Estoy triste, no soy floja

Desde Mujeres

Por Mariana Jiménez Huerta / @DesdeMujeres

Me despierto, abro los ojos y los párpados me pesan más de lo normal. Me duele el cuerpo, el cuello, entre mi solo digo “de seguro me dormí chueca”, pero en realidad sé que no es así.

Me paso viendo unos minutos el teléfono, pero es tanta la pesadez de mis ojos que solamente se mantienen abiertos si miro hacia el techo y me quedo ahí, pensando que será uno de esos días. Un día en que me cueste más trabajo levantarme, que mi cabeza comience a crear sus falsos escenarios desde que intenté abrir los ojos, en que solamente piense los múltiples pendientes que tengo del trabajo y las pocas ganas que tengo de hacerlos. También pensar en cuántas veces al día diré que me quiero morir “de broma”. Y me pongo triste.

Me pone triste pensar que esa situación no la decido, sino que únicamente mi cabeza se siente tan agotada que me pide a gritos que descansemos, pero es imposible, porque si me quedo en mi casa, sé que solo voy a ocupar el día en dormirlo, para no pensar de más, no pensar en nada ni nadie, continuar con el cansancio infinito que siento en todo el cuerpo, lo mal que me pone y me hace sentir el ser tan “improductiva”. 

Lo he platicado con psicólogos y psiquiatras, en algún momento me dieron medicamento para contrarrestar ese agotamiento mental pero no me sentía yo, no me sentía viva ni receptora, mi líbido se reducía a cero y me encontraba sumamente irritable, ¿algún día existirá un medicamento psiquiátrico que te quite tu mal y a la vez no te quite la verdadera intención de vivir? 

Alguna vez lo comenté en el trabajo. Me preocupaba el hecho que mi superior pensara que solo ponía excusas para no presentarme en la oficina a trabajar y que si me quedaba en casa, pensara que no le quería contestar las llamadas por andar flojeando, pero simplemente no podía hacerlo. No podía levantar el teléfono y hablar. Me resultaba sumamente cansado y ansioso. Me ponía a pensar en que quizá notaría que en realidad no me escuchaba mal y siguiera pensando en que solo eran excusas para no ir, así que por eso lo platiqué, pero no funcionó. La única retroalimentación que recibí fue “¿sabes a mi que me ayuda a superar la ansiedad?, ponerme una meta clara en el trabajo y llevarla a cabo”. Sin duda ha sido la peor retribución que he tenido en cuanto a ese tema.

Pero creo que el trabajo pasa un poco a segundo plano cuando esto afecta tus relaciones personales. Mis relaciones de noviazgo han sido complicadas y difíciles cuando la ansiedad se hace presente. Cualquier situación que mi cerebro procese de forma indebida o alterada se vuelve realmente en un problema. Y no solamente porque la persona dejó de decirme “te quiero” o cosas similares, sino porque las acciones, las palabras, los comportamientos de mis parejas han sido analizados y procesados por mi mente en “n” ocasiones, hasta que no puede más. La ansiedad -creo- que en la mayoría de veces viene acompañada de una cantidad absurda de verborrea, pero ni siquiera de la válida, sino en muchas ocasiones solo se han convertido en reclamos sin sentido, en algunas ocasiones reconozco que sin sustento, únicamente con pensamientos que vienen a mi mente de vez en vez. Algunas veces todo esto ha sido recibido de la mejor forma, algunas veces no. Todxs han sabido de mis problemas con la ansiedad y al principio parece no ser un problema hasta que evidentemente lo es. La verdad es que no culpo a nadie por las reacciones que tengan, se que no es fácil el tratar de sobrellevar una relación con alguien que en muchos días tiene episodios complicados. 

Con la amistad, no sucede así pero tiendo a aplicar el contacto cero. Y no porque no quiera saber de ellxs o porque me tengan cansada, sino que mi cerebro se siente muy fastidiado como para interactuar, ya sea por mensaje o viéndolxs en persona, así que si en algún momento se han sentido excluidos de mi vida y si están leyendo esto, les ofrezco una sincera disculpa. Les reconozco y aprecio de forma infinita que siempre me han brindado su apoyo y cariño para afrontar esta situación. 

Con mi familia los puntos anteriores se repiten mucho en el patrón, solo que con ellxs si me cuesta abrirme para exponerles de forma sincera y honesta mi sentir, pero en parte sé que es porque no me entenderían del todo y por la forma en que he llevado mi vida en ese núcleo. 

Pero, con todo este choro lo que quiero exponer es que la ansiedad es un problema real y que impide que las personas que lo padecen tengan un nivel de vida adecuado. No solamente es el hecho que sobrepensemos las cosas, sino que precisamente esa conducta es la que ocasiona que no puedas desarrollarte de forma óptima en todos los aspectos de la vida. Simplemente porque no sabes a ciencia cierta si lo que piensas es verdad o si tu cerebro te está jugando de mala forma. Y todo esto empeora cuando las personas a tu alrededor no son plenamente conscientes de lo que pasa y sólo asumen que eres distraidx, groserx o que solo buscas hacer pleito por “cualquier cosa”, cuando en realidad solo quieres apaciguar tus pensamientos. 

Obvio existen ejercicios mentales para contrarrestar cómo te sientes, sobre todo en situaciones en las que consideras que todo ya escaló a niveles mayores pero, nunca es suficiente, siempre hay algo que se queda en ti, siempre hay algo que piensas que puedes decir o hacer mal, aunque tú sepas perfectamente que todo lo has mantenido a raya durante días, que pudiste sacar tus pendientes, que te fue bien en el trabajo, con tus amigxs, etcétera, hasta que un día nuevamente despiertas y sientes los párpados cansados, ahí descubres que el ciclo se reinicia. Y es inevitable sentirte triste porque sabes que es algo que tú no estás provocando. 

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