¿Consumes pornografía?

Dejar de Chingar

Por Dejar de Chingar / @DejarDeChingar

Muchos lo hacemos y desde edades muy tempranas, probablemente desde la adolescencia o incluso antes. Además, hoy en día es más fácil acceder a contenidos pornográficos. El porno va desde textos, dibujos, imágenes, películas y videos producidos por estudios profesionales hasta fotografías que nos tomamos nosotros mismos; se trata de material explícito que tiene por objetivo excitar a quien lo consume y que se consume con el mismo fin.

El porno es un producto cultural como cualquier otro (películas, telenovelas, series, etc.) en el que se reflejan muchas de las problemáticas sociales que vivimos: la misoginia, el machismo, el racismo, el clasismo, la gordofobia, el falocentrismo, entre otros.

Y no sólo nos referimos al porno industrial. El porno amateur y el autoporno (el que hacemos nosotros mismos, generalmente para enviarlo y hacer sexting) tampoco escapan a éstas lógicas de dominación. Por eso, nuestra postura no es condenar al porno, sino tener un consumo crítico que considere, al menos, dos dimensiones: las representaciones y las formas de producción.

Respecto a las representaciones, por ejemplo, ser conscientes de que lo visto en pantalla no refleja la realidad del sexo y de los cuerpos, como la ausencia de vello, la duración de la penetración y que ésta siempre implica un orgasmo; sobre las formas de producción, considerar las violencias implicadas, como los alarmantes casos de mujeres secuestradas o víctimas de trata que han sido encontradas en páginas porno.

Entonces nos preguntamos: ¿por qué consumimos porno?, ¿qué implicaciones tiene para nosotros mismos y para las demás personas?

Nosotros y el porno

Hace unas semanas nos reunimos a conversar sobre el tema. Ahí compartimos experiencias y sentires. Por ejemplo, la ansiedad, inseguridad y miedo al rechazo que se generan al comparar nuestros cuerpos con los que vemos en el porno: menos musculosos y con penes más pequeños. O la asociación del porno con la masturbación, la procrastinación, el estrés y la culpa. O el consumo de porno en la niñez y la iniciación sexual temprana, además, en prácticas de riesgo.

Al final, hubo compas que compartieron experiencias en las cuales sufrieron abuso sexual. Quizá éstas no sean directamente a causa del porno, pero creemos que esto es sintomático. El porno forma parte de un entramado cultural que sostiene la cultura de la violación, expectativas irreales sobre los cuerpos y sobre el acto sexual, y eso es un problema, una herida que tenemos que sanar y que es mejor si cuidamos en colectivo, juntándonos a hablar de nuestras experiencias con el porno.

Porno, abstinencia y prejuicio

Recientemente hemos encontrado lo que podría ser una tendencia en iniciativas que trabajan con hombres, mismas que parecen reflejar prejuicios sobre el consumo de porno. Da la impresión que consideran, a priori, que es algo negativo de lo que hay que abstenerse. Por ejemplo, la publicación 15 razones para dejar de ver porno del proyecto De machos a hombres:

También, el título del taller Del porno al autoconocimiento —como si fueran opuestos— de Pablo Mas o la propuesta 30 días sin porno. Reto de sexualidad consciente de Voices of Brotherhood.

Nuestro objetivo no es desacreditar estas iniciativas, sino más bien abrir el diálogo y problematizar algunos prejuicios que, a nuestro parecer, se asoman en estas formas de abordar el porno.

De hecho, en otros espacios hemos leído o escuchado que el porno «enseña a los hombres a violar» o expresiones similares. En términos generales, la idea es que el consumo de porno tiene efectos nocivos en los hombres, favoreciendo ideas misóginas y conductas violentas, principalmente, en contra de las mujeres.

Al respecto, tenemos dos respuestas. La primera es que la abstinencia no funciona. Por ejemplo, las iniciativas de educación sexual que llaman a no ejercer la sexualidad han fracasado repetidamente: la gente tiene sexo, y es mejor si lo hace de manera informada a que lo haga con culpa. Quizá lo mismo aplique para el consumo de porno: es mejor consumir porno de manera crítica a intentar no hacerlo y de todas formas hacerlo, pero con culpa.

La segunda respuesta es que se ha demostrado que rasgos individuales o de personalidad como la masculinidad hostil, la insensibilidad y el comportamiento delictivo son más determinantes para una agresión sexual que el consumo de porno. Asimismo, los efectos del porno sobre la violencia o agresión sexual sólo son notorios en porno que es agresivo. Esto de acuerdo con un estudio hecho por Christopher J. Ferguson y Richard D. Hartley, en donde las muestras eran mayoritariamente de Estados Unidos y Europa, por lo que consideramos que se requieren más estudios con mayor rigor para poder excluir sesgos.

Como podemos ver, no hay evidencia contundente que diga que el porno es la causa principal de la violencia sexual efectuada por hombres, sin embargo, la del porno es una de las tantas industrias donde se ve reflejada una masculinidad específica: la hegemónica. Entonces: la masculinidad hegemónica es el meollo del problema y el porno sólo es una representación.

La sociedad tiende a buscar grandes culpables de los males propios y el porno ha sido un gran señalado. Sin embargo, creemos que el porno es una manifestación concreta de la cultura machista que aún prevalece. Dicha cultura abarca muchos aspectos de nuestra vida y sus manifestaciones no se reducen a lo que vemos en nuestras pantallas.

La problemática industria del porno

Pese a la falta de consenso respecto a los efectos del consumo de porno, lo que sí sabemos con certeza es que la industria del porno mainstream es sumamente problemática y que es dominada por Mindgeek, los dueños de los sitios web porno más populares, incluyendo Brazzers, PornHub y RedTube.

En los videos porno predomina la dominación masculina sobre las mujeres —aunque los actos extremos de violencia son raros (1%-3%)—. Lo anterior según este estudio de Elise R. Carrotte, Angela C. Davis y Megan SC Lim.

Además de la dominación de género, hemos observado que en el porno se reproducen otras como la de raza y clase, y también imaginarios de belleza hegemónica —basta ver los cuerpos que aparecen y las categorías y títulos de los videos en los portales más populares—.

Por otro lado, muchas actrices porno profesionales han denunciado abuso sexual durante los rodajes y políticas omisas por parte de portales de videos.

Respecto a esto último, Pornhub, ha sido señalado por alojar y monetizar difusión no consensual de contenido íntimo, videos de abuso sexual —incluso de mujeres desaparecidas— y con menores de edad.

Porno más allá de la industria

Aunque marginal, existe otro porno que cuestiona los aspectos más oscuros de la industria dominante, y es injusto no considerarlo cuando hablamos de porno.

Han surgido productoras como Erika Lust o la propuesta del posporno, que cuestionan y subvierten las representaciones convencionales. También hay muchas personas creadoras de contenido independientes que buscan dar un giro a las dinámicas de trabajo de la industria y los grandes estudios. Finalmente, está el caso del autoporno.

El porno, pues, es diverso y no se reduce al que produce y distribuye el oligopolio dominante de la industria mainstream.

¿Qué hacer con el porno? Algunas propuestas ético-políticas

Luego de conversar sobre el asunto, llegamos a una serie de ideas, de propuestas inacabadas pero que consideramos podrían ser útiles para que los hombres sigamos dialogando y orientemos nuestras acciones:

  • Ver porno críticamente, porque es ficción. Después de ver “superman” no creemos que podemos volar, ¿verdad?, lo mismo pasa con el porno: hay un guión, las personas son actores y actrices, hay efectos con las cámaras, etcétera, es decir, es ficción.
  • Cuestionarnos: ¿por qué nos excita lo que nos excita?. ¿Por qué buscamos porno con prácticas violentas, con cachetadas, con golpes o violaciones? Lo ideal es que todas nuestras prácticas sean consensuadas, pero también toca revisar por qué nos es erótica la violencia.
  • En nuestras prácticas sexuales hay que tener acuerdos de límites previamente establecidos, sobre todo cuando hay agresiones: golpes, ahorcar, escupir. Podemos usar palabras clave, lo más común es el sistema de semáforo: verde (dale más), amarillo (es un dolor disfrutable) y rojo (te pasaste de lanza, bájale).
  • Erotizar el uso del condón. El porno suele invisibilizar su uso, ¿sabemos ponerlo con la boca? Podemos ponerlo así o enseñarle a nuestra(s) pareja(s) para que nos lo ponga(n). También hay condones de sabor o que brillan en la oscuridad. En fin, se trata de que empecemos a incorporar a nuestro erotismo el uso del condón.
  • Tener apertura para explorar prácticas sexuales más allá de las comúnmente retratadas en el porno dominante. Algunas de ellas son el pegging, el beso negro y el sexo no penetrativo.
  • Buscar consumir porno sin intermediarios para no contribuir a la industria dominante.
  • Hay que ver el porno como un complemento para el disfrute de la sexualidad y no como el centro.
  • Si la otra persona te dice que no quiere hacer algo y continúas, es violación.
  • Si nos pasan autoporno nunca lo debemos compartir sin el consentimiento de la otra persona. De preferencia, hay que borrarlo después de disfrutar de él. Si lo quieres guardar es importante preguntarle a la otra persona si está bien con ello y tener medidas de seguridad en donde guardamos ese material.

Preguntas para posterior reflexión:

  • ¿Hay igualdad de condiciones (salario, prestaciones, trato) entre géneros y personas de la diversidad sexual?
  • ¿El porno puede ser una plataforma para una educación sexual ética
  • ¿Es ético el material ficticio (actores y actrices o dibujos) que retratan escenas que son violentas o ilegales?

Al final nosotros no defendemos ningún absoluto: ni creemos que el porno deba usarse indiscriminadamente sin una postura crítica, ni que tampoco debe abolirse su uso desde argumentos puritanos. Lanzamos estos puntos como inicio de una discusión que aún tiene mucho por dar.

Si te interesa trabajar en otras formas no violentas de relacionarte, te invitamos a nuestras reuniones todos los sábados a las 4:30 p.m. en Guadalajara, Jalisco. Contáctanos para más información en nuestras redes:

https://www.facebook.com/dejardechingar

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Masculinidades en conflicto. Hombres que reflexionamos y trabajamos colectivamente en torno a la masculinidad y el machismo como problemas.

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