Llegó la FIL

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Comencé a cubrir la Feria Internacional del Libro de Guadalajara gracias que Mariño González y Antonio Ortuño lograron colarme, de último momento, en el equipo especial que se armaba para publicar el suplemento del periódico que hoy ya no se llama como se llamaba entonces. Era noviembre de 2006. 

Antes de ese momento mi relación con la Feria había sido mínima: fui a la explanada (hoy Foro FIL) para ver el concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba que trajo como invitado a Silvio Rodríguez y luego un par de ocasiones en las que me hice de dos libros: Escupiré sobre vuestras tumbas y Todos los muertos tienen la misma piel, ambos de Boris Vian pero firmados con el seudónimo Vernon Sullivan. En la casa familiar nunca se nos inculcó la lectura como hábito, mucho menos nos llevaron a feria del libro alguna, luego viví una temporada fuera de Guadalajara, así que poco o nada sabía yo de la FIL.

Después de ese momento en aquel otoño de hace casi 20 años, mi relación con la Feria ha sido, por decirlo de alguna manera, estrecha: desde entonces he acudido de manera ininterrumpida como como reportero para aquel diario y como corresponsal para un periódico de la capital; un año fui como público; he asistido a presentar un libro ajeno —una anécdota surreal, además— y acudí para presentar un libro mío; fui invitado a escribir un capítulo en el libro conmemorativo por los 30 años; forcejeé con un elemento del Estado Mayor Presidencial y dejé mi firma en más de algún ejemplar de mis libros de cuento que algunas personas despistadas pusieron al alcance de mi mano. He caminado miles de pasos por sus pasillos y tras bambalinas. La Feria me ha permitido tener charlas invaluables, como la entrevista que le hice a Fernando del Paso el año que ganó el Premio FIL, y he asistido a conferencias verdaderamente magistrales, como la que dio Salman Rushdie en su segunda visita a Guadalajara —quien, además, me regaló su firma en mi ejemplar de Los versos satánicos.

Me disculpo con ustedes por tomarme la libertad de endilgarles este recuento anecdótico. No es más que una manera de compartir con quien pase por aquí mi emoción por el hecho de que, como cada año, con el último fin de semana de noviembre llega también la que está catalogada como la segunda feria del libro más importante del mundo y, por mucho, la más importante en lengua española: la FIL de Guadalajara. 

Desde hace varios años hablar del programa de la Feria es una empresa prácticamente imposible de acometer: el programa es vastísimo y con los años se ha diversificado para ofrecer una mirada calidoscópica de la literatura mundial. Programas como el Encuentro Internacional de Cuentistas, Destinación Brasil, el Festival de las Letras Europeas, el Salón de la Poesía, Nombrar a Centroamérica, Latinoamérica Viva y ¡Al ruedo! Ocho talentos mexicanos, son sólo algunos ejemplos de los diferentes foros que a lo largo de nueve días convierten a Expo Guadalajara en un aleph: ese lugar donde están, sin confundirse, todas las literaturas del orbe, vistas desde todos los ángulos. Ese punto en el espacio que contiene todos los puntos.

Además de su programa literario, la FIL se ha diversificado y también vale la pena echarle un vistazo a los programas de FIL Pensamiento y FIL Ciencia, sin dejar de lado el Salón del Cómic + Novela Gráfica y uno de los espacios consentidos: FIL Niños y su oferta de talleres y espectáculos que tienen al libro como pretexto. A todo esto hay que sumar el tsunami de presentaciones de libros que ocurren de manera simultánea en los salones y en los stands y en las sedes alternas y las demás actividades que, en el marco de la FIL o tomándola como pretexto, se multiplican por la ciudad. 

Este año, la Feria, que trabaja con la precisión de la maquinaria de un reloj, enfrentará un reto no menor: la ausencia del relojero. En 2023 será la primera ocasión que el encuentro librero se realice sin Raúl Padilla López, a cuya memoria está dedicada esta edición y cuyo recuerdo seguramente que se hará presente en prácticamente todas las actividades. (De parte de la Feria se realizará un homenaje el domingo 26 de noviembre, a las 19:00 horas, en el salón Juan Rulfo.) Es un hecho que la muerte de quien fuera uno de los principales impulsores de la feria en sus inicios y su rostro más reconocible traerá muchos cambios para la FIL. También, me atrevo a decir, es un hecho que la Feria seguirá siendo esa fiesta cultural en torno a los libros que ha venido siendo en cada una de sus ediciones desde hace 36 años.

Como toda empresa humana, la FIL de Guadalajara es perfectible. Sus detractores pueden encontrarle mil y un fallos y está bien que lo hagan, ya que así es como se pueden mejorar las cosas. A mí me gusta ver su carácter festivo. Me gustan los encuentros que propicia y me gusta enfrentarme cada año a ese maremágnum de actividades que tiene lugar durante nueve días.

Con la Unión Europea como invitada de honor, mañana arranca la Feria con la entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances a la poeta mexicana Coral Bracho, cuyo discurso quiero escuchar desde el día que la anunciaron como ganadora.

Llegó el último fin de semana de noviembre y con él llegó la FIL. ¡Buena feria!

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Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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