Maternalidad y maternalismo político 

Intersecciones

Por Érika Loyo Beristáin / @ErikaLoyoB

Histórica y progresivamente se asiste a una constante confusión entre las categorías mujer y madre. Confusión y al mismo tiempo, un uso político que deja de lado las diversidades de mujeres y sobre todo, su componente ciudadano y de derechos. Las mujeres madres se han construido como sujeto/objeto de discusión púbica y científica y han colocado al mismo tiempo la procreación y la crianza como cuestiones públicas centrales. Diversos estudios e investigaciones de mujeres feministas han deconstruido la maternidad y criticado profundamente el énfasis que las políticas públicas han colocado sobre este tema mediante el cual, a todas las mujeres se les atiende desde lo público y lo político bajo la condición de maternidad y las concepciones idealistas de lo que significa ser madre. 

Se ha cuestionado fuertemente la construcción y perpetuación de la maternidad como fuerza significante y aspecto fundacional de la identidad femenina. A partir de ello, como lo ha analizado Marta Mojzuk, históricamente se ha construido la maternidad como representación unívoca y esencialista que hecha mano de la heterodesignación de las mujeres y que está sostenida en rituales confirmatorios. Desde esta perspectiva, se ha construido un discurso esencialista en torno a la maternidad y al mismo tiempo, se ha caído en la trampa de perpetuar la estrategia del sistema patriarcal, ya que alrededor de la construcción esencialista de la maternidad, se legitima el poder masculino y se mantiene el orden social vigente y estructurado por el sistema patriarcal. 

De acuerdo a esta visión de Mojzuk, podríamos decir que asistimos a la politización de la maternidad misma que ha generado la reproducción simbólica de las mujeres como madres desde una visión ideal y con una producción de significados que se focalizan en la vulnerabilidad. Se ha generado una suerte de maternalismo político que está presente tanto en hombres como en mujeres. La reconocida defensora y líder sufragista de Colombia, Ofelia Uribe de Acosta, señalaba hace tiempo que las mujeres en política, seguían dando continuidad al papel tradicional de las mujeres como madres y jefas de hogar, cosa que calificaba como un discurso populista que institucionaliza una ideología maternalista. Esta defensora, señalaba que, aunque existen personas políticas que van reelaborando lentamente a las mujeres desde las diversidades al debatir y definir el papel de las mujeres en la modernidad, aún son pocas las que desde su actuar político comprenden que este nuevo papel de las mujeres transversa por los derechos, la ciudadanía y por la construcción de su autonomía no heteronormada.

Podríamos decir que el maternalismo político se estructura a través de un populismo maternalizado que tanto hombres como mujeres en política aplican en el diseño de políticas públicas o en sus propuestas, reformas y diseño de leyes. El maternalismo político es instrumentalista, esencialista y profundamente populista. Se convierte, incluso, en una práctica política doctrinal y disciplinatoria. Desde esta visión maternalista se va estructurando y fortaleciendo “el poder materno” a partir del cual hombres y mujeres de los espacios políticos, politizan la condición de maternidad de las mujeres, no su conciencia y condición ciudadana. 

El maternalismo se ha convertido en una política de estado a través de la cual se diseñan políticas públicas que institucionalizan la maternidad. Es por ello que los gobiernos diseñan programas sociales desde una visión asistencialista y maternalista, o que decir de los debates que se han generado en torno a un sistema de cuidados que se enfocan a partir de la condición de maternidad de las mujeres olvidando que para diseñar un sistema de cuidados los ejes centrales del diseño de políticas públicas y leyes son las personas en condición de dependencia: infancias, vejeces y personas con discapacidad. El maternalismo político de nuestra clase política utiliza clichés y refuerza estereotipos permanentes a través de sus acciones de política pública o sus propuestas legislativas, por eso no pasan de proponer la creación de guarderías, estancias infantiles o programas de apoyo para mujeres jefas de familia; este último, un concepto que tenemos que debatir y deconstruir porque ha estereotipado a muchas mujeres desde la vulnerabilidad y resulta ya insuficiente para hacer referencia a las diversidades de mujeres que asumen la responsabilidad de ser quienes dirigen sus hogares desde diferentes condiciones. 

El maternalismo político que tenemos en México y Jalisco resulta ser profundamente populista y esencialista. Pareciera incluso una estrategia política de la cual no quieren desprenderse porque también la asumen desde una visión clientelar. Resulta imprescindible desestructurar estas prácticas y visiones políticas que nada aportan a la autonomía y el reconocimiento de los derechos y condiciones políticas de la diversidad de mujeres. Quizá muchos actores y actoras de la vida política de México, ni siquiera hayan reflexionado sobre ello, pero es importante e imprescindible que dejen de portarse como nuestras madres, que dejen de vernos a todas las mujeres desde una visión maternalista idealizada y vulnerable, y que con ello, reconozcan que existen diversidad de mujeres que requieren de acciones y miradas políticas distintas para hacer válidos sus derechos y condición de ciudadanía. 

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Erika Loyo Beristáin Doctora en Ciencias Sociales, Profesor de Tiempo completo del SUV UdG y actualmente Jefa del Centro de Formación en Periodismo Digital. También es Profesora de Cátedra del Tec de Monterrey Campus Guadalajara y miembra del INCIUDADES de la UdG y la Red Tragevic de Iberoamérica.

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