La ciudad del miedo

Todo es lo que parece

Por Igor Israel González Aguirre / @i_gonzaleza

Es domingo. Son las 19:17 horas de un día que en su mayoría ha sido apacible. Comienza a oscurecer. Desde mi sillón puedo ver a Macarrón y a Raicilla —mis gatos— que descansan en el pequeño espacio al fondo de la casa al que, con mucho optimismo, llamo «el jardincito». Cierro la novela que leía momentos antes porque la luz vespertina y mis ojos no dan para mucho más. Bebo un último sorbo de café. Ya está frío. Charlie Parker suena bajito, bajito, apenas lo suficiente como para romper el silencio.

Entonces, en alguna parte mi teléfono vibra. Una vez. Otra. Y otra. No sé dónde está. Usualmente los fines de semana me olvido por completo del aparatejo. Lo busco porque no para de vibrar y ya se está volviendo algo molesto. Lo encuentro en una repisa en la cocina. No sé cómo llegó hasta ahí. Pero ahí está. Los mensajes continúan llegando.

Abro el último… Es un video. Detonaciones. Más detonaciones. «Tengo miedo», dice una mujer que graba desde lo alto de un edificio. En la imagen hay gente armada en plena carrera. Llevan armas largas. No sé si huyen de algo o si persiguen a alguien. Más disparos. Se me eriza la piel. «Es Zapopan», leo un mensaje. «De cuándo es esto», pienso.

Otro video. Un auto se estaciona frente a un hospital. Los camilleros se acercan para atender a la persona o personas que van a bordo del vehículo. Un efectivo del ejército aparece en la escena. No se escucha pero parece que les dice a los camilleros que se retiren. Termina el video. Quiero decir algo pero tengo un torbellino en la cabeza.

Inicia otro. En éste se ve, desde lo alto, cómo cuatro o cinco sujetos disparan no se sabe contra quién. El lugar me parece familiar. Lo reconozco. Suelo ir a correr por la zona los sábados. No alcanzo a comprender qué ocurre. Voy a Twitter. Veo que «#balacera» y «#Zapopan» son tendencia.

De inmediato aparece otro video. Alguien en una camioneta blanca intenta huir. Deslizo hacia abajo y veo una última imagen: a unos metros de la camioneta, tirada en el piso, una mujer protege con su cuerpo a un niño o a una niña. No sé quiénes son. No las conozco. No sé si estaban emparentadas, o no. O si la mujer actuó por solidaridad e instinto. Pero no puedo más con esto. La imagen me aterroriza.

Pienso en lo que ellas podrían haber sentido en ese momento y en ese sitio. Algo se me agolpa en el pecho. Me duele la garganta. Es como un grito que no sale. O llanto. No lo sé. Siento miedo e incertidumbre. Mi ciudad me da miedo. Horas después me entero de la numeralia macabra. Las cifras oficiales señalan un intento de secuestro. Un muerto y por lo menos seis personas lesionadas. La mitad de estas personas ni la debían ni la temían. Pasaban por ahí. Lugar y momento equivocados. Vuelve la narrativa de los «daños colaterales».

¿Será que todo cambia para seguir igual? Diantres. Esa gente pudo haber muerto. Pudiste haber sido tú. Miedo. Mi ciudad me da miedo. Desasosiego. Desesperanza. Nadie está a salvo. Ni tú, ni yo. Ni ellos. Ni ellas. Parece que ni la bendición papal que le brindaron al de aquí; ni los abrazos prodigados por el otro, el de allá, han sido suficientes.

Llueve otra vez. Y aquí, en la ciudad de la furia, todo es lo que parece.

Comparte

Todo es lo que parece
Todo es lo que parece
Igor I. González Doctor en ciencias sociales. Se especializa en en el estudio de la juventud, la cultura política y la violencia en Jalisco.

1 COMENTARIO

  1. La narrativa mas estética para el lamentable hecho que es nuestra realidad, vivimos un ambiente de inseguridad jugando todos los días en la ruleta rusa de alguien, ignoramos que somos el blanco de cualquiera que trasgrede porque sí.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Quizás también te interese leer