“Libres”: un grupo terapéutico de mujeres contra la violencia de género en Zapopan

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Texto y fotografías por Dalia Souza / @DaliaSouza

Imagen de portada Rocío Rojas

Como cada martes, una docena de vecinas de Zapopan, en el estado mexicano de Jalisco, se reúnen en el centro comunitario Colmena Miramar para una nueva sesión del Grupo de Mujeres “Libres”, un espacio terapéutico de acompañamiento a través de la escucha. Allí, hablan durante dos horas sobre las situaciones de violencia de género que enfrentan en sus hogares y comunidad.  

En esta ocasión, las psicólogas Yazmin Rayas y Ángela de la Cruz les han pedido que lleven dos objetos: uno “positivo” que represente algo que quieran en sus vidas y otro “negativo” que simbolice lo que no permitirán que vuelva a hacerles daño. También deben escribir en hojas distintas qué significa uno. 

“Tomen las hojas donde escribieron eso que no quieren en sus vidas”, dice Yazmin. “Léanlas en voz alta si así quieren y concentren todas sus fuerzas en el objeto. Después, échenlo en el bote”. 

Una a una, las mujeres atienden la petición. Algunas leen lo que escribieron. Sus compañeras aplauden para demostrarles que no están solas. Luego llega el turno de leer en voz alta lo que quieren en sus vidas.

“Yo… soy una mujer fuerte”, dice una. “Yo… soy una mujer valiente”, dice otra. Las frases de reafirmación no cesan. “Yo… soy capaz de hacer lo que quiera”. “Yo… soy una súper-mamá”. Después de cada frase, todas aplauden.  

“Algunas veces se mueven muchas cosas: nostalgias, tristezas, alegrías, por lo que es necesario consultar constantemente qué tan dispuestas están para continuar”, explica Yazmin Rayas, especialista en Terapia Sistémica y Familiar y coordinadora del Área de Educación, Tecnología y Emprendimiento de la Colmena Miramar. 

Con su ayuda y la de Ángela, este grupo ha logrado que sus integrantes generen vínculos de sororidad para hacer frente a la creciente violencia de género que Zapopan, uno de los municipios más violentos e inseguros para las mujeres del estado mexicano de Jalisco. Justamente por eso decidieron autonombrarse Mujeres Libres

Libres forma parte de la Red de Centros Comunitarios de Inclusión y Emprendimiento del Ayuntamiento de Zapopan, surgida a raíz de un convenio entre el Ayuntamiento local y la Oficina Regional para América Latina de ONU-Hábitat. De la mano de organizaciones estatales, privadas y comunitarias, estos centros, también conocidos como “Colmenas”,  buscan compensar a través de diversas iniciativas el abandono gubernamental en el que por décadas han permanecido las colonias de Zapopan.  

El grupo surgió en 2020 para enfrentar el aumento de la violencia intrafamiliar que trajo la emergencia sanitaria por covid-19. En Zapopan, la pandemia recrudeció la pobreza, la inseguridad y la desprotección del Estado. También:  la ya de por sí excesiva carga de trabajo no remunerado de crianza y cuidados.  

Todo ello aumentó la vulnerabilidad de las mujeres de la comunidad, muchas de ellas madres y jefas de hogar que quedaron confinadas en casa junto a sus agresores, afirma Yazmin. Vulnerabilidad que no es poca. 

De acuerdo con un diagnóstico realizado por la organización civil PARVADA en 2020, previo a la pandemia, el 73 por ciento por ciento de las mujeres de Zapopan había sufrido algún tipo de violencia, ya sea física, psicológica, económica, patrimonial o simbólica. Los principales agresores suelen ser los esposos, ex parejas, padres e hijos. 

Lo más preocupante: el 71 por ciento de estas mujeres no estaba denunciando las disímiles formas de violencia a las que se enfrentaban.

Las psicólogas Yazmin Rayas y Ángela de la Cruz crearon el grupo para ayudar a estas mujeres a enfrentar la violencia de género.

Las psicólogas Ángela y Yazmin crearon Mujeres Libres para intentar dar vuelta a esta situación. Desde entonces, el grupo aspira a “desarrollar un espacio seguro para mujeres adultas donde cuestionar las problemáticas relacionadas con las desigualdades de género, las violencias, así como el papel que juegan en la construcción de sus dinámicas familiares, psicosociales, políticas y económicas”. 

El objetivo es crear formas más dignas y justas de relacionarse como mujeres dentro de sus comunidades. Y lo están consiguiendo. “Poco a poco, ellas -las participantes- fueron invitando a otras mujeres”, recuerda Yazmin. “Había algunas que se acercaban preguntando qué había allí”.

En la actualidad, el grupo está conformado por once mujeres, quienes se mantienen en comunicación a través de WhatsApp.

Sus edades varían desde los 25 hasta los 62 años. Todas provienen de las colonias que integran el polígono Miramar. La mayoría llevan la maternidad solas. También hay abuelas que ejercen la labor de crianza de sus nietos y nietas. 

Sus ocupaciones son variadas: algunas realizan trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en sus hogares, otras trabajan en espacios particulares. Hay quienes tienen emprendimientos de venta de alimentos o productos de catálogo. Un par ha decidido profesionalizarse en la herbolaria elaborando sus propios productos y consultando desde sus casas.  

“Muchas de ellas jamás pensaron asistir a una sesión de terapia psicológica”, señala Ángela, especialista en violencia de género y sexual infantil y encargada del Área de Atención y Salud Integral en la Colmena Miramar. Sin embargo, dice que la terapia colectiva hizo que varias de ellas se acercaran buscando una forma “más sencilla y amorosa” de llevar su proceso personal. 

Las integrantes de “Libres” son vecinas de entre 25 y 62 años del polígono Miramar, en Zapopan.

Algunas llevan tiempo reconociéndose como sobrevivientes de violencia de género. Otras lo descubrieron recientemente. Unas pocas aún no lo asumen, pero quizás lo sospechan. 

Ángela se reconoce como una de ellas, pues llegó a estos barrios cuando era una niña de cinco años. Por eso conoce perfectamente las situaciones de violencia que enfrentan estas mujeres.

“Vivimos desde el acoso, la desigualdad económica y de oportunidades. Hay mucha violencia patrimonial y económica, lo que las ha llevado a buscar recursos extras, a matarse en jornadas enormes, en rolar turnos, exponerse a calles solas en alumbrados súper feos y a que las persigan” afirma.

Ángela asegura que la precariedad es uno de los principales problemas que enfrentan estas mujeres. De acuerdo con un diagnóstico realizado por la Red de Colmenas, durante la pandemia de covid-19, el ingreso promedio mensual de los hogares de Zapopan descendió un 25 por ciento. Además, la Secretaría de Desarrollo Económico (SEDECO) calculó que la canasta básica aumentó su valor en un 32 por ciento.

Esta situación hizo que una familia promedio de hasta seis integrantes se viera forzada a subsistir con 4.500 pesos mexicanos o menos, equivalentes a cerca de 225 dólares. Eso, sumado al hecho de que sólo una de cada diez trabajadoras del hogar -oficio que desempeñan la mayoría de estas mujeres-  cuenta con una o más prestaciones laborales, llevó a muchas a desarrollar estrategias comunitarias para compartir alimentos, responsabilidades de cuidado e incluso dinero. 

Pero eso no es todo. A la precariedad social y el abandono institucional se suma el escenario generalizado de inseguridad y violencia de género. El mismo diagnóstico de la Red de Colmenas encontró que el 45 por ciento de las personas encuestadas -en su mayoría mujeres- identificaron un incremento en la violencia familiar durante la pandemia. Otro 25 por ciento dijo sentirse más insegura o inseguro en su colonia.  

“Estamos en zona de riesgo”, dice Ángela. “Muchas mujeres han desaparecido. Justo la semana pasada acaba de pasar a un costado de la Colmena. Siguieron a dos mujeres en una camioneta. Se vive mucha inseguridad. No puedes estar tranquila en el espacio privado ni en el público”.

Según datos proporcionados por la Fiscalía del Estado de Jalisco vía solicitud de información, entre 2012 y 2020 Zapopan fue la tercera ciudad del estado de Jalisco con mayor cantidad de feminicidios, con 45 casos investigados.  

En lo que va de 2022, Zapopan ha acumulado tres casos de feminicidios, lo que le convierte en el vigésimo municipio con más feminicidios en todo el país, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.  

Vista panorámica desde La Colmena.

En materia de desaparición de mujeres, Zapopan contabiliza 368 casos desde la década de 1960. De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, todas las colonias que componen el polígono que rodea a la Colmena Miramar han registrado al menos una mujer desaparecida desde entonces.  

“Somos un blanco fácil”, precisa Ángela. La psicóloga reconoce que, además de todos estos problemas, las mujeres, jóvenes y niñas que habitan estas colonias deben lidiar con la discriminación de género y la vulneración de sus derechos. Ello se refleja en un aumento de la feminización de la pobreza, las brechas de género, la sobrecarga de trabajos domésticos y de cuidados, la violencia (sexual y de pareja) al interior de los hogares, los feminicidios y las desapariciones. 

Nuevamente, Ángela se cuenta entre ellas como sobreviviente de violencia sexual infantil. De ahí que su vocación, además de acompañar a las mujeres del grupo, sea brindar apoyo, contención y guía a quienes viven o vivieron una situación similar. “Lo hago con mucho honor y valentía, porque es honrar a la niña abusada que fui”, dice.

Aunque no ha sido sencillo, considera que este ha sido su mayor logro profesional. Tanto ella como Yazmin dicen estar “dispuestas a dar acompañamiento hasta las últimas consecuencias”.

Los temas que se abordan en las sesiones responden a las preocupaciones de las participantes, precisa Ángela. Se habla de sexualidad, de género, de familia, de relaciones de pareja, de amor propio. Así, a través de “pedagogías respetuosas”, estas sesiones se convierten en espacios de acompañamiento sororo.

Terapia de acompañamiento grupal.

Las terapeutas afirman que la clave ha sido reconocer a las participantes como guías de sus propios procesos. “Nosotras las guiamos”, dicen. “Pero no desde la posición del qué hacer. Es una construcción de todas. Entre ellas mismas, de acuerdo con sus experiencias personales, van construyendo herramientas colectivas”.

Amelia, mujer de 62 años que forma parte de Libres desde sus primeras sesiones, recuerda que, antes de integrarse, temía que este sólo fuese un espacio “para ir a llorar”. Sin embargo, con el paso del tiempo encontró que le permitía sacar de su interior todo aquello que había guardado desde que era niña. Aquí aprendió a poner límites a las personas que le rodean y a decir “no”. “Porque llega el momento en que ya no puedes con tanta cosa”, dice. Hoy, reconoce que todo se lo debe a sus amigas, en quienes ha depositado su confianza.

Rocío, de 40 años, llegó hace cinco meses al grupo con la necesidad de encontrar un refugio frente a las distintas formas de violencia que experimentaba. Y poco a poco lo va encontrando.  “Di lo que he dado, lo que he podido, lo que para mí ha sido ser una buena mamá, y no voy a permitir más daño hacia mi persona”, afirma con tono valiente y empoderado.

Imagen de una de las dinámicas grupales.

Onésima u “One”, como le gusta que le llamen, asiste al grupo desde el primer día de su creación. Aquí, afirma, “te hacen crecer y renovarte, te enseñan a amarte, sobre todo una misma como mujer, como madre, como esposa”. 

Amelia, Rocío, Graciela, Gloria, Onésima, Eliza, Verena y Marisela, quienes integran Mujeres Libres, consideran que, a través de la alianza sorora, han logrado empezar a revertir estereotipos y normas patriarcales que a lo largo del tiempo han dificultado que las mujeres se organicen y acompañen. “Ellas no tenían amigas, pero ahora saben que pueden serlo”, dice Ángela.

Si bien algunas de estas mujeres han conseguido liberarse de sus agresores, otras aún están en proceso de reconocer quién y qué les hace daño. Sin embargo, “la meta no es que las mujeres dejen a sus maridos”, explica Yazmin. 

“La meta es darles las herramientas, el refugio y la unidad que necesitan. Vivir con dignidad, respeto y amor, honrando a sus compañeras como las mujeres que son pero, sobre todo, amándose ellas mismas y construyendo juntas a partir de ahí”. 

¿Podrían hoy las mujeres de Libres continuar creciendo sin la asesoría de Ángela y Yazmin? Ambas psicólogas creen que sí. “La idea de los centros comunitarios es que se hagan relaciones y vínculos entre los habitantes de la comunidad para que esto funcione, estemos nosotras, estén otras personas, esté el gobierno o no” afirman.

No obstante, confiesan que, si en algún momento son obligadas a abandonar sus puestos como servidoras públicas en La Colmena Miramar debido a la inestabilidad laboral, es muy probable que el Mujeres Libres se vaya junto con ellas, puesto que “los lazos afectivos son con nosotras”.

Para terminar la sesión de este martes, todas han llevado una fotografía en la que aparecen, una fotografía que les evoca algún buen recuerdo. La idea es que, antes de retirarse a sus casas, casi a manera de despedida, puedan compartir esos recuerdos con sus compañeras y darse las gracias por haber sabido llegar hasta aquí. 

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Este reportaje fue producido en el marco del taller Desde Nuestro Interior, coordinado por Interior Latam, el newsletter de mirada regional de Distintas Latitudes. Aquí puedes consultar la publicación original. 

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Dalia Souza
Dalia Souza
Periodista apasionada de la radio, comprometida con quienes resisten en la exigencia de verdad, memoria y justicia. Creo que el periodismo es una herramienta para construir paz y cambio social.

1 COMENTARIO

  1. Me gustaría asistir y también si va de la mano el abuso narsicista de familias tóxicas y el domicilio porfavor, estoy viviendo un cuadro terrible y busco ayuda para mi y mi hija de 9 años… Muchas gracias x su atencion.

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