La cruda de la democracia

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Casi una semana después, todavía tengo manchado el dedo pulgar de la mano derecha. 

La tinta indeleble duró más que los buenos propósitos y la hermandad que profesaba una buena parte de la sociedad biempensante del país, que se tomó el resultado de la jornada electoral como una luz verde para sacar a relucir su lado más rancio y miserable: pronto comenzaron a circular imágenes e infografías de listas de propósitos que incluían no dar ayuda en catástrofes naturales, despedir a las personas que realizan tareas domésticas o no dar propinas: No mames, Juampi, nadie va a extrañar los diez pesos que dejas en la charola luego de consumir miles de pesos. 

La fiesta de la democracia devino en tragedia para la ¿oposición?, que durante esta semana ha venido arrastrando los efectos de la cruda electoral. Y todo parece indicar que sus seguidores, si así se les puede llamar, no han aprendido nada desde su derrota en 2018: si desde hace tiempo se acusa de una polarización alimentada desde el poder, es justo decir que dicha polarización se alimenta también desde el polo opuesto, desde donde durante estos días no se ha parado de calificar como pendejos, ignorantes y manipulados a quienes votaron por la candidata oficialista. Dicen que para pelear siempre se necesitan dos, y aquí las huestes de ambas partes están más que dispuestas. Y eso creo que es importante señalarlo: son los seguidores fanatizados de uno y otro bando los que han alimentado los discursos de clasismo y racismo, mientras que los partidos en realidad están más ocupados en decidir cómo se van a repartir los botines obtenidos, que, si bien en algunos casos son pírricos, no dejan de tener signos de pesos y cuotas de poder.

En esta resaca democrática Jalisco se lleva una mención aparte: desconozco cómo han estado las elecciones en los otros estados, pero aquí es hora de que todavía no hay certidumbre, por más que Pablo Lemus salga todos los días a declararse ganador. Lo único cierto hasta el día de hoy es que la debacle de Movimiento Ciudadano en el estado tiene nombre, apellido y sobrepeso: por su berrinche, y porque de verdad cree que el partido es suyo, Enrique Alfaro dejó a su suerte a los candidatos naranja, que no lograron diputación federal, no lograron colarse al Senado y perdieron la mayoría del congreso local. Ojo, no es que fuera preferible una elección de Estado local, pero ha quedado de manifiesto que el modelo partidista puede manipular sus apoyos de manera caprichosa. Prueba de ello fue la poca difusión que tuvieron en el estado las actividades de Jorge Álvarez Máynez durante la campaña.

Y si bien parece que sí se van a quedar con la gubernatura, nadie había previsto un escenario en el que la diferencia fuera de alrededor de tres puntos porcentuales, y todavía se puede acortar, respecto del segundo lugar. Durante la campaña fue evidente cómo la distancia se fue cerrando y de pronto Claudia Delgadillo ya le estaba respirando en la nuca a Pablo Lemus, Marce: los primeros spots del candidato naranja, que eran todos felicidad y optimismo —“De buenas es mejor”, decía—, fueron sustituidos por mensajes en los que repetía que había que defender a Jalisco de la entrada de Morena. Si bien no se esperan cambios drásticos en los resultados el domingo, fecha estipulada para anunciar a la persona ganadora de la elección, lo cierto es que para Movimiento Ciudadano fue una gran pérdida.

Ahora bien, lo que ha prendido las alertas en muchos sectores es el hecho de que Morena se ha llevado, como se decía, el carro completo en el orden federal. Tienen mayoría aplastante en la Cámara de Diputados y una buena mayoría en la de Senadores. Claudia Sheinbaum tendrá carta abierta para gobernar, y aquí viene su gran encrucijada: ¿cuánto tiempo va a tardar para desmarcarse de López Obrador? El presidente, de entrada, está haciendo lo suyo: ya metió el pie en la puerta hace unos días, cuando la plana mayor de Morena salió a anunciar que esperarán a que entre la próxima Legislatura, en la que son mayoría, para darle salida a las reformas constitucionales propuestas por Andrés Manuel López Obrador a inicios de año. Esto, por supuesto, es un pésimo mensaje: todo parece indicar que han vuelto los tiempos del partido único. 

Y es en este escenario, creo, en donde verdad tiene que hacer su acto de aparición la oposición: para organizarse, cabildear y negociar. Hacer trabajo político, que es lo que se espera de ella y que es lo que no ha hecho, no ha querido hacer, durante todo el sexenio. A ver si ahora sí se animan a estar a la altura de las circunstancias. Spoiler: no van a estar.

Mientras esto ocurre allá en la fiesta privada de los partidos y sus intereses chapulineros, acá en el otro México toca aquello a lo que, en 2018, nos invitó el Concejo Indígena de Gobierno a través de su vocera, Marichuy: articularnos, hacer redes, conectar iniciativas y voluntades para hacer frente a los retos que tenemos como sociedad, pero también para cambiar esa narrativa clasirracista que ha venido cobrando fuerza en estos días aciagos. Esa organización debe ser el mejor suero para sobrellevar la cruda de la democracia.

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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