Qué semana, Rubén

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

La que termina ha sido una semana horrible. No había terminado de escribir la frase cuando ya me estaba diciendo a mí mismo que eso podríamos afirmar de la semana pasada y la antepasada y la anterior: desde hace mucho tiempo cada semana viene acompañada de horrores que no hacen sino agudizar las tragedias que aquejan al país.

Pocos días después de que se cumpliera un mes de la desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno —caso que sigue sin respuestas y, peor, sin responsables—, ocurrió otra desaparición en grupo, en esta ocasión siete adolescentes en Zacatecas. El miércoles de desveló el horror: seis de ellos fueron encontrados muertos y hay un joven sobreviviente. Al igual que ocurrió en Lagos de Moreno, hay demasiadas dudas, demasiados silencios y ningún responsable.

Lo que ocurrió en Malpaso y en Lagos de Moreno y en tantos puntos del país es la constante reiteración de cómo es vivir en un país que asesina a sus jóvenes. También lo es el recordatorio que tuvo lugar el pasado martes, cuando se cumplieron nueve años del asesinato y desaparición en Iguala, Guerrero, de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa. (Asesinato en el caso de Julio César Mondragón y los tres estudiantes que ya han sido identificados: Alexander Mora Venancio, Christian Alfonso Rodríguez Telumbre y Jhosivani Guerrero de la Cruz.) 

Desde hace nueve años, las madres y los padres de los 43 normalistas, desaparecidos durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, han alzado la voz para exigir la verdad y conocer el paradero de sus hijos, y a cambio sólo han recibido mentiras, engaños y, con la llegada de López Obrador a la presidencia, promesas incumplidas y ahora descalificaciones.

Como ha venido haciendo, el presidente salió en defensa de las fuerzas armadas, que hace meses fueron señaladas por ocultar, manipular y falsear información que permita esclarecer el caso y conocer la verdad. Una vez más López Obrador denostó el trabajo realizado por los que calificó —o mejor dicho, descalificó— como “seudodefensores de derechos humanos” y acusó manipulación del caso. Sin embargo, los informes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) están ahí, a la vista y al alcance de quien quiera consultarlos, y no han sido desmentidos. Se puede afirmar que el caso de Ayotzinapa pasó de la “verdad histórica” armada por el gobierno de Enrique Peña Nieto, a la “verdad histriónica” protagonizada por el de Andrés Manuel López Obrador.

En medio de la indolencia del Estado y el horror que nos rodean, de pronto aparecen pequeños guiños que nos hacen sonreír. Como ayer, que fue dado a conocer que el argentino Juan Matías Loiseau, mejor conocido como Tute, recibirá el homenaje La Catrina, que cada año se entrega durante el Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta que se realiza en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. 

La entrega de La Catrina es una de mis actividades favoritas de las tantas que ocurren durante los nueve días que dura la FIL. Es tradición que la estatuilla, inspirada en la célebre creación de José Guadalupe Posada, se entregue el segundo sábado de la feria, y es una fiesta de buen humor y, desde hace unos años, un festival de color ya que se ha vuelto costumbre la elaboración de marionetas inspiradas, o no, en los dibujos de la persona homenajeada.

Durante el anuncio de Tute como ganador del homenaje de este año, se dijo que era heredero del trabajo de tres grandes dibujantes del país sudamericano: Joaquín Salvador Lavado, Quino; Roberto El Negro Fontanarrosa, y Carlos Loiseau, Caloi, su padre. De su trabajo, se destacó que es poseedor de “un estilo que prioriza las relaciones humanas, lo que permite al público identificarse con las situaciones de sus personajes”.

Esto último es fácil de constatar: una búsqueda simple en Google permitirá darse una idea de las diferentes exploraciones que ha hecho Tute a sus temas e intereses. En lo personal, me gusta mucho la sencillez de su dibujo y la agudeza de su humor, que permite ofrecer profundas reflexiones en el espacio de una viñeta. Disfruto y me hacen reír sus trabajos dedicados a la terapia psicológica y las relaciones de pareja, estas últimas protagonizadas por dos personajes adorables: Mabel y Rubén. 

A pesar de la sencillez de su trazo, el trabajo de Tute está lejos de ser simple. Y basta escucharlo hablar para entender por qué: ayer, durante un diálogo con la prensa luego de ser anunciado como homenajeado, explicó que para él “todo es político y el humor también lo es. El humor es una herramienta interesante, porque es una especie de espejo social: nos ponemos frente a los dibujitos como si fueran espejos para mostrarnos a nosotros mismos el reflejo de lo que hacemos, de nuestras conductas, y las conductas son políticas. Lo interesante es que este espejo nos muestra no sólo lo que está visible para todos, sino también aquellas cosas que no queremos ver, o con las que nos cuesta encontrarnos. Entonces se convierte en una suerte de espejo incómodo, un espejo político”.

En una de sus viñetas, una mujer le pregunta a su pareja si llevó “un vinito tinto para despedir el año”. Él responde: “No, seis para olvidarlo”. Hoy es viernes y luego de los días horribles que hemos vivido —podríamos exclamar, como Mabel: “¡Qué semana, Rubén!”— quizá sería buena idea hacer eco del dibujo y beber algo para cerrarla. Porque lo que es un hecho es que estos días no debemos olvidarlos, sino recordarlos. Y no repetirlos.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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