Una fosa con himno 

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

156,136: ciento cincuenta y seis mil ciento treinta y seis.

10,643: diez mil seiscientos cuarenta y tres.

En México y en Jalisco esos son los números de la muerte. 

La primera cifra corresponde al número de homicidios dolosos que se han acumulado durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Es, ya se dijo y se repitió, la cifra más alta en la historia del país, muy superior a los números que dejaron su némesis, Felipe Calderón, y su predecesor, Enrique Peña Nieto. 

La segunda se dio a conocer el pasado martes y corresponde al número de asesinatos dolosos en Jalisco durante la administración de Enrique Alfaro Ramírez. Al igual que ocurre en la escala nacional, la cifra rebasa ya los homicidios cometidos durante el sexenio anterior, encabezado por Aristóteles Sandoval y cuyo asesinato es uno de los casos incluidos en esa cifra.

Sería ingenuo pensar que la causa del número de homicidios registrados en la escala nacional es únicamente la administración de López Obrador. La cifra, está claro, es resultado de una espiral de violencia que hemos venido viviendo desde 2006, cuando Felipe Calderón inauguró la mal llamada guerra contra el narcotráfico. Es también producto de la inercia de haber continuado en el sexenio de Peña Nieto con una estrategia que desde el principio se demostró fallida. Y ahí radica la responsabilidad de López Obrador, quien llegó a la presidencia con la falsa promesa de cambiar la manera en que se estaban haciendo las cosas para, una vez logrado su objetivo, cambiar de opinión y continuar con una ruta tan fallida como mortal.

Lo más grave, ya lo he apuntado aquí, no es que López Obrador se mantenga empecinado en mantener la “estrategia”, sino que además la ha reforzado al otorgar más y más poder, facultades y presupuesto a las fuerzas armadas. No importa que las masacres sigan ocurriendo; que periodistas, personas buscadoras y activistas sigan siendo asesinados; que la tierra siga escupiendo cuerpos de las fosas clandestinas. El presidente sigue enterco en mirar atrás buscando culpables para una responsabilidad que él asumió hace ya casi cinco años. Si fuera Edith, como la tradición judía llama a la esposa de Lot, el presidente habría quedado convertido en estatua de sal hace ya mucho tiempo por su necedad de volver la vista atrás.

Por otra parte, por más que Enrique Alfaro se enterque en repetir lo contrario, Jalisco no es un territorio idílico donde las cosas sean diferentes de lo que ocurre en el resto del país.

Aquí, a diferencia de lo que sucede con López Obrador y su enfermiza calderóndependencia, no se puede decir que el gobernador esté obsesionado con mirar al pasado para buscar culpables. Aquí está claro que Alfaro tiene la mirada puesta en otros lugares: en la pelea del Canelo, en el pasto del estadio Akromnilife, en el casco de Sergio Pérez, en los partidos de las Chivas, en asumir el control de la UdeG que perdió su padre, en sus tenis que no son fosfo fosfo, sino apenas un chiste ya viejo y además mal contado —¿de verdad entre toda la bola de zalameros que lo rodean no hubo alguien que le dijera que el chiste de los tenis, además de inoportuno y pendejo, ya se lo había ganado Mariana Rodríguez hace mil años?—.

Al igual que con López Obrador, la respuesta de Enrique Alfaro fue tan previsible como grosera: el gobernador arremetió contra Mural, el periódico que dio a conocer la cifra el martes, para acusarlos de inmorales y sin escrúpulos. Y bueno, la perorata de siempre: que quieren atacar a Jalisco, que quieren atacar a su gobierno.

Al igual que en la escala nacional, mientras Alfaro se hace la vístima los homicidios siguen ocurriendo, la tierra sigue regurgitando cuerpos y el Servicio Médico Forense sigue sin poder sacudirse la crisis de acumulación de cuerpos porque, por alguna razón, se niegan a entregar a sus familiares a pesar de que ya han sido identificados.

Aunque López Obrador y Enrique Alfaro —dos caras de la misma moneda— se empeñen en repetir sus discursos, lo cierto es que cada día que pasa no es más que la reiteración de aquella consigna que se volvió viral hace no mucho tiempo: «Esto no es un país: es una fosa común con himno nacional». 

Y, en el caso de Jalisco, una fosa común, sí, pero libre, soberana y bicentenaria.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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