Votar para botar

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

¿Escuchan eso? Es la tan esperada veda electoral.

Desde el primer minuto del jueves comenzó este momento del proceso electoral, que tiene por objetivo, tengo entendido, que la gente se desintoxique de las campañas y llegue con la mente lo más despejada posible para emitir su voto —libre y secreto— el día de la elección. Eso al menos en teoría, pues desde hace ya varios años es el momento favorito del Partido Verde para contratar actores e influencers dispuestos a saltarse las trancas y pasarse la veda electoral por el arco ecologista. Todavía hay tiempo para que nos sorprendan.

Aunque cada periodo electoral es lo mismo, creo que el que está por terminar ha sido uno de los más lamentables de los que tenga recuerdo. La polarización que vive el país, alimentada lo mismo por oficialistas que por detractores, ha empobrecido la calidad del debate público y ha hecho imposible sacar algo provechoso de las campañas. Prueba de ello son los tres debates presidenciales, así como sus variantes con las personas que aspiran a cualquiera de los otros cargos de elección popular: un ejercicio de demagogia y ataques sin ton ni son de los que, al final, lo único rescatable han sido los memes.

Antes de insultar y denostar a quienes han expresado su intención de votar por la candidata oficialista, la ¿oposición? debería primero reconocer que en seis años fueron incapaces de articular una propuesta que permitiera creer que eran una alternativa real a las muchas cosas que, en efecto, se han hecho mal en esta administración. Pero no lo hicieron. Perdieron el tiempo y lo único que se les ocurrió fue montar una alianza antinatura. ¿Alguien se imaginó que algún día PRI y PAN habrían de competir ¡juntos! con la rémora esa en la que se ha convertido el PRD? Todo sea por lograr la supervivencia y seguir obteniendo recursos del erario. 

Por otra parte, la ¿oposición? también haría bien en reconocer que la candidatura de Xóchitl Gálvez fue un mal chiste que se les salió de las manos. La abanderada de la oposición pasó de ser una anécdota de fin semana a convertirse en la imagen de la esperanza defraudada de miles de personas. Jamás estuvo preparada ni contó con el apoyo suficiente para enfrentar al oficialismo y, sin querer, puso en evidencia la pobreza de perfiles para cumplir con esa encomienda. 

Uno de los máximos anhelos de López Obrador es ser recordado como el artífice de la transformación del país. Para su desgracia, no será él —el país no es menos corrupto, ni los servicios públicos son mejores, ni hay más seguridad, por poner apenas tres ejemplos—, sino quien le suceda en el cargo: si todo transcurre sin mayores sorpresas, Claudia Sheinbaum hará historia al convertirse en la primera mujer presidenta del país. ¿Cuál será su legado, además de la anécdota histórica? Todo dependerá de qué tan rápido pueda desligarse de la herencia que le va a dejar López Obrador, a quien, todo apunta, cargará como una maldición. No es un reto menor. El tiempo lo dirá si pudo con él.

Ahora bien, al revisar los cuadros de ambos frentes, lo único que se puede constatar es que en México la vida pública está secuestrada, ya lo he puesto aquí, por una secta de vividores que no tiene empacho en aparecer un día en el PAN y al otro en Morena o en el PRI o en Movimiento Ciudadano o en cualquier partido que les garantice un poco de poder. En este país la única convicción ideológica que tiene la mayoría de quienes integran los partidos políticos es el dinero. Todo lo demás es negociable.

De cara al clímax del proceso electoral, que tendrá lugar el próximo domingo con la jornada de votaciones, se ha venido insistiendo en la importancia de que la ciudadanía acuda a las urnas a emitir su voto. Invitaciones hay muchas: a votar todo por un partido, a votar “diferenciado” —como si de verdad hubiera diferencia—, a votar nulo. Con la elección prácticamente decidida y con perfiles pobres como el que más, pareciera que da lo mismo ir a la casilla o quedarse en casa. Pero creo que no es así: todavía podemos hacer algo, aunque sea un poco, para que nuestro voto sirva de algo y pegarle a los partidos en donde más les duele: el bolsillo.

Mi sugerencia para el próximo domingo es la siguiente: vayan ustedes a su casilla y voten por quien quieran, por quien les convenza, por quien les parezca el perfil menos peor, pero no voten por la coaliciones. Si quieren votar por Sheinbaum, aguántense la vergüenza y voten por Morena, pero no le den ni un voto al PT o al Verde; si quieren votar por Xóchitl, voten por… válgame, es más complicado, pero bueno: voten por el partido que más les represente —digo, qué pena sentirse representado por el PRI o por el PAN, pero cada quién— y que el PRD pague el precio por haber renunciado a ser fuerza política y convertirse en moneda de cambio, mera comparsa de relleno, sombra desdibujada de la izquierda que pudo y nunca se atrevió a ser. 

Y lo mismo para las elecciones locales y de legisladores: es momento de que los partidos que no aportan nada pierdan el registro o que vean disminuido el presupuesto que reciben. A ver si de veras los mueve el amor por México y el compromiso con “el pueblo”, lo que sea que esto signifique.

Hay que votar para botarlos. En una de esas funciona.

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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