El Síndrome de Asperger hoy

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Por Israel Tonatiuh Lay Arellano /@TonatiuhLay

Ilustración Song

Dentro de la temática del autismo, el Síndrome de Asperger ha generado un interesante debate, el cual va desde su negación por considerarse como un diagnóstico desaparecido, hasta quienes afirman en la necesidad de un espectro Asperger. Lo anterior debido a que la categoría desapareció, desde hace 10 años, del Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM por sus siglas en inglés) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), al entrar en vigor su quinta edición, donde se fusionó a los Trastornos del Espectro Autista (TEA).

Sin embargo, el diagnóstico continuó vigente en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), aunque desde 2018 se dio a conocer lo que sería la onceava versión de este manual de la OMS, el cual seguiría los pasos del DSM y trasladaría al Asperger al TEA. Ello propició una adopción acrítica de este criterio y con mayor razón, desde la terapia y los diagnósticos privados, se comenzó no sólo a dejar de lado, sino a justificar un rechazo al término, basándose en criterios morales de historia sin la adecuada contextualización.

De esta manera, se atacó a la figura de Hans Asperger al afirmar su cercanía al régimen nazi sin tomar en cuenta el contexto histórico, o peor aún, utilizando criterios morales presentes para juzgar a un personaje sin que esos mismos criterios morales fueran aplicados a otras áreas de conocimiento que se desarrollaron en universidades y hospitales estadounidenses con otros nazis después del término de la Segunda Guerra Mundial.

Aún y cuando la CIE-11 entró en vigor a nivel mundial en febrero del año pasado, de facto no lo ha hecho en México ni en casi todo el mundo, ya que no sólo es un manual conceptual de diagnóstico o clasificación, sino procedimental, el cual requiere un sistema operacional cuya implementación es muy costosa, a la fecha, según fuentes de la Secretaría de Salud Jalisco, sólo Kuwait lo está operando. Esto es la razón por la que sigue vigente la CIE-10, y por lo tanto, la categoría diagnóstica del Síndrome de Asperger.

Por otro lado, expertos en neurología no sólo han señalado la necesidad de mantener dicha categoría diagnóstica, sino que fundamentan la importancia de reconocer un espectro Asperger, lo cual no es descabellado si tomamos en cuenta que el espectro autista se concibe así por la diferencia entre las características de las personas con esta condición, las cuales también se observan en los Aspies. Esto es, no se trata de características de diferente intensidad a nivel neurológico, sino de acuerdo con su individualidad, que en el caso de los Asperger les permite poder identificarse como una minoría cultural con una identidad propia, esto es, como un grupo de individuos que se han apropiado del concepto para llevarlo del paradigma médico al campo antropológico y sociológico.

No profundizaremos aquí sobre esta apropiación y la diferencia en cuanto al activismo de los Aspies aquí en México o Latinoamérica y los de Estados Unidos o Europa, sino que queremos subrayar que más allá de la definición clínica hay un vacío e incomprensión, sumado a la falta de interés en observar, reconocer y analizar (desde la academia) estos aspectos en el Asperger. Pero también, más allá de la reflexión y dilucidación teórica, se trata de reconocer un espectro para atender a las personas con esta condición sobre todo en su inclusión educativa a nivel medio superior y superior, pues pareciera que es una creencia que la persona con Asperger regulará automáticamente o se eliminarán algunas de sus características simplemente al cumplir la mayoría de edad o entrar a estos niveles educativos, cuando algunos de sus mayores retos están, precisamente, en las habilidades sociales.

Si bien falta mucho más investigación y discusión al respecto, reconocemos que las necesidades y exigencias ya están aquí, con decenas de estudiantes tanto a nivel medio superior como superior, que estudian en las aulas de los diversos sistemas educativos en la ciudad, estado y país, mientras los “expertos” en psicología y terapeutas se han quedado en la discusión si existe o no tal diagnóstico.

Las experiencias locales nos han llevado a buscar e impulsar orientaciones cuyo objetivo final no sólo es la permanencia y continuidad en las aulas universitarias, sino en el acrecentamiento de todas las habilidades que requieren para poder desarrollarse en una sociedad como la nuestra.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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