que los gobiernos han mostrado en términos de políticas de protección social.

El virus de la desigualdad

Es el caso de Virginia Silva de 55 años quien ha padecido el abandono por parte del Estado durante la pandemia. Como jefa de familia y siendo responsable de la manutención de dos de sus tres hijas, ha tomado diferentes estrategias para salir adelante con una condición económica adversa que por temporadas la ha limitado a ella y a sus hijas a hacer solo una comida durante el día y a vivir con la incertidumbre de un proceso de divorcio que se ha retrasado por el cierre de juzgados a causa la contingencia.

Aún con el proceso legal pendiente, Virginia no se ha detenido para apoyar la formación y manutención de sus hijas por lo que a sus trabajos de costura que realiza en su casa, agregó el ser cocinera y ayudante general en un hotel del centro histórico de Tlaquepaque. Antes de la pandemia dicho empleo le generaba $1,080 pesos por semana, que en ocasiones se duplicaba por sus propinas, pero al llegar la pandemia redujeron su tiempo y salario a la mitad por lo que le pagaban $400 pesos de los cuales debía invertir $100 en transporte, y le quedaban $300 para ella y sus hijas a la semana.

Esta disminución del salario, que ella entendía dadas las condiciones, no se modificó aun cuando el hotel reabrió sus puertas en agosto de 2020 por lo que se vio obligada a renunciar meses después ante el poco salario y la falta de equipo e insumos de protección como cubrebocas, caretas, gel y desinfectante por parte de los empleadores, quienes impusieron una dinámica para racionalizar los productos a costa de la salud de sus empleados.

Pero Virginia no ha sido la única mujer que ha padecido el incremento de sus desigualdades a raíz de la pandemia, el informe titulado “El virus de la desigualdad” de Oxfam Internacional publicado en enero 2021, señala que las mujeres están más expuestas al virus al ser las principales encargadas como cuidadoras de enfermos de COVID-19 en los hogares. Situación que se agrava según este informe, porque muchas de estas mujeres han tenido que aumentar el número de empleos u horas de trabajo para mitigar las pérdidas económicas que les ha dejado la pandemia. El citado informe menciona que un 61% de la economía mundial y el 50% de la economía nacional depende de los empleos informales, es decir de que la gente trabaje todos los días ante la imposibilidad de generar ahorros que les permitan darse el lujo de quedarse en casa.

La investigación que la Mtra. Jaira Lujano ha realizado durante los últimos dos años con trabajadoras sexuales CIS y transgénero en el Parque Morelos y la Plaza Tapatía en el centro histórico de Guadalajara, también permite entender cómo las mujeres jefas de familia siguen trabajando anteponiendo el sostén de su familia a su propia salud. Los testimonios que Lujano ha recabado muestran cómo estas mujeres han padecido el decrecimiento del servicio, el aumento del hostigamiento de la policía ante el cierre de los espacios públicos donde se encuentran con los clientes y la dificultad de estos para poder pagar acorde a los costes previos a la pandemia.

Ante esta situación las mujeres han tenido que buscar otras opciones que completen su ingreso, como la venta de productos por catálogo o el comercio en tianguis, e incluso advierte la Mtra. Lujano, algunas de estas mujeres se han involucrado en el narcomenudeo. Con esta realidad que también obliga a los hombres a salir a la calle todos los días a trabajar, el Dr. Canales sostiene que “no hay cuarentena posible”, y menos cuando la realidad social es que “para que yo pueda estar protegido, alguien tiene que estar desprotegido”. La desigualdad ha generado un resentimiento social, falta la empatía y solidaridad entre los que se ven obligados a salir a trabajar y los que trabajan desde casa.

Aún con estas diferencias entre protegidos y desprotegidos, los investigadores reconocen que al contagiarse se agregan otros factores a la fórmula para determinar quién sale mejor librado. Si bien uno de ellos es la alimentación como sostiene el Dr. Martínez Curiel para tener un “sistema inmunológico fortalecido”, el dinero representa una mejor oportunidad para los tratamientos aunque esto no asegure una recuperación.

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