Las otras formas de tortura: mujeres defensoras en proceso de exigencia de justicia por el feminicidio de María del Sol Cruz Jarquín

#PeriodistasContraLaTortura

Texto: Metztli Molina Olmos / @lunadetintanegra

Fotografías: Paulette González Muñoz / @polasiempreviva

María Elena Belmonte ha recortado durante 13 años, todos los días, noticias sobre violencia contra las mujeres en Oaxaca de los periódicos El Imparcial y Noticias Voz e Imagen. A veces, utiliza una regla de metal para hacer cortes precisos. Si los titulares están más a la orilla, usa las tijeras, pero lo único que no cambia a más de una década, es el dolor que siente cuando recorta hechos sobre feminicidios.

Al reverso de cada pedazo de papel, Male, como le dicen de cariño sus compañeras, escribe la fecha de la noticia y el periódico de procedencia. Luego, dependiendo de la índole del suceso, lo pega en una de las carpetas que están clasificadas por año y por delitos sexuales, casos de desapariciones, feminicidios, violencia política, violencia familiar y violencia de género.

Además de los recortes de periódicos, también lleva un registro de noticias que aparecen en medios digitales y revisa la información que es publicada en las páginas de instancias gubernamentales.

No somos un número

Desde 2004, las integrantes de la organización feminista, Consorcio para el diálogo parlamentario y la equidad Oaxaca AC, conocidas también como ‘‘las Consorcias’’, han realizado el rastreo y seguimiento de los casos de violencia de género que ocurren en la entidad.

Las cifras de Consorcio, en ocasiones, han superado los datos oficiales de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Fue en 2010 cuando Male, quien comenzó a trabajar allí como recepcionista, propuso llevar un archivo físico para hacer frente a las cifras imprecisas. Recortar noticias todos los días también es un acto de memoria por las mujeres asesinadas y desaparecidas.

“El delito que más me duele recortar es el de feminicidio. Me duele porque no somos un número, no somos estadística, somos mujeres, vidas’’, cuenta Male desde la mesa donde ya se amontonan los titulares del día y donde, también, hay una veladora blanca encendida que la acompaña.

Después de que Male recorta y acomoda los pedazos de noticias en las carpetas clasificadas, otras mujeres de la organización vacían los datos en la Plataforma de Violencia Feminicida.

El 2023 ha sido uno de los años más mortales para las mujeres en Oaxaca. Al arranque del año y del gobierno de Salomón Jara, las cifras oficiales del gobierno mexicano posicionaron a Oaxaca como la entidad con más feminicidios a nivel nacional.

Mientras que, en el sexenio de Alejandro Murat (2016-2022), Consorcio Oaxaca documentó 3 mil 431 agresiones en contra de mujeres, desde el 1 de octubre del 2016 y hasta el 3 de abril de 2022. Además, la Plataforma de Violencia Feminicida, reveló que, en ese mismo período, el estado registró mil 677 desapariciones de mujeres y 615 feminicidios, siendo las agresiones más frecuentes contra las mujeres en Oaxaca.

Un recorte en la pared

Duele decirlo, pero hay que nombrarlo: la violencia en México no descansa. Diario, Male recorta los nombres y las historias de las mujeres que fueron violentadas, asesinadas o desaparecidas en Oaxaca. Es por eso que, cuando la oficina queda quieta, en silencio y sólo está en compañía de los retazos de periódicos, Male rompe en llanto.

Cuando la tristeza es mucha y llorar no es suficiente, entonces medita. Otras veces, prefiere hacerse una limpia o ir a un temazcal. Así sana el dolor cotidiano, la avalancha de emociones que implica recortar la violencia diaria. A sus 66 años, Male practica yoga y pocas veces recurre a un psicoterapeuta.

Estas opciones para mantener una salud física, mental, emocional y espiritual sana, son brindadas por Consorcio como una estrategia de autocuidado y cuidado colectivo. Lo hacen para ejercer su labor en medio del constante miedo, tristeza, asedio, persecución, estrés y otras formas de violencia que enfrentan las integrantes de la organización feminista, quienes dedican su lucha a la defensa de la vida y los derechos de las mujeres.

Detrás del escritorio de María Elena Belmonte, está enmarcado un gran recorte del periódico Noticias Voz e Imagen. El titular de la nota que ocupa una plana completa es ‘’Niz: la transición de mujer a hombre’’. Se trata de Daniel Nizcup, poeta transexual y amigo de Male. Lo puso ahí porque le recuerda que, a pesar del ambiente de muerte e impunidad que azota a Oaxaca, ‘‘aún todo es posible’’.

Al lado de ese cuadro también está el rostro sonriente de María del Sol Cruz Jarquín, con la leyenda #JusticiaParaSol

Un recorte con el nombre de María del Sol

Aquí hay un pedazo de papel que aún quema en la memoria, un recorte de una noticia del 2018 que arde dentro de una de las carpetas de Consorcio con clasificación de feminicidio.

En su interior, como una luz que no muere, está el nombre de María del Sol Cruz Jarquín; fotoperiodista asesinada el 2 de junio de ese año, en la ciudad de Juchitán de Zaragoza.

Demasiado amorosa, siempre alegre, siempre rebelde y soñadora, con una prisa por vivir enorme. Así la recuerdan. Así resuena el nombre de Sol en la boca de quien la pronuncia.

Nunca quiso ser periodista como su madre. Sin embargo, desde niña mostró un interés genuino, propio, por la fotografía y el video. A los 14 años ya participaba en un programa de radio por internet, mismo que aprovechaba para dar su propia opinión sobre la lucha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que explotó en 2006. Sol, siempre rebelde y soñadora.

Las palabras de los titulares del 2 de junio de 2018 queman, arden. Fueron 13 de impactos de bala de arma de alto calibre que le arrebataron la vida. Juchitán de Zaragoza. Un comando armado. Temporada de elecciones. Un triple asesinato: la fotoperiodista María del Sol Cruz Jarquín, la candidata a concejala por el PRI, Pamela Terán y su chofer, Adelfo Guerra.

Ese día comenzó la tortura.

A Sol le arrebataron el deseo de ver a su pequeño sobrino crecer. Le arrebataron el sueño de seguir capturando instantes y memorias con la cámara fotográfica que pudo comprar con ahorros cubriendo bodas y fiestas de XV años.

Tenía 27 años, estudió la carrera de Artes Visuales con especialidad en realización cinematográfica. Trabajaba entusiasmada como jefa de Comunicación Indígena Intercultural de la Secretaría de Asuntos Indígenas del gobierno de Oaxaca, dependencia de la que era titular Francisco Javier Montero.

Él era el jefe de Sol y hermano Hageo Montero, quien en ese momento era candidato a presidente municipal de Juchitán por el PRI, .

Francisco la obligó a realizar la cobertura mediática de la campaña electoral de su hermano bajo la amenaza de que, si no lo hacía, perdería su empleo. Sin otra opción, Sol aceptó y estuvo cerca de un mes en Juchitán, durante el proceso electoral de 2018.

Viento del sur

En este lugar el aire corre tan fuerte que es capaz de voltear un tráiler de hasta 2.5 toneladas. La carretera que rodea estas tierras es considerada una de las 10 más peligrosas de México, debido al viento que atraviesa el sur del país.

Aquí, en La Ventosa, una comunidad zapoteca que pertenece al municipio de Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec, los vientos conocidos como ‘‘nortes’’ golpean con rachas de hasta 200 kilómetros por hora. Una fuerza similar a la de un huracán de categoría 3. Por eso en este lugar están instalados parques eólicos.

Si quisieras decir ”viento del sur” en lengua zapoteca, tendrías que pronunciarlo así: ‘‘Bi Nisa’’. Y así se llama el parque eólico más grande de América Latina. Se encuentra en Juchitán, tiene una superficie de 4 mil 500 hectáreas y cuenta con 132 aerogeneradores que producen energía eléctrica gracias al viento.

El Istmo de Tehuantepec es la segunda región más violenta de Oaxaca. También es la más rica en energía. Concentra un total de 21 parques eólicos de 14 empresas diferentes, la mayoría extranjeras, de hecho, sólo dos son mexicanas. El Istmo produce el 62% de la energía eólica generada en todo el país.

El municipio de Juchitán de Zaragoza concentra 11 de todos los parques construidos en la región del Istmo, la mayoría instalados en La Ventosa y La Venta, comunidades zapotecas. Sin embargo, los habitantes han denunciado pagar altas tarifas por electricidad, pese a que el parque eólico más grande del continente, impulsado en el sexenio de Enrique Peña Nieto, prometió generar mejores condiciones para la población.

De hecho, activistas, defensoras y defensores de la tierra llevan años sosteniendo batallas legales contra las empresas que introducen estos megaproyectos a sus terrenos. Los llaman ‘‘los antieólicos del Istmo’’.

Los Terán

En 2016, Pamela Terán había asumido la defensa de trabajadores de la construcción y de campesinos opositores al parque eólico ‘‘Bi Nisa’’.

Finalmente, fue construido e inaugurado por el exgobernador, Alejandro Murat, el 28 de mayo de 2019. Casi un año después de su asesinato.

Pamela estudió la carrera de Medicina y Cirugía, sin embargo, se dedicó a la política. En el proceso electoral de 2016, se postuló a la presidencia municipal de Juchitán, a través de una candidatura independiente y, desde 2017 se desempeñó como Regidora de energía en Juchitán.

Era hija de Juan Terán, un hombre que pasó de ser un líder social a ser el hombre más buscado de la región del Istmo de Tehuantepec. Es apodado como ‘’El Chapo del Istmo’’ y está preso desde 2017 por tráfico de drogas y uso de armas prohibidas. Además, enfrenta otras acusaciones por delitos de homicidios y secuestros.

Cabe recordarlo: en 2018, Juchitán de Zaragoza ocupaba el noveno lugar de los 10 municipios más peligrosos de México.

A cinco años de los feminicidios de María del Sol y Pamela, este territorio continúa siendo uno de los que concentran la mayor cantidad de casos de violencia contra las mujeres. Actualmente, es la segunda zona más violenta de Oaxaca, seguida de Santiago Pinotepa Nacional.

En ese mismo año, la Secretaría de Gobernación decretó Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres en Oaxaca en 40 municipios del estado, incluyendo Juchitán.

Cuando ocurrió el crimen, Pamela Terán tenía 29 años y se encontraba en campaña como candidata a concejala por el PRI. Fue acribillada ese sábado 2 de junio junto a María del Sol, mientras subían a la camioneta donde las esperaba Adelfo. Pero no iban solas.

Hay que decirlo: el proceso electoral de 2018 ha sido el más violento de la historia del país. De las 774 agresiones a candidatos que se registraron, 152 fueron asesinatos; de esa cifra, 19 fueron contra mujeres quienes murieron a manos de comandos armados. Más de la mitad del total de estas agresiones ocurrieron en Guerrero, Oaxaca, Puebla, Estado de México y Veracruz.

En la legislación mexicana no está tipificado el delito de violencia electoral por razones de género, lo que provoca un vacío que abona a los casos que quedan en impunidad. Además, los delitos electorales consolidan un sistema de corrupción y de delincuencia organizada, así lo señaló el Observatorio Nacional Ciudadano.

La niña que coleccionaba recortes de periódicos

Podría decirse que Soledad Jarquín Edgar nació con la pasión del periodismo. Pasó los días de su niñez en su casa de Oaxaca recortando noticias de periódicos y coleccionándolos. Recuerda uno muy especial: el pedacito de la nota de aquel 22 julio de 1969, cuando el hombre pisó la luna.

En la secundaria, Soledad ya diseñaba el periódico escolar con las noticias más importantes del plantel y luego, junto a otrxs compañerxs de clase, lo elaboraban a mano.

Su sonrisa es grande cuando recuerda esos momentos. Sin duda, fueron la antesala para el Premio Estatal de Periodismo que recibió en 1993 y para el Premio Nacional de Periodismo que obtuvo en 2006, por su reportaje ‘‘Violación ejercida por militares contra trabajadoras de una zona de tolerancia en Coahuila”.

Su interés siempre fue claro: poner en lo público las historias de las mujeres. El camino para abrirse paso en los medios oaxaqueños y poner sobre la mesa temas como violencia de género, la condición social de las mujeres, salud reproductiva y derechos sexuales no fue fácil, pero lo hizo.

Durante 18 años editó en el diario El Imparcial de Oaxaca, el suplemento feminista, Las Caracolas (1998-2016) y fue reportera en distintos medios como la plataforma del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica, Comunicación e Información de la Mujer, Notimex y Detrás de la Noticia.

Además, esa niña que coleccionaba recortes de periódicos escribió dos libros. El primero, Mujeres de Oaxaca, se publicó en 2014 y el segundo, La Otra Mirada, periodismo de género en Oaxaca, salió a la luz en 2017. En este último, María del Sol Cruz Jarquín, su hija, estuvo a cargo de la fotografía.

Sol es la más pequeña de sus tres hijas. Soledad la recuerda en su abrazo diario, siempre alegre y amorosa con sus amigas y familia. Rebelde y soñadora. La recuerda como esa chiquilla inteligente que aprendió a leer a los 4 años, que la acompañaba siempre a las coberturas periodísticas y que la acompaña, todavía y para siempre, a todos lados.

Las otras formas de tortura

Desde hace cinco años, Soledad Jarquín Edgar, periodista, defensora de derechos humanos y madre de María del Sol Cruz Jarquín, ya no puede dormir más de tres horas seguidas.

Ese 2 de junio de 2018 cimbró su vida. Soledad perdió el interés y el tiempo para hacer periodismo. Centró sus días en lo que sería un largo y tormentoso proceso para exigir justicia para María del Sol.

”No es la vida que planeaste, no es la vida que deseabas. Es la vida que alguien más te impuso en un acto de violencia’’, cuenta Soledad.

Las amenazas de muerte, los actos de intimidación, el hostigamiento y los ataques a través de redes sociales que ya recibía como periodista, fueron en aumento. Ahora, también como madre que exige justicia, se suman todas las negligencias de las autoridades, como la fabricación de testigos y la desaparición de pruebas.

Desde hace un tiempo, Soledad comenzó a escribirle cartas a María del Sol contándole su día. Le cuenta cada vez que va a la Fiscalía o cuando realizan alguna acción de protesta o de memoria para ella. Le platica su cotidianidad, le hace saber que sigue luchando para que su muerte no quede impune.

Toda la vida cambia cuando dedicas todos los días a exigir justicia. El tiempo transcurre en idas y venidas de una oficina a otra. El tiempo que se habita es otro cuando realizas decenas de conferencias de prensa para denunciar las irregularidades de las autoridades y exigir que haya avances en el caso. Ese proceso desgasta y cansa. Las emociones se acumulan. La alimentación y el sueño se descuidan. No hay tiempo para comer, no hay tiempo para dormir, no hay tiempo para llorar. La vida, como se conocía antes, ya no existe.

”Perdí el interés en lo que más me gustaba hacer, que era el periodismo. Ahora tengo que estar con un pie aquí y con otro acá. Si tú, como mamá, le dejas a la Fiscalía el caso, seguramente lo van a archivar como tantos otros. Esto implica tortura”, advierte Soledad Jarquín.

¿En qué piensas cuando alguien menciona la palabra tortura? El imaginario remite a agresiones físicas, golpes, mecanismos de dolor, marcas visibles en los cuerpos que la reciben. Sin embargo, la violencia de este tipo va más allá: las heridas pueden ser infligidas en el espacio psicológico y emocional del ser humano.

De acuerdo con la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT), los métodos utilizados para infligir gran dolor y sufrimiento varían, pero todos tienen el mismo objetivo: quebrantar a la víctima y destruirla como persona.

Además, la OMCT afirma que los actos de tortura psicológica y emocional pueden infligir el mismo grado de dolor que el maltrato físico.

El insomnio, el miedo cotidiano, vivir en un estado de alerta, las enfermedades derivadas del constante estrés y la tristeza, la caída de cabello y la agudización de padecimientos que ha vivido Soledad Jarquín, son consecuencia de la obstrucción de la verdad, la negligencia de la Fiscalía, la corrupción política y sobre todo, la falta de acceso a la justicia.

Por eso, y recuperando lo que establece la OMCT, Soledad señala que esto es tortura ejercida en su contra como periodista, defensora de derechos humanos y también, como madre que sostiene una lucha para que el feminicidio de María del Sol no quede impune.

Y es que, aunque este tipo de tortura es identificable, es casi imposible de ser denunciada, pues quienes la ejercen son las mismas autoridades y funcionarios del poder público mexicano.

‘‘Estas cosas que hacen organizaciones como Consorcio, las tendrían que hacer el Estado; es el que tendría que responder a cuidarte como víctima’’ explica Soledad. ‘‘Lo único que te ofrece es una psicóloga que te da una cita cada mes, pero tú tienes un corazón destrozado, te mataron a tu hija, no encuentras tu lugar en el mundo ¿qué necesitas? que te estén atendiendo sistemáticamente, no cada mes. Y no solo es la madre, es toda la familia’’.

Soledad no tuvo la oportunidad de llorar después del crimen. Asumió que tenía que quitarse el dolor y no perder el tiempo. Desde los primeros momentos, dice, tuvo que hacerse cargo de todo lo legal que implica que te asesinen a una hija y luego, con todo el dolor, perseguir la justicia.

Aunque la Ley General de Víctimas estable que es el Estado es quien debe proporcionar una reparación integral con medidas de rehabilitación psicológica, emocional y médica ante malos tratos o tortura, son las madres, las periodistas y las defensoras de derechos humanos quienes han creado sus propios mecanismos de protección.

Soledad Jarquín Egdar/ Periodista y defensora de Derechos Humanos.

Sólo uno se salvó

Pero no iban solas. El reloj marcaba las 2:27 de la madrugada cuando salieron del bar El Jardín en Juchitán. Pamela Terán se encontraba en campaña electoral y María del Sol estaba ahí por órdenes de Francisco Montero. Junto a ellas iba José Eduardo.

Un comando armado acribilló a María del Sol y a Pamela mientras abordaban la camioneta, donde las esperaba el chofer de la candidata, Adelfo. Él también murió en el ataque. Sólo José Eduardo salió ileso de la ráfaga de balas.

Momentos antes, María del Sol, Pamela Terán, José Eduardo y otro sujeto más llamado Jehú, se encontraban en ese bar de Juchitán divirtiéndose tras un día de trabajo.

De pronto, el celular de Jehú recibió una llamada y se fue inmediatamente. Lxs demás se quedaron otro rato a disfrutar de la noche, pagaron la cuenta y salieron del lugar.

El aire atravesado por la ráfaga de balas. Los cuerpos de María del Sol y de Pamela en el asfalto. El cuerpo de Adelfo en la camioneta. El cuerpo ileso de José Eduardo. Las 2:27 de la madrugada del 02 de junio de 2018.

José Eduardo y Jehú trabajaban para Hageo Montero, y Jehú, además, era su sobrino. También, fueron los primeros implicados y detenidos en el caso, pero fueron liberados.

Luego del feminicidio de María del Sol sucedió algo más.

Heliodoro Altamirano Charis, también funcionario de la Secretaría de Asuntos Indígenas fue al hotel donde se hospedaba Sol.

Se llevó su computadora, la cámara fotográfica y de video que contenía material audiovisual de la cobertura que estaba realizando Sol en ese momento, así como su obra artística de más de 10 años.

En el caso de María del Sol Cruz Jarquín no hay ningún detenido, pese a que hay tres delitos: el electoral, porque fue obligada por su jefe Francisco Montero a cubrir la campaña política de su hermano Hageo; el delito de feminicidio, del cual no hay ningún avance y el delito de robo de su equipo de trabajo. Es en este último donde el pasado 10 de julio de 2023 hubo un nuevo revés en el caso.

Soledad Jarquín sostiene el retrato de su hija, la fotoperiodista María del Sol Cruz Jarquín.

La protesta

Es 13 de julio de 2023. Ya han pasado más de cinco años del feminicidio de Sol, pero los golpes continúan.

Una patrulla de la Guardia Nacional pasa en la calle donde se está realizando la manifestación. El ruido de las sirenas interrumple las palabras de Soledad. Varias mujeres pegan sellos de clausura con el símbolo feminista, el mismo de las Antimonumentas. También ponen fotografías del rostro de María del Sol en las puertas de las oficinas del Poder Judicial. Alguien comienza a gritar ¡¡Justicia para Sol!! ¡¡Justicia para Sol!!, las demás hacen eco.

Hace tres días hubo un nuevo revés en el caso: el Poder Judicial notificó la reducción de la pena de Heliodoro, el hombre que robó la computadora y las cámaras de María del Sol. Es el único implicado que queda y ha enfrentado todo su proceso en total libertad.

De nueva cuenta, una tras otra, las negligencias de las autoridades. Fue hasta octubre de 2022, cuatro años después del feminicidio de Sol, cuando Heliodoro recibió la sentencia condenatoria a 13 años 4 meses por el robo del equipo. Con la nueva resolución, la pena disminuye a 9 años con 7 meses, lo que desestima la gravedad de su culpabilidad.

Por eso, este día Soledad Jarquín protesta, grita, denuncia. No está sola. La acompaña toda una red de mujeres que la han apoyado para que el crimen no quede impune. Una de ellas es Yésica Sánchez Maya, defensora de derechos humanos y codirectora de Consorcio para el diálogo parlamentario y la equidad Oaxaca AC.

Soledad y Yésica lo han denunciado antes y lo sostienen ahora: el caso de María del Sol destapó un andamiaje de corrupción, desvío de recursos para campañas electorales, negligencia e impunidad. Señalan a las y los funcionarios en turno del Poder Judicial y de la Fiscalía General de Oaxaca, como Rubén Vasconcelos Méndez, quien estuvo al frente de la institución cuando asesinaron a Sol.

Este 10 de julio, a poco más de un mes de que se cumpliera un año más del feminicidio de Sol, más de una decena de mujeres clausuran simbólicamente las oficinas del Consejo de la Judicatura federal. En Oaxaca se asesina a la justicia, dice Yésica Sánchez en el micrófono. Las acompañan madres buscadoras y con familiares víctimas de feminicidio.

Está Elvira, madre de Ivón Jiménez, asesinada en agosto de 2013 por Kevin Gonzálo; también está Martha Pablo, lideresa y representante del colectivo oaxaqueño ‘’Buscando a los Nuestros’’, quien se encuentra en búsqueda de su hijo Jaciel Vladimir Florián, desaparecido en 2019.

También, las acompaña Adriana Ortiz, prima de Virginia y Daniela, dos jóvenes de la comunidad triqui desaparecidas en 2007. Adriana recuerda que María del Sol hizo un documental sobre la desaparición de sus primas y que, gracias a ello, las autoridades aceleraron el proceso de denuncia.

Soledad Jarquín toma el micrófono y señala que con la nueva resolución se retrocede en el único avance con el que se contaba hasta el momento en el entramado de delitos que fueron cometidos alrededor del feminicidio de su hija.

“El Poder Judicial demuestra de esta manera el menosprecio a las víctimas y evidencia las redes de complicidades y causas estructurales que permiten la impunidad”, asevera.

Uno de los carteles que alguien pega en las oficinas donde hoy protestan madres buscadoras, periodistas y defensoras de derechos humanos, dice lo que ya ha denunciado antes Soledad: “la corrupción del Poder Judicial es tortura”.

Clausura simbólica del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial del Estado por el caso del feminicidio de María del Sol Cruz Jarquín. Oaxaca, julio 2023.

Pese a que, desde 2010, la Suprema Corte de Justicia de la Nación mandató que cada muerte violenta de mujeres debe considerarse desde el principio como feminicidio, durante la gestión del exfiscal, Rubén Vasconcelos, se desplomó el porcentaje de crímenes contra las mujeres que se investigan como tal. La mayoría se indagó como homicidios simples.

Así ocurrió con el feminicidio de María del Sol. Desde un primer momento se omitió investigar con perspectiva de género y fue investigado como ”homicidio con ventaja”. Esto ocasionó que Jehú saliera libre, luego de unas semanas de haber sido detenido como uno de los responsables del crimen.

Un año después de los feminicidios de María del Sol y de Pamela Terán, y del asesinato de Adelfo, detuvieron a José Eduardo. En 2021 saquearon el expediente de Sol y desaparecieron pruebas, entonces la Fiscalía de Oaxaca solicitó el sobreseimiento de la carpeta iniciada por el delito de homicidio. En ese momento, José Eduardo fue liberado.

Tres años después del crimen, la dependencia a cargo de Rubén Vasconcelos, reconoció que hubo omisiones en el caso y entonces sí, abrió la carpeta por feminicidio de la cual no hay ningún avance hasta la fecha.

Por su parte, Francisco Javier Montero renunció a la Secretaría de Asuntos Indígenas, misma que cambió de nombre un año después a Secretaría de Pueblos Indígenas y Afromexicano. Su hermano, Hageo Montero únicamente fue castigado con una multa de 90 mil pesos.

Rubén Vasconcelos renunció a ser fiscal de Oaxaca el 5 de marzo de 2021 dejando cientos de feminicidios en la impunidad. Abandonó su cargo en medio de acusaciones y enfrentando una denuncia penal por obstruir la justicia en casos como el de María del Sol y el de la saxofonista, María Elena Ríos.

En Oaxaca se asesina la justicia y las cifras lo revelan: entre 2017 y 2020 fueron asesinadas 524 mujeres; sin embargo, sólo 149 se investigaron finalmente como feminicidio, lo que representa apenas un 28.4% del total, es decir, menos de 3 muertes de cada 10.

Otras formas de justicia

La justicia para María del Sol no ha llegado de las autoridades. La justicia es una lucha que sostiene Soledad Jarquín, otras madres buscadoras, periodistas, las Consorcias y toda la red de defensoras de derechos humanos que acompañan el caso.

Pese a que agotaron todos los recursos legales en México, estas mujeres confían en otras formas de justicia.

En 2019, Yésica Sánchez Maya tomó la defensa del caso de María del Sol y desde entonces, han hecho diversas acciones para enfrentar la impunidad. Una de ellas, es la creación del Tribunal Feminista Contra el Feminicidio en Oaxaca, en 2021. Lo conforman mujeres expertas y de una reconocida trayectoria por su trabajo por la justicia para las mujeres. En ese año, propusieron enjuiciar al exfiscal Rubén Vasconcelos, a quien acusan de encubrir a los feminicidas de Sol y de otras mujeres.

Con el Tribunal Feminista se lograron sentencias firmes en siete casos de feminicidio en Oaxaca. Se fue articulando toda una red de mujeres que luchan, que defienden la vida y que abren caminos para acceder a la justicia. Así surgió la Colectiva de Madres contra el Feminicidio y la Impunidad.

Acompañada y sostenida por mujeres de esa red que cada vez crece más, Soledad Jarquín viajó hasta a la sede de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, en Ginebra, Suiza, para presentar formalmente una denuncia contra el Estado mexicano por la impunidad en el feminicidio de María del Sol.

Con ello, el de María del Sol se convirtió en el primer feminicidio en el que se denuncia de manera formal al Estado de mexicano ante este órgano de la Organización de las Naciones Unidas.

”Otra forma de justicia es la denuncia pública, exhibir la falla del Estado mexicano, las conferencias de prensa para denunciar las irregularidades y la corrupción” afirma Soledad.

Además, recorrió cinco países y seis ciudades europeas con el objetivo de denunciar la impunidad en México y exigir justicia por Sol. Quizá en el 2024, dice Soledad, tendrán la resolución de las instancias internacionales.

Buscar, perseguir, crear la justicia para María del Sol, no ha sido fácil. Las agresiones contra quienes se han solidarizado con la lucha de Soledad no han cesado. Prueba de ello, son los ataques contra las integrantes de la organización Consorcio Oaxaca, y, en específico, contra la defensora Yésica Sánchez Maya.

Yésica: más allá de la ”defensora invencible”

Su abuelo era un sanador tradicional, él le enseñó a ser libre sobre todas las cosas. Así recuerda su infancia, en autonomía. La niña que andaba en los campos y corría entre la milpa de la Sierra Sur oaxaqueña, con el viento siempre moviendo su largo cabello rizado.

Los momentos de independencia en la naturaleza fueron fundamentales para sembrar su cariño por Oaxaca y querer, con determinación, cambiar situaciones injustas. Esa niña de viento y montaña, ahora es defensora de derechos humanos.

La trayectoria de Yésica Sánchez Maya es larga. Lleva más de 20 años en la defensa de los derechos humanos y su labor ha sido ampliamente reconocida. Empezó desde la adolescencia a sacar presos encarcelados arbitrariamente. Lo recuerda entre risas y reafirma que disfruta mucho su trabajo. Quizá por eso a veces se queda más tiempo en la oficina del que debería.

Yésica Sánchez Maya, abogada feminista, Directora de Consorcio Oaxaca.

Se asume como una mujer incómoda para el Estado. Feminista. Es una de las fundadoras y directoras de Consorcio Oaxaca, junto con Ana María Hernández. Ambas impulsaron la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en México (RDDHM), con presencia en 27 estados del país y la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras), que articula a 2 mil defensoras en cuatro países de la región.

En 2021, Yésica recibió la mención honorífica del Premio de Derechos Humanos “Gilberto Bosques”. Sin embargo, también es valioso decir que se refugia en la montaña cuando los casos de violencia que atiende a diario, la sobrepasan; que su platillo oaxaqueño favorito es el amarillo de res con pitiona; su recuerdo más feliz de la infancia es en la sierra sur de Oaxaca y detesta que se vea a las defensoras de derechos humanos como súper heroínas invencibles, que se mire su labor como un perpetuo sacrifico.

Fragmento de la Sierra Sur de Oaxaca.

‘He aprendido a decir: estoy comprometida pero claro que me da miedo, claro que me canso, claro que me enojo, claro que me desgasto’’ cuenta Yésica. ”Aprender a manejar el estrés implica descolocarte del lugar tradicional del defensor lo aguanta todo, el defensor no llora, la defensora es invencible’’.

Como muchas de sus compañeras, Yésica ha recibido amenazas de muerte, campañas de difamación y desprestigio, persecución, espionaje y más de una decena de allanamientos en las instalaciones de Consorcio y en su casa.

‘‘Te queda claro que no estás en un lugar cómodo. Estás en un lugar siempre de mucho peligro y ataques alrededor. Podríamos hacer todo un libro de todas esas diversas maneras que hay contra las mujeres defensoras’’.

Yésica fue una de las 109 activistas, periodistas y políticxs que fueron espiadxs a través del malware Pegasus. Este sofisticado programa se usó para intervenir dispositivos móviles y comunicaciones, en su mayoría, durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

A dos años del feminicidio de María del Sol, y cuando Yésica ya había tomado el caso, ocurrió otra agresión contra las integrantes de Consorcio.

El 15 de junio de 2020, en la puerta de la organización feminista, fue encontrada una bolsa negra con pedazos de carne, al parecer una cabeza de un animal. Al lado de la bolsa se encontraba una cartulina con una amenaza de muerte firmada, presuntamente, por el crimen organizado.

En ese momento, las Consorcias aclararon que, aunque las amenazas pretenden disfrazarse como un asunto del crimen organizado, la responsabilidad de éstas es del poder público oaxaqueño.

Asimismo, han denunciado que el proceso de exigencia de justicia de María del Sol
ha estado marcado por constantes ataques en contra de Soledad Jarquín y de quiénes se han solidarizado con su lucha.

***

Pese a todas las amenzas que las acechan, las defensoras de derechos humanos han exigido la identificación de los autores materiales e intelectuales del feminicidio de María del Sol y han denunciado reiteradamente los intereses políticos y económicos que atraviesan el caso, así como la complicidad y encubrimiento del Gobierno del Estado de Oaxaca.

Incluso, el Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos, programa conjunto de la OMCT, enfatizó que el caso de María del Sol Cruz Jarquín es representativo de los alarmantes niveles de feminicidios que ocurren en Oaxaca, mismos que aumentaron durante el gobierno de Alejandro Murat, así como de la impunidad generalizada que existe en torno a estos crímenes.

El Observatorio denunció una absoluta negligencia por parte de las autoridades del Estado de Oaxaca en la implementación de medidas de protección para Soledad Jarquín y para las integrantes de Consorcio y aseveró que prevalece la impunidad con relación a los ataques que han recibido. Esta situación que no sólo perpetúa la campaña de intimidación y agresiones contra ellas, sino que envía un peligroso mensaje de legitimación de esta violencia.

Las implicaciones que tienen estos ataques no son menores: las amenazas constantes contra las defensoras y activistas provocan altos niveles de estrés, cansancio crónico, depresión, ansiedad, migrañas e incluso diagnósticos de cáncer cada vez más frecuentes. Así lo reveló el diagnóstico ‘‘Violencia contra Defensoras de Derechos Humanos en Mesoamérica”, de la IM-Defensoras.

Su cuerpo lo habla. Cuando un mechón de su largo cabello rizado comienza a tornarse de color amarillo, se da cuenta de que el estrés se está acumulando. Cuando le salen lesiones en la boca, es un indicador de que lleva tiempo sin comer. Sin embargo, Yésica tiene claro que cuidarse es cuidar a las demás.

Para ella es elemental no abandonar el disfrute, el goce, el baile, comer su platillo favorito y caminar en la montaña para sopesar la cantidad de emociones que atraviesa diariamente ejerciendo su labor.

‘’Nunca dejo de bailar, nunca dejo de tomarme un mezcal, nunca dejo de comer la comida oaxaqueña. No renuncio a la alegría de vivir a Oaxaca’’, comenta Yésica.

¿Quién defiende a las defensoras?

Alambres de púas rodeando la casa. Chapas de seguridad en todas las puertas. El sonido de las alarmas. Cámaras de video que vigilan cada uno de los movimientos que haces. Guardias armados que van a tu lado todos los días, a todas horas. El coche blindado. El Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas ayuda, pero no es suficiente para cuidar física, emocional y psicológicamente a las personas que se dedican a estas labores.

‘’Yo tuve acompañamiento personal de un guardia de seguridad, pero no pude por más tiempo. El impacto que tiene traer el guardia y el carro blindado es muy fuerte. Es una idea de protección, pero también se convierte en desgaste’’ detalla Yésica en entrevista.

El 2022 se volvió el año más violento para las defensoras de derechos humanos y periodistas, en la última década. Tan sólo en los primeros seis meses del año se registró el mayor número de casos de violencia letal con un registro de 14 feminicidios y 2 transfeminicidios.

En otras palabras, se cuadriplicó este tipo de agresiones contra defensoras y periodistas en comparación con 2021, al pasar de 4 a 16 casos. ¿Y quién ejerce esta violencia? Son las autoridades de los distintos niveles de gobierno quienes encabezan la lista de perpetradores, lo que representa un margen preocupante de impunidad, según el informe ‘‘Datos y tendencias del registro de agresiones a mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos en México’’, de la RDDHM.

Las defensoras han sido atacadas y asesinadas principalmente por defender el derecho a la verdad, justicia y reparación, el derecho a la diversidad sexual, seguido del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

Ante un Estado que no cuida, sino que criminaliza, persigue, vigila, agrede y mata a las defensoras de derechos humanos, madres buscadoras, defensoras de la vida, periodistas de la RDDHM, la IM-Defensoras y Consorcio Oaxaca, han implementado estrategias de autocuidado, cuidado colectivo y sanación para mantenerse vivas.

Tienen claro que el miedo derivado de las amenazas de muerte no puede paralizarlas. Saben que están en constante riesgo y que las emociones atendiendo todos los días decenas de casos de violencia, protestando en calles y oficinas o realizando el recorte cotidiano de periódicos para el conteo de feminicidios, pueden enfermarlas y desgastarlas. Por eso, apuestan por lo que han llamado la Protección Integral Feminista.

La propuesta de crear un plan de cuidados surgió luego de que se voltearan a ver a ellas mismas, de la escucha colectiva con otras mujeres. Como si fueran espejos, reconocieron en otras sus propios miedos y riesgos, una común vulnerabilidad ante una violencia sistémica y estructural.

Así surgió el Encuentro Mesoamericano de Defensoras que se realizó en Oaxaca, en 2010 donde se encontraron 55 defensoras de derechos humanos de 49 organizaciones de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Allí, en un abrazo colectivo, se preguntaron qué podían hacer para cuidarse física, emocional, psicológica y espiritualmente.

Mural ”Las 17 del Salvador”, en Casa La Serena: cuidado y sanación para defensoras de DH.

La Serena

No hay ruido de la ciudad. El agua de la jarra siempre tiene una ramita de romero fresco, pero también sabe a lavanda, quizá se combinan los sabores porque crecen en el mismo jardín. En medio de hierbas curativas y flores, hay una casa que ha refugiado a más de 300 mujeres, algunas defensoras, otras periodistas.

Está rodeada de murales. Uno de los que ocupan casi toda la pared rememora a las 17 mujeres salvadoreñas; fueron condenadas a penas de hasta 40 años de prisión tras sufrir abortos espontáneos. Otro mural muestra a una mujer enraizada en la tierra, con el universo adentro y pasifloras creciendo alrededor de ella.

El aire pasa suave y el interior de la casa es acogedor, amoroso, amplio. En el refrigerador de la cocina hay un imán de apenas unos 10 centímetros que está repleto de fotos donde hay decenas de mujeres abrazadas. Se puede reconocer a dos de ellas: son las fundadoras y directoras de Consorcio: Yésica Sánchez Maya y Ana María Hernández. Debajo de las fotos se lee este mensaje: ”Gracias por el baile, por las risas, por sus luchas, ¡por todo!”.

Casa La Serena es uno de los lugares donde cobra sentido la propuesta de la Protección Integral Feminista (PIF).

Aquí se realizan estancias de 10 días para las mujeres que llegan de situaciones de riesgo derivadas de su labor como defensoras de derechos humanos o periodistas. Vienen de diferentes latitudes. La Serena ha recibido a mujeres de Honduras, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, México, Colombia, Brasil y países de África.

Llegan a esta casa con problemas de salud severos. Cansancio crónico, dolores fuertes de espalda, con depresión, algunas presentan colitis y gastritis, psoriasis, hígado graso, hasta cáncer. Llevan en sus cuerpos un acumulado de estrés, tristeza, enojo y miedo.

Cuidarse es cuidar a las demás

Al llegar a La Serena, un grupo de sanadoras y terapeutas evalúa a las mujeres refugiadas para hacerles un diagnóstico. Con ello, reciben atención especializada de acuerdo con sus necesidades.

Quienes llegan a La Serena no se conocen entre sí, pero las une su labor de defensa y denuncia. Tienen algo más en común: una vulnerabilidad compartida, dolores emocionales y violencias atravesadas en sus cuerpos.

En la última estancia realizada en abril de este año, todas defensoras que llegaron a La Serena tenían un diagnóstico de diabetes o prediabetes. Todas. No es una coincidencia. La mayoría ha pasado por ataques y amenazas de muerte, no sólo a ellas sino a sus familias. A algunas les han asesinado a sus hijas o llevan años buscando a familiares desparecidos. Y todo eso repercute en el cuerpo.

De acuerdo con especialistas, la diabetes está estrechamente relacionada con el estrés y eventos traumáticos. Esto puede aumentar los niveles de azúcar y hemoglobina glucatada en la sangre de una persona. Además, las personas que experimentan depresión, ansiedad o una combinación de estas afecciones están en mayor riesgo de desarrollar diabetes.

Realizar un autorretrato en barro como forma de autorreconocimiento, bailar para liberar emociones, acompañamiento emocional, canalización a especialistas de medicina y tratamientos especializados (ginecología, oculistas, dentistas), círculos colectivos de reflexión sobre prácticas activistas, rituales tradicionales de pueblos originarios, entre otras cosas, son algunos de los cuidados que las mujeres reciben en esta casa.

Desde hace más de una década, las mujeres que integran Consorcio Oaxaca han registrado las afectaciones que conlleva estar de cerca con la injusticia, la muerte, la impunidad. Cuidarse, además de mantenerse a salvo, tiene una intención colectiva: dar continuidad a la lucha por la vida libre de las mujeres y la defensa de los derechos humanos.

Así lo cuenta Ana María Hernández, directora de Casa La Serena, directora de Consorcio y una de las encargadas de la estrategia de Protección Integral Feminista,

”Hemos estado trabajando desde el 2010 para ubicar los impactos de llevar a cuestas la tristeza, la impotencia de la falta de justicia, el dolor que te hermana con las victimas cuando les son violados sus derechos”, explica Ana María en entrevista.

Durante los 10 días que dura la estancia en La Serena, las mujeres reciben medicina tradicional, hacen meditaciones, yoga, bailan. Se les brindan masajes y un plan de alimentación especializado que les otorga una nutrióloga.

En este lugar, las defensoras y periodistas cuentan con un espacio seguro y tranquilo para que puedan dormir sin miedo, comer sin prisa, llorar lo acumulado, sentirse acompañadas, escuchadas, contenidas.

”Queremos romper con la idea de que las defensoras tenemos que ser fuertes y no mostrar o atender nuestras vulnerabilidades. Queremos romper con una noción del activismo sacrificante, más bien, queremos un activismo gozoso y saludable”, sostiene Ana María.

Luego de la estancia, las mujeres reciben un plan de autocuidado y cuidado colectivo que puedan seguir implementando en sus vidas diarias e integrar en sus países de origen o donde ejercen su labor.

”Hablamos también del cuidado colectivo porque nosotras pensamos que nadie se salva solo”, comenta Ana María.

También apuestan a tener mejores condiciones de trabajo ante la precarización en la que ejercen su labor, pues como asevera Ana María, no se tiene seguridad social, salarios justos, y eso ocasiona que las defensoras tengan que cumplir dobles jornadas laborales. A ello se suman los trabajos domésticos y cuidados no remunerados, lo que eleva el desgaste mental, emocional, energético y psicológico de las mujeres.

Con todo, la Protección Integral Feminista busca ser una medida efectiva para enfrentar el alto riesgo que implica defender los derechos humanos en México y en otros países.

Así es como se cuidan las que cuidan ante un contexto de violencias múltiples. Así se protegen de las otras formas de tortura y las condiciones de precariedad y desgaste en las que ejercen su labor.

Autorretratos en barro realizados por defensoras de Derechos Humanos durante estancia en Casa La Serena.

Aún todo es posible

La Serena es un oasis en el desierto de la vida de las defensoras. Así lo define Graciela Machuca, periodista de denuncia y defensora de derechos humanos en Quintana Roo.

Graciela sólo puede hacer ejercicio o dar una pequeña caminata en un mismo lugar: frente a las cámaras que vigilan su casa. Fueron instaladas luego de ingresar al Mecanismo de Protección para Defensores de Derechos Humanos y Periodistas. Ella y toda su familia están amenazados de muerte.

Casa La Serena es un espacio donde puede depurar los miedos que la acechan, cuenta Graciela. Es un lugar donde tiene la oportunidad de repornerse. Aquí aprendió a cuidarse de otras maneras con algo tan básico como es la alimentación y dormir bien. Conoció este lugar por recomendación de una de sus amigas más cercanas: Soledad Jarquín Edgar.

Aunque no se conozcan entre sí y vengan de distintos territorios, todas las defensoras que llegan a la impotencia de la impunidad que da la falta de justicia, la desigualdad y el temor.

Y aún más allá de los dolores, comparten la determinación de mantenerse vivas, libres y sin miedo. De hacer frente a la tortura que las persigue y apostar por un activismo que también puedan gozar y disfrutar.

Yésica Sánchez Maya y Soledad Jarquín, Casa La Serena.

María Elena Belmonte y los recortes de periódicos; Yésica Sánchez Maya y la labor de defensa que realiza diariamente; Ana María Hernández y la estrategia de cuidados; Soledad Jarquín y su periodismo de denuncia, su lucha por justicia para María del Sol; las sanadoras que cuidan a las defensoras; las periodistas; las mujeres que luchan desde las calles, los campos, las periferias, las fronteras, las que resisten desde la casa, desde las propias trincheras. Las que no alcanzo a nombrar en este texto.

Todas ellas son parte de un entramado más amplio, de una red, una semilla que entreteje sus raíces. De un bosque que se defiende solo, que se riega con estrategias de cuidados, que florece en múltiples formas mientras siguen luchando y exigiendo que no haya impunidad. Que ante todo creen en la justicia y sostienen con firmeza lo que a María Elena Belmonte le recuerda el recorte de periódico detrás de su escritorio: ”aún todo es posible”.

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Esta investigación fue realizada en el marco del proyecto “Periodistas contra la Tortura” con el acompañamiento de Documenta. Para más información contactar a: comunicacion@documenta.org.mx.

Aquí puedes acceder a la pieza original. 

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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