#8M: Movilización y esperanza

Manos Libres

Por Francisco Macías Medina /@pacommedina

Foto portada: Leslie Zepeda

Cada Día Internacional de las Mujeres es diferente, ya que todavía hace un año se percibía el ánimo de la felicitación y el regalo de flores, del comentario fácil sobre la falta de un “día para lo hombres” y reproducción de memes o chistes.

Es verdad que no ha cambiado del todo, pero en la jornada reciente desde un día antes se advertía de la ruta de las manifestaciones y su calendario de actividades, las mujeres no sólo vestían de morado sino se organizaban con alegría para unirse a los contingentes de la protesta.

Algunos hombres percibidos como frágiles ante la amplitud de la información y los reclamos guardaban silencio, omitían el humor incorrecto y recibían una serie de mensajes con información sobre acciones para que fuera un día de conmemoración. Todos ellos son signos incipientes, pero muy importantes de un cambio.

En las aulas por lo menos de la universidad en donde facilito una asignatura, las mujeres pararon por diversos motivos, se respiraba conciencia en los comentarios, compromiso de los hombres en entender y en el quehacer. Se observaban con detenimiento y preocupación los cárteles con denuncias y hasta parecía que por lo menos por un día se alejaban los fantasmas de la resistencia a escuchar sobre la igualdad y los derechos de las mujeres, así como de las causas de las violencias. 

Algunos de ellos participaron en círculos de diálogo donde se cuestionó nuestra falta de conexión afectiva y nuestra formación violenta, se pudo hablar y significar un futuro deseable para ellas sin una vida libre de violencia.

Ser testigo de una marcha de 70 mil mujeres en una ciudad como Guadalajara, vence estereotipos sobre ser inactivas, sumisas o conservadoras. Las calles fueron voz múltiple: de indígenas, de trans, de madres, de sobrevivientes de injusticias inhumanas, de jóvenes y niñas.

Cada cartulina, grito, danza, charla o círculo, denunciaba y al mismo tiempo llamaba a la creación de una gran comunidad para cuidarse y resistir. Se trata de una energía y movilización que como siempre ha sido, no cabe en los pasillos institucionales cuyos comunicados fueron el silencio o la tibieza de quién se siente nervioso ante una realidad que les es difícil comprometerse.

Los gobiernos de los distintos niveles prefirieron la acción de cubrir esculturas como un símil de los discursos auto referenciales que dirigen y que opacan el verdadero trabajo comprometido de muchas servidoras públicas que buscan respuestas ante las violencias y que requieren reconocimiento y acompañamiento.

Su acción exhibe una visión limitada sobre lo que debe de ser protegido prioritariamente: ¿esculturas similares a los egos narcisistas o proteger la vida y sueños de miles de mujeres?; ¿templos de piedra o sumarse al reconocimiento y acción de la libertad de decidir sobre sus cuerpos o transformarse en refugios humanitarios para ellas?; ¿colocación de vallas que forjan distancias o generalizar la justicia con un rostro humano y compasivo?

Sigue sorprendiendo que las universidades, aunque han realizado esfuerzos notorios, prevalece la timidez ante la gravedad de las violencias en contra de las mujeres. Hoy los hechos han convertido a las aulas en muchos de los casos en pasillos de dominación patriarcal hasta llegar a ser recintos de tolerancia de la cultura de la violación ¿qué más tiene que pasar para que se actúe desde lo que no se ha intentado? Es urgente la propuesta para resolverlo universitariamente hablando.

Por otra parte, algunos medios de comunicación aunque se han sumado a una cobertura de la protesta, les ha sido difícil abandonar el énfasis en las acciones que causan daños. Expresan entendimiento a la protesta pero siguen en el imaginario de una de tipo pacífico que no responde a la urgencia en la protección de los derechos de las mujeres, lo cual al final de cuentas terminan en un enjuiciamiento del que surge un ánimo de sanción,

Lo más preocupante es su falta de interés por entender, investigar y profundizar en las acciones e, incluso, en las teorizaciones en las que se basan colectivas de mujeres que toman acciones más físicas como una forma de posicionarse en contra del Estado o del capital. De sus posturas, nada se divulga para discutirlo.

Al contrario, se opta por crear una agenda informativa con una cobertura amplia de daños y de las personas que resultan afectadas e, incluso, hasta con voces de abogados pero curiosamente dejan fuera la responsabilidad de los propios gobiernos locales que prefieren mantenerse al margen en vez de evolucionar sus acciones.

Por ejemplo, por qué no se documenta la forma en cómo deberían de prevenirse esas acciones, la generación de espacios de diálogo para entender a quienes militan de esa forma o la capacitación de expertas en el tema que hagan posible una mayor comprensión, incluso, para el posible control desde las propias causas. 

Desde lo reactivo, por qué no se documenta la visión limitada de los mecanismos de reparación integral y la falta de reconocimiento institucional en el cumplimiento de los derechos de las mujeres. Urge en los medios la figura de una defensora para evitar los sesgos antes mencionados. 

Mientras tanto, cada consigna, cartulina, pinta y denuncia, debemos exigir que se retome, se discuta y se llame a la responsabilidad para la toma de acciones, para que, en cada aula, oficina y calle, sea un espacio en el que las mujeres puedan ejercer su libertad y vivir sin violencias. 

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Francisco Macías Migrante de experiencias, observador de barrio, reflexiono temas de derechos humanos.

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