Para cambiar el mundo…también hay que cambiar la forma de nacer

Oxímoron

Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica

@andybrauni/@lamamacosmica

Hay una frase de Michel Odent, médico francés y defensor del parto humanizado, que me hace mucho sentido: “Para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer”.

¿Fui víctima de violencia obstétrica? Esa es la pregunta que millones de mujeres en México se hacen horas, días, meses e incluso años después del nacimiento de uno o más de sus hijxs. Y de hecho en 33 de cada 100 casos, la respuesta es sí. Sin embargo, en ocasiones, las víctimas ni siquiera saben que la violencia obstétrica existe y es una violación a los derechos humanos. 

En México a partir de noviembre del 2020, el Congreso aprobó reformar el Código Penal para tipificar el delito de violencia obstétrica a través de la modificación del artículo 343 para especificar las penas por provocar esterilidad (reversible e irreversible) a la mujeres, entre las que se incluye el retiro de la licencia médica, y la adición del artículo 364 Bis que describe cada una de las acciones consideradas violencia obstétrica que pueden ser castigadas.

La OMS reconoció en el año 2019 que el maltrato y la falta de respeto en la atención del parto existe, pero no ha dado una definición específica al término violencia obstétrica. Quienes estudian el tema suelen guiarse por lo que dice la Ley sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia dictada en 2007 por Venezuela, el primer país en tipificar la violencia obstétrica de manera legal. En esa norma se reconoce que puede existir violencia en la relación entre el equipo médico tratante y la mujer y que se expresa en el trato deshumanizado, en un abuso de medicación y patologización innecesarias de los procesos naturales, lo que trae como consecuencia la pérdida de autonomía de la mujer y de su capacidad de decidir libremente sobre su cuerpo, su sexualidad y reproducción. 

Se afirma entonces que la violencia obstétrica puede dividirse en dos dimensiones: una relacionada con las intervenciones innecesarias (cesáreas, las inducciones, el uso de la oxitocina sintética, las episiotomías…) y la que habla sobre el maltrato y la falta de respeto en la atención del nacimiento.

Existe una cultura de la medicalización y el personal médico tiene la lógica del mercado, que es: optimizar el tiempo. Difícilmente te dirán, “ah, qué maravilla, tómate todo el día para parir a tu hije”. El sistema es rápido, efectivo, de máquina, como una fábrica de producir bebés. 

Hoy, lo más común es que la mujer llegue a la clínica en una fase inactiva de trabajo de parto, con pocos centímetros de dilatación y entonces se intervenga para acelerar el proceso. Se le induce el parto con oxitocina sintética que se inyecta a la vena, lo que provoca que las contracciones sean más seguidas e intensas, con poco alivio entre una y otra, y que la mujer no libere endorfinas, que es la herramienta natural para tolerar el dolor, por lo que termina necesitando anestesia. Lo tradicional es que se acueste a parir en una camilla y que le rompan la bolsa para acelerar el proceso (otra vez). También está la alta posibilidad de que simplemente te realicen una cesárea.

Mi experiencia el día que nació mi hijo sigue siendo confusa…intensa…a veces gris, a veces dorada…pero lo que ahora entiendo es que lo impredecible de la maternidad se vuelve real desde el momento que el cuerpo inicia la labor de parto, pero que cada decisión que nos es arrebatada es violencia…sí una más de tantas…

Creo que la maternidad tiene que ser tan deseada y tan esperada que cada mujer tenga el control sobre los momentos implicados. Por eso es importante que cuando se habla de parto respetado se amplíe la mirada y se incluya cada paso de éste arduo y complejo proceso y nos regrese la voz para gritar, que nosotras sabemos cómo queremos parir. 

Les comparto un extracto de la crónica de un “Parto no anunciado” donde narró un poco de mi experiencia durante el parto aquel 3 de agosto del 2019…

“Me instalé en el cuarto y unos minutos después ya tenía al médico de guardia palpando mi avance en el departamento de la dilatación y a una enfermera que hábilmente me colocó el suero con oxitocina, este detalle (que ocurrió sin consultarme) lo supe cuando las contracciones comenzaron a llegar una, tras otra como olas que más que llegar a mí, me revolcaban). Y con esto me despedía de otro elemento en mi lista del parto perfecto y sin medicación….”*

La violencia obstétrica existe: negarla es otra forma de violencia. Identificarla es el primer paso para erradicarla.

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*Hernández, Andrea. 2020. Crónica de un parto no anunciado. La Mamá Cósmica. Recuperado de: https://lamamacosmica.medium.com/cr%C3%B3nica-de-un-parto-no-anunciado-51cabdabac72 

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Andy Hernández Camacho es maternofeminista, profesora de literatura, comunicóloca pública, sentipensante, gestora de procesos comunitarios en distintos espacios, siempre en deconstrucción. Actualmente, reflexionando en tribu sobre maternidades desobedientes y las distintas narrativas para nombrar el trabajo de cuidados a través del proyecto La Mamá Cósmica. También es maestrante en gestión y desarrollo social.

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