La hora de las francachelas

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

La noche del 28 de mayo de 2004 supe que iba a ser papá. Al tiempo que yo sentía un vacío en el estómago ante la inconmensurable perspectiva de la paternidad, en el centro de Guadalajara cientos de personas sentían otro vacío en el estómago, producto del miedo: escondidos en baños de negocios o en cualquier rincón disponible, buscaban escapar de la policía estatal que estaba realizando detenciones arbitrarias y al azar luego de que horas antes una manifestación de altermundistas terminara en una de las represiones más brutales de que se tenga memoria en esta noble y leal ciudad.

Los días 28 y 29 de mayo de aquel año Guadalajara fue sede de la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea y América Latina y el Caribe. De manera paralela se organizaron encuentros de colectivos y grupos opositores al modelo capitalista neoliberal y que organizaron la marcha que tenía como destino final el centro de la ciudad, donde habría de realizarse un mitin para leer los comunicados producto de las actividades de los grupos. Al llegar al cruce de las avenidas Juárez y 16 de Septiembre, las y los manifestantes toparon con la policía y tuvo lugar la represión. El enfrentamiento fue particularmente violento y lo que vino después, lamentable: se supo que los agentes tenían la orden de detener a cualquier persona que “por su apariencia” pudiera deducirse que había participado en la manifestación —y aquí vale preguntarse cuáles eran los criterios que le dieron a la policía para que pudiera decidir a quién detener: ¿hombres con el pelo largo? ¿mujeres con el pelo corto? ¿personas vestidas de negro y con botas? ¿o vestidas de negro y con tenis Converse? ¿gente con gorras? ¿alguien con tatuajes visibles? ¿personas morenas? ¿o personas rubias con aire de maliciosos agentes extranjeros? Las posibilidades son infinitas y el criterio policial, obtuso.

Inserte aquí un viaje en el tiempo.

Es 2024, es mayo y es temporada electoral. Circulo por Periférico cuando veo el anuncio espectacular —aunque en realidad pude verlo en un camión, en una parada de camión, en otro de los miles de espectaculares que contaminan el paisaje urbano: al lado de la leyenda “Llegó la hora del cambio” veo la imagen del impresentable Francisco Ramírez Acuña con una ¿sonrisa? que busca convencer al electorado de votar por él el próximo 2 de junio: es candidato al Senado de la República por la Coalición Fuerza y Corazón por México —ese gólem antinatura que aglutina a priístas, panistas y perredistas— y entre los eslóganes de su campaña hay joyas como “Llegó la hora”, “Que vuelva la paz”, “Jalisco requiere seguridad”, “Más seguridad, menos miedo” y el más perverso:  “Nosotros sabemos cómo se gobierna bien”.

Hay que ser muy caradura para habar de seguridad, paz y buen gobierno cuando se repasa lo que ha hecho Ramírez Acuña, quien era secretario de Gobernación cuando Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico. ¿Quiénes son ese “nosotros” que “saben” cómo “se gobierna bien”? Paz y seguridad son lo que no hemos dejado de perder desde aquel gobierno, del que formaba parte en el círculo más inmediato del presidente.

Producto de la Cumbre realizada en 2004, los jefes de Estado participantes dieron a conocer la llamada Declaración de Guadalajara, documento plagado de lugares comunes y buenos propósitos —demagogia de altos vuelos diplomáticos—, que en su punto 19 afirma: «Condenamos enérgicamente todas las formas de abuso, tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes contra las personas». Una nota de noviembre de 2006 publicada en La Jornada informa que, de acuerdo con la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco, entre 2001 y 2006 —es decir, durante la administración de Ramírez Acuña— se levantaron 640 quejas por el delito de tortura en el estado. Sobre los hechos del 28 de mayo, organizaciones de la sociedad civil documentaron 73 detenciones ilegales, 55 tratos crueles y degradantes y 19 casos de tortura a manos de la policía ¿Ese es el estilo de “Más seguridad, menos miedo” que pretende llevar al Senado?

Pero lo que ocurrió ese viernes en el centro de Guadalajara no es el único episodio paradigmático. Antes, el 4 de mayo de 2002, un comando de la policía hizo su violenta aparición en una fiesta rave en Tlajomulco, con la misma orden del día: tratos crueles y degradantes contra cerca de 1,500 jóvenes asistentes, además del sello de la casa: detenciones arbitrarias. La misma nota de La Jornada documenta la célebre declaración del entonces gobernador: «No vamos a permitir estas reuniones de francachelas y verdaderas orgías». ¿“Que vuelva la paz”? ¿Te cae?

Para nadie es un secreto que cada periodo electoral es una campaña de reciclaje: la basura política se recicla una y otra vez por todo el país en forma de candidaturas a alcaldías, a los gobiernos estatales, a un escaño en el Congreso, etcétera. Vemos las imágenes contaminando la ciudad, como si fuera un álbum Panini de impresentables. Pero hay basura reciclada más apestosa que otra: José María Martínez, expanista vividor y hoy candidato de Morena por la presidencia de Guadalajara, y Francisco Ramírez Acuña, panista represor y hoy candidato al Senado, son ejemplos muy ilustrativos.

El próximo 28 de mayo se cumplen 20 años de aquel viernes lluvioso y cruel. Cada foto, cada spot, cada cartel, cada espectacular con la cara de Francisco Ramírez Acuña son un recordatorio de su desvergüenza, su cinismo y su impunidad, amén de una ofensa para la memoria de las víctimas de sus abusos de poder y de su mojigatería convertida en política pública. ¿“Llegó la hora del cambio”? ¿Cuál pinche cambio? Como dice el meme: Mejor nadota.

Yo no sé por quién voy a votar el próximo 2 de junio, pero tengo claro que voy a hacer una francachela en su honor en mi boleta por el Senado.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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