Tres postales desde la FIL

La Calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

I

Es sábado 26 de noviembre, no son ni las nueve de la mañana y el tráfico ya está colapsado en la lateral de Mariano Otero antes de los Arcos del Milenio. No, no es por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que está a punto de abrir sus puertas, porque los carriles centrales que suben por el puente están prácticamente vacíos. El congestionamiento vial es porque unos metros más adelante, en el parque de las Estrellas, los acarreados de Enrique Alfaro se reúnen con un solo objetivo: boicotear la inauguración del encuentro librero más importante de habla hispana y que tiene el foco de la prensa local, nacional e internacional.

La jugada del gobernador es torpe por donde se le vea: lo exhibió como un personaje intolerante que no tiene empacho en movilizar a la estructura burocrática —sí, lo mismo había hecho la UdeG días antes con su marcha, pero al menos a esa sí fue el rector y no mandó recaderos. No es consuelo pero en las acciones de cada bando hay mensajes muy claros—. Si ya el miércoles anterior había sido escandalosa la manera en la que se mandó detener el transporte para entorpecer la movilización de los universitarios, afectando los traslados de miles de personas, lo del sábado ya fue la máxima expresión de la obstinación. 

¿Qué esperaba el gobernador? ¿Que Raúl Padilla y Ricardo Villanueva y demás personajes invitados a la inauguración no llegaran a Expo Guadalajara y cancelaran la actividad? ¿De verdad es tan ingenuo? ¿De verdad no hay nadie que le diga “amigo, date cuenta” o, mejor aún, “no lo haga, compa”? ¿En serio no le dio la frente para saber que a los únicos que iba a afectar era a los ciudadanos que querían ir a trabajar y a quienes querían llegar a ver libros?

De nueva cuenta, en su afán por desquitarse con la UdeG Alfaro Ramírez terminó afectando a las y los ciudadanos, que una vez más padecieron los caprichos y berrinches de un gobernador a lo que todo le male sal: en lugar de convertirse en un momento de unidad, la bravata del gobernador le salió por la culata y ahora los movimientonaranjeses están divididos, ya que Pablo Lemus dijo que él no era un arrastrado y Juan José Frangie no tuvo empacho en ir a visitar la Feria y tomarse fotos con Raúl Padilla, mientras que en el otro extremo los naranjas tampoco tienen empacho en gritar a los cuatro vientos que su voluntad está supeditada a los vaivenes de la voluntariosa frente del gobernador.

Mientras tanto, en Expo Guadalajara la Feria se inauguró sin contratiempos y ha vuelto prácticamente a la normalidad, a los salones llenos, a los pasillos saturados, a los ires y venires que ya se echaban en falta luego de dos años en los que la pandemia trastocó uno de los momentos más esperados no sólo en la ciudad, sino en todo el país, y no sólo por la clase política, sino por las personas de verdaderamente importantes para la Feria: las y los lectores.

II

Junto con la apertura del Salón Literario, uno de los momentos que más disfruto de la Feria es la entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, antes Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, o simplemente y de cariño Premio Rulfo. Este año el galardón fue para el rumano Mircea Cărtărescu, quien ofreció uno de los discursos más bellos de los que alcanzo a recordar. Me permito copiar y pegar algunos fragmentos: 

“El poeta libre, con un discurso plural, ese que imita todas las voces de la ciudad, no encuentra hueco en el orden preestablecido. Él es llamado ante los gobernantes, que se inclinan ante él y reconocen su genio, pero le ruegan que abandone la ciudad, porque no resulta útil en ella. No son genios lo que necesita la sociedad ideal, sino conformistas. El genio es incontrolable y, por ello, subversivo. Él provoca el cambio que más temen los legisladores. Él introduce en la ciudad el desasosiego, la duda, la ironía, el sarcasmo, la sublevación, a fin de cuentas. Él expresa, como decía Kafka sobre su propio arte, la ‘negatividad’ en un mundo de sonrisas felices dibujadas en globos. La literatura, escribía también el autor praguense, no tiene que consolar ni alegrar, sino que debe despertar las conciencias. Debe ser un hacha que rompa el hielo de la mente de las personas”.

“El artista, en especial el poeta, se ha opuesto siempre al orden, a la disciplina, a las reglas, a los sistemas, en todas las épocas y en cualquier tipo de sociedad. Le han repugnado siempre el conformismo y la hipocresía. Ha refutado las verdades y los valores aceptados por la mayoría. Se ha alzado siempre contra todo aquello que asfixie la libertad humana. La poesía no es entretenimiento y el poeta no es, como piensan tantos todavía, un inadaptado con la cabeza en las nubes. Incluso en las formas aparentemente inofensivas, como un soneto de amor o un poema sobre la naturaleza, la poesía resulta subversiva en los mundos sometidos a un control estricto, pues esos poemas están impregnados de libertad interior. Incluso en ellos existe el fermento de la insurrección y de la desobediencia”.

“El poeta no es tan solo un revolucionario, es también un profeta. Es un médium a través del cual habla una criatura inapelable y extraña. Es un portal a través del cual lo milagroso, lo sagrado, lo demoníaco, lo extático, lo obsceno, lo divino y lo terrible penetran en nuestro mundo. Él no habla tan solo con sus palabras, para sus semejantes, sino con las enigmáticas palatales y las fricativas de la voz del más allá. (…) los poetas no pueden callar, tampoco cuando se encuentran bajo la amenaza del hambre, de la pobreza, del desprecio público o del poder arbitrario. Su voz interior debe hacerse oír a cualquier precio”.

Leo de nuevo estos párrafos y pienso en la animadversión que, desde su diversidad de voces, provoca la FIL Guadalajara en el presidente, que ve toda crítica como ataque, y en el gobernador, que le hace una lastimera segunda al tabasqueño.  

A los dos se les olvida que, cuando eran oposición, veían a la Feria como aliada.

III

Quedan tres días de Feria. Tres jornadas llenas de actividades y de pasillos a reventar. Lo escribí más o menos con las mismas palabras la semana pasada y lo vuelvo a afirmar: eso es lo valioso de la FIL: las actividades y los pasillos a reventar. Claro que sería demasiado cándido pretender cerrar los ojos y no ver que hay un conflicto cupular entre el gobierno del estado y la Universidad de Guadalajara, contra la que el gobernador tiene una vendetta personal heredada por su padre.

Pero en los pasillos, entre las estanterías, en los talleres de FIL Niños, en los salones donde se intercambian ideas, en el emocionado encuentro entre los adolescentes y sus ídolos de la pantalla, entre los adultos y sus escritores de cabecera, en la algarabía que provoca tener la firma del autor con una dedicatoria, en fin, en los nueve días de fiesta con el pretexto del libro y la lectura, ahí radica el verdadero valor de la FIL Guadalajara. 

Y eso es lo más importante.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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