*Sueños que no caben en las urnas*

#ZonaDeOpinión

Por Julio González / @Julioggd

Más de 43 millones de mexicanos que podían votar en las elecciones presidenciales del 2 junio no lo hicieron. Más de un millón 300 mil electores llegaron a su casilla para tachar, dibujar, escribir consignas o dejar en blanco la boleta. Y más de 83 mil personas escribieron un nombre en el recuadro de la boleta. Desconozco las razones precisas, pero quiero imaginar los motivos con ustedes.

Existe un tufo superioridad moral que se posiciona por encima de las personas anulistas. Les tildan de ignorantes, tibios, resentidos, descorazonados. Pero anular va más allá de lugares comunes. En más de un puñado de casos se trata de convicciones políticas que rebasan los bordes de una boleta.

En medio de tanto revoltijo de sentimientos en los círculos virtuales y de números cambiantes que podemos mirar en la pantalla, apareció frente a mis ojos una frase de un colectivo que, imagino, puede resumir esas convicciones –motivos– por las que una persona decide levantarse, formarse en una fila interminable, buscar su nombre y foto en una revistilla, para luego escribir el nombre de un desaparecido en el recuadro inferior derecho o redactar con el crayón, sobre los nombres de lxs vendedorxs de soluciones, una frase que reúne las pulsiones: “Nuestros sueños no caben en sus urnas”.

No solo nuestros sueños. Nuestra resistencia ante la indiferencia del Poder transexenal con las víctimas de esta guerra transexenal. Y no solo nuestra resistencia. Nuestra rabia ante los más de 60 mil desaparecidos en este país. Y no solo nuestra rabia. Nuestra lucha por sobrevivir en esta crisis climática que los tomadores de decisiones del capital hacen avanzar a paso veloz. Y no solo nuestra lucha. Nuestra memoria ante los que hoy se dicen que son la salida de emergencia, pero que por años ignoraron las carencias del país. Y no solo nuestra memoria. Eso y más.

Sobre las decenas de millones de mexicanos que decidieron no darse la vuelta a las urnas, lo más sencillo es decirles, flojos o irresponsables. O despreciarlos y decir que no se les necesitaba para tan holgada ventaja del grupo aplanador. Eso es sencillo. O bien se dirá que no pudieron porque trabajaron o porque estaban de viaje o de intercambio estudiantil o buscando otras oportunidades en otro país. Y sí, puede que haya algo de verdad en eso. Los conspiradores pueden soltar una ocurrencia: que ese número está más inflado que un animal muerto bajo el sol. Y desgraciadamente no tengo pruebas para refutarlo. Pero la realidad es caprichosa ¿qué decir del millón que sí llegó a la casilla y decidió anular? Una posible respuesta: la política de las urnas no les representa. ¿Qué sí nos representa? No sé, pero hay que organizarlo.

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