Quevediana

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Mientras baboseaba por el vasto universo del internet pensando en cómo arrancar con este texto, me apareció —y juro que así fue: apareció en mi muro de Facebook: seguro ya llegamos al punto en que el algortimo no sólo escucha lo que decimos, sino que también lee las mentes— un meme con una frase atribuida a Francisco de Quevedo. Luego de leerla, fui a buscar a Google. Quería dos cosas, a saber: la primera, verificar que, efectivamente, la frase es del español escritor; la segunda, conocer en qué contexto la había escrito, es decir, qué venía detrás y qué después de ella, si es un verso de un poema o una línea en un ensayo o un diálogo en una obra de teatro. Fracasé: el buscador me arrojó cientos de resultados que eran, al mismo tiempo, sólo un resultado: la frase suelta y atribuida a Francisco de Quevedo. Como tampoco tenía tiempo para hacer una búsqueda exhaustiva, daré por hecho que la frase sí la escribió Quevedo y dice: «Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir». Con más de 30 días de campañas por delante, la frase es más que pertinente. 

Hace unos días me tocó estar presente en una actividad donde Mirza Flores y Alberto Esquer, candidatos de Movimiento Ciudadano al Senado de la República, presentaron las propuestas que quieren llevar a la Cámara Alta en caso de ganar la elección. Entre todas las cosas que dijeron, me llamó la atención una respuesta de Mirza Flores no por novedosa, sino porque ya perdí la cuenta de las veces que la he escuchado: a una pregunta sobre una eventual legalización de la marihuana, la diputada con licencia —no ha terminado un encargo y ya quiere saltar a otro, como buena parte de la fauna política nacional— respondió: “Hay que entrarle al tema, pero entrarle en serio”.

A estas alturas, luego de unas cuantas elecciones —generales e intermedias— a cuestas, me atrevo a afirmar que cada vez que una persona que aspira a un cargo de elección popular dice que el tema de la legalización de la marihuana en particular, y las drogas en general, “hay que abordarlo, pero en serio” es porque una vez electa no piensa abordarlo ni de broma: los costos políticos serían muy altos y el castigo social podría ser implacable, y todos sabemos que las y los políticos sólo obedecen el mandato de las dirigencias de sus partidos, no del electorado, y sabemos también que las dirigencias de los partidos siempre están pensando en las próximas elecciones porque, como dijo César El Tlacuache Garizurieta, “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Lo mismo aplica para temas como el aborto o la eutanasia y el suicidio asistido: en campaña algo dirán, aunque sea rodeos, pero difícilmente los retomarán ya estando en funciones.

En campaña todo se vale. Ya lo dice el dicho popular: “Prometer no empobrece”. No importa que una vez en el cargo las y los funcionarios olviden aquello que prometieron, le den largas, acusen a la oposición de no permitir que cumplan su palabra, cambien de opinión o de plano digan que no dijeron lo que todos vimos que sí dijeron. Andrés Manuel López Obrador es una prueba andante de esto último: cuando era candidato prometió que, de ganar la presidencia, iba a regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles en un plazo máximo de seis meses; después, dijo que sí lo había dicho, pero que había cambiado de opinión; finalmente, ayer dijo que él “nunca había dicho eso”.

Soluciones ambientales, económicas, de desarrollo social, de seguridad, de movilidad, de abasto de agua, de salud física y mental… cada tres años la ciudadanía es bombardeada hasta el acoso con mensajes que llegan una y otra vez por todos los medios posibles. Las promesas siempre son las mismas, como los mismos son las y los personajes que las dicen: hoy en un partido, mañana en otro, todas y todas prometen corregir lo que está mal y catapultar al país, al estado, al municipio a un lugar idílico donde todo va a estar mejor y bien hecho. Olvidan —o fingen demencia sobre el hecho de— que todas las plataformas han tenido la responsabilidad de gobernar y no han podido con ella. Si tienen las soluciones para resolver todo lo que está mal, ¿por qué no las aplicaron cuando les tocó estar al frente? Porque una cosa es estar en campaña y una muy otra es ejercer. Pero eso no les importa: la promesa es lo importante.

Además de pensar muy bien a quien le vamos a dar el voto, la ciudadanía de a pie, ajena a los partidos y su insaciable voracidad, deberíamos preguntarnos de qué manera vamos a hacer valer nuestro voto, cómo vamos a exigir que cumplan aquello que prometieron las personas en campaña. Y para que no cambien de opinión o de plano se contradigan o se desdigan. Y ese es un reto mayúsculo para el que, me temo, no hay muchas respuestas. Habrá que buscarlas.

La frase con la que abrí el texto se me apareció por azar. Llegado a este punto, busqué otra frase del escritor español que me ayudara a cerrar. Con la cara de tantas y tantos políticos saturando calles, periódicos, televisiones y redes sociales, encontré una muy pertinente. Escribió Francisco de Quevedo: “Todos los que parecen estúpidos, lo son; y además también lo son la mitad de los que no lo parecen”.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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